Desde el primer boceto hasta la concreción del diseño final, los pasos por los que pasa la creación de un nuevo automóvil son mucho más extensos y complejos de lo que las personas pueden imaginar. Contrariamente a lo que uno podría imaginar, todo nace desde una oficina de completamente alejada de la creatividad, la de Marketing, porque lanzar un nuevo modelo implica haber estudiado primero la oferta de la competencia y los posibles espacios que puedan estar vacíos para ocupar con un producto que sea exitoso.
Recién una vez definido qué tipo de automóvil sería ideal desarrollar, viene una segunda instancia en la que se debe consensuar con ingeniería, las posibilidades mecánicas existentes para definir el tipo de motor que se utilizará, y entonces sí, con el segmento al que se apunta, y la ficha técnica básica sobre la que hay que crear un modelo, se llega al departamento de diseño.
Generalmente, estos proyectos tienen un nombre clave o una denominación numérica, que puede ir desde algo simple como “Proyecto Apollo” hasta algo como más complejo como “AX83″, pero así como en el departamento de diseño empiezan a crear distintos dibujos para empezar a dar forma al auto, el nombre que adoptará también comienza un recorrido en paralelo hasta tener una decisión final. El proceso se llama naming, y comprende un conjunto de criterios que se tienen en cuenta para nombrar un producto.
En el caso de los autos, ese nombre debería tener también una relación con ese estudio de mercado que definió el segmento para el que se producirá, y el escenario ideal es aquel en el que se encuentra un nombre que suena bien y además tiene un significado apropiado al vehículo. Un buen ejemplo es el del Alfa Romeo MiTo, un auto que se concibió como un deportivo disruptivo en comparación con sus predecesores en la marca italiana, que debía captar la atención de un consumidor joven, pero mantener el interés en los “viejos alfistas”.
El MiTo se terminó llamando así porque se usaron la primera sílaba de las dos ciudades que se relacionan con el auto. Milano es donde nació A.L.F.A., tal como se llamaba la marca en sus comienzos, y Torino es donde está la fábrica que produjo ese modelo.
Pero no siempre se encuentra un nombre tan claro, entonces el proceso es diferente. Para resolverlo, hay marcas como Lamborghini que decidió ponerle a sus modelos el nombre de algún famoso toro de rodeo, y otras como Volkswagen que durante un tiempo eligió nombres de distintos tipos de vientos para denominar sus modelos.
Sin embargo, tampoco con esas soluciones se consigue siempre dar en el punto justo. El primer modelo híbrido de Lamborghini, por ejemplo, se llama Revuelto, y si bien ese nombre representa a un famoso toro de rodeos de Barcelona de finales de siglo IXX, también han querido utilizarlo porque definía la mezcla de una propulsión térmica de su motor V12 y la eléctrica que se suma desde este modelo. Pero, en inglés es difícil pronunciar y ya se han escuchado quejas al respecto. Peor aún es lo que pasó con Mitsubishi en los años 80, cuando lanzó su nuevo 4x4 mediano al que llamó Pajero, pero para algunos mercados como el de Argentina, ese nombre debió cambiarse por Montero, por obvias razones.
Es por eso que las siglas en las que se combinan números con letras siempre dan resultado, aunque con la dificultad de tener que memorizarlos. Ferrari es uno de los que más apela a esa solución. El año pasado, por ejemplo, lanzaron el 296 GTB, donde el 29 representa la cilindrada de 2,9 litros, el 6 es la cantidad de cilindros de su motor y la sigla GTB significa Gran Turismo Berlinetta.
Otros han elegido nombres en idiomas neutros como el latín o incluso el griego, como ha sido el caso de los nombres de muchos modelos de Lancia, entre ellos el Beta, el Delta, el Thema o el Ypsilon. Finalmente, otra corriente que se asemeja a la situación del Alfa Romeo MiTo es la de combinar dos palabras para inventar un nombre. El ejemplo podría ser el Volkswagen Tiguan, que combina dos animales como el Tigre y la Iguana.
Con el advenimiento de los autos eléctricos, los fabricantes no dudaron el caer en una misma receta que es de fácil compresión del público: agregar una letra “E” en la denominación, tanto sea adelante, atrás o dentro mismo del nombre de un automóvil que recibe un motor eléctrico como novedad de un modelo ya existente. El Renault Mégane E-Tech es uno de los que usaron la “E” de un modo y el Ford Mustang Mach-E, de la forma opuesta, y el concept de Mégane presentado en el Salón de París de 2022 incorpora sólo el cambio de color de la última “E” del propio nombre del auto.
En ambos casos se aprecia también algo que todavía es una práctica bastante frecuente, que es mantener un nombre conocido por los consumidores a lo largo del tiempo, e incluso a pesar del cambio completo de un modelo respecto a su origen. Hay una explicación también, y esta se encuentra en la estrategia de dar certidumbre al futuro comprador. Se supone que un Renault Mégane seguirá siendo un auto conocido y confiable, como también pasará con un Ford Mustang e incluso con un Volkswagen Golf, un Toyota Corolla o un Honda Civic.
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