Hace un año y medio, una de las personas más autorizadas para hablar de baterías de litio en Argentina, el doctor en Ciencias Químicas, Arnaldo Visintin, le explicó a Infobae todo lo que hay que saber sobre el componente más importante de un auto eléctrico: el acumulador en el que se almacena la electricidad que permite impulsarlos.
En aquel momento, Visintin dijo que las primeras baterías de litio o Li-ion como se deben nombrar exactamente, tienen varias composiciones, aunque las más conocidas son las que están formadas por Litio, Níquel, Cobalto, Manganeso y Oxígeno (LiNiCoMnO2), cuya sigla es NCM.
Dentro de esos componentes, el cobalto es costoso y contaminante. Por ejemplo, nuestros celulares, tienen baterías con cobalto. “Eso habría que reciclarlo” decía Visintin, porque aunque en menor proporción que el mercurio en las pilas primarias o por el plomo en los acumuladores de plomo acido, igualmente el cobalto es cancerígeno. “Eso hace que no sea conveniente para una producción masiva”, explicó.
Pero la alarma más grande viene por otro lado, porque según el experto, el cobalto se encuentra en muy pocos lugares, por lo tanto es más costoso. El principal productor del mundo es la República Democrática del Congo, donde su extracción genera otros problemas, de tipo sociales, como la explotación de poblaciones muy pobres y especialmente de niños y jóvenes menores de edad para su recolección. La mitad de la producción de cobalto del mundo la hace China, que es el principal productor de baterías del mundo. Entonces usar cobalto tiene tres puntos complicados. Económico, social y de salud”, finalizó Visintin.
Esto no es nuevo, en algún momento, Elon Musk, la cara visible de Tesla, dijo que ellos producirán sus propias baterías porque no está dispuesto a que sus autos tengan el peso social de cargar con la explotación de niños en África. Y muchas otras marcas de autos o productoras de batería tienen el mismo pensamiento. Ocurre que no es tan sencillo conseguir materia prima en otras zonas y a otros costos.
En la reunión anual del Foro Económico de Davos, la Global Battery Alliance (GBA) hizo la presentación de un programa muy interesante que intenta determinar el origen y toda la trazabilidad de la fabricación, uso y reciclado de las baterías de autos eléctricos. Es una gran iniciativa nacida hace varios años, en 2017 para ser más precisos, de la que participan entidades gubernamentales y empresas privadas y ONGs.
Este programa crea una plataforma de información y seguimiento y un pasaporte electrónico gracias al cual se pretende alcanzar como objetivo de máxima, una cadena de valor de baterías sostenibles para 2030.
El pasaporte es un documento digital en el que se recopila la “historia clínica” de una batería de autos eléctricos, desde la mina con la extracción de los materiales básicos para su fabricación, hasta el proceso de reciclado, parcial o total, que tenga cuando finalizó su primer ciclo de vida útil. En la presentación del prototipo en Davos, GBA mostró el trabajo aplicado a dos marcas, Audi y Tesla, socios de la alianza desde el comienzo, además de la huella de sus proveedores.
Entre las principales cualidades que la GBA exige para que los datos sean tan contundentes avalando la calidad de la batería, se destaca la inclusión de la procedencia de los materiales y los indicadores clave de sostenibilidad, pero además requiere una certificación de que en las minas de las que se extrajeron las materias primas no se utilizó el trabajo infantil y que en toda la cadena de fabricación se respetaron los derechos de todos los trabajadores.
El mismo pasaporte debe indicar si en todo el proceso de fabricación se cumplen las leyes relativas a la seguridad y salud, y hasta se puede acceder a los datos referidos al consumo de agua y energía empleada en la producción, y de la cantidad de CO2 total que se ha emitido en el ciclo completo.
Esta puede ser una de las cartas fuertes de la industria para contener el avance de la industria china en el mundo de los autos eléctricos. No porque no se puedan vender, sino porque la conciencia del comprador pueda determinar si el producto que están adquiriendo tiene detrás suyo una huella social y ambiental apropiada a la intención de crear una industria más limpia y comprometida realmente con mejorar la calidad de vida de las personas.
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