Si se piensa en marcas de relojes asociadas al mundo del automóvil, probablemente Rolex sea hoy la primera que se viene a la mente a partir de ser el sponsor del campeonato mundial de Fórmula 1 desde 2013 y desde mucho antes de las 24 horas de Daytona o las clásicas de Le Mans. Algo similar ocurrió antes con Tag Heuer en la década del ‘90, con Longines en los años ‘80 o con Heuer en los ‘70.
Hubo y hay otras marcas asociadas a equipos, pero acaso una que pocos conectarían al mundo de los autos de carrera es Tiffany & Co. Asociada al lujo y la excelencia más que a un cronómetro deportivo, la marca fundada en New York en 1847, más de 100 años antes de que se disputara el primer campeonato del mundo de Fórmula 1.
Sin embargo, la marca tuvo una vinculación con el mundo de las competencias automovilísticas a comienzos del siglo XX, ya que fue la encargada de fabricar el trofeo de la Copa Vanderbilt, una carrera de autos de 284 millas que se disputó en Long Island en 1904 para estimular el interés en los autos fabricados en Estados Unidos. Después de muchos años sin vinculación alguna con las competencias, la marca regresó confeccionando el trofeo de las 500 millas de Indianápolis en 1996 y del campeón de la serie CART en el año 2000.
Fue el año pasado, en oportunidad del Gran Premio de Miami de Fórmula 1, celebrado por primera vez en el mes de mayo sobre un imponente circuito callejero, que Tiffany & Co comenzó a vincularse al deporte motor, elaborando elegantes trofeos a mano con plata esterlina para los tres pilotos que fueran al podio en la competencia.
Pero los relojes no estaban en el juego todavía, y fue recién con la presentación de una colección llamada “Time for Speed”, que la casa norteamericana decidió vincular su marca desde ese aspecto con el automovilismo. Y por supuesto, no es un reloj pulsera convencional el modo en que lo han hecho. Se trata de dos modelos que representan un auto de carrera monoposto de los años ‘50, que pesan 4,5 kilos cada uno, y que se diferencian entre sí, por la cantidad de brillantes que tienen en su “carrocería”, lo que determina también el precio de cada pieza, por supuesto.
El cuerpo es de aluminio, está pintado del clásico Azul Tiffany, y recubre parte de la maquinaria de un modo similar que una carrocería de un auto recubre la mecánica. La diferencia está en que todas las piezas que se pueden ver son de acero inoxidable, y en lugar de propulsar un auto, lo que hacen es darle funcionamiento a un reloj de mesa.
Los detalles de esta joya de relojería se aprecian mejor en la versión más exclusiva, ya que incorpora un diamante tallado a mano en el centro de cada rueda y varias hileras de diamantes que rodean el bisel y la placa de grabado del reloj.
En el lugar en el que debería ir el piloto, han colocado una cúpula de cristal que representa la forma del casco, y a través de la cual se puede ver parte del mecanismo del reloj. Además, en la parrilla frontal, tiene grabado el número 5, que hace alusión a la tienda insignia de la marca en la Quinta Avenida de Nueva York.
La hora, que se exhibe en números que giran hacia el interior del automóvil a escala, se ajusta girando el volante en el sentido de las agujas de un reloj, y el modo de darle cuerda es llevando el auto hacia atrás del mismo modo que se hacía en los juguetes a fricción, salvo que el Tiffany Time for Speed, no sale a toda velocidad hacia adelante al soltarlo.
El precio de ambos modelos es muy distinto y tiene directa relación con la presencia de diamantes. La versión “convencional” cuesta 40.000 dólares y carece de esas piedras preciosas, mientras que la más exclusiva tiene un valor de 215.000 dólares con 19,53 kilates de diamantes.
Seguir leyendo