Hace apenas tres años el lugar era una extensa planicie de pastizales bajos azotados por el viento patagónico. Hoy, en ese mismo lugar, ha comenzado la primera producción de combustibles sintéticos electrónicos del mundo. Se llama Haru Oni, está en el extremo sur de Chile, en Punta Arenas, donde el territorio continental empieza a confundirse con las islas, frente a Tierra del Fuego, apenas cruzando el Estrecho de Magallanes.
Este 20 de diciembre, mientras en Argentina se festejaba con casi 5 millones de personas en las calles de Buenos Aires la obtención del Campeonato Mundial de Futbol, en Haru Oni se celebraba un hito que probablemente hoy no sea posible dimensionar completamente, porque los combustibles sintéticos no serán el reemplazo de la energía eléctrica para la movilidad sustentable del futuro, sino el complemento perfecto para dar solución a otro problema que parece invisible en la vorágine de un mundo lleno de cambios: la contaminación que sí continuarán generando los actuales motores impulsados por gasolina derivada del petróleo, y que seguirán circulando por el mundo mucho más allá de 2050.
El e-fuel generado en Haru Oni es producido por la empresa Highly Innovative Fuels (HIF), de la que forman parte Porsche, Enel Green Power, Enap, Siemens Energy, Gasco y Exxon Mobile. El combustible se obtiene combinando energía eólica, agua y CO2 para producir e-metanol y, en última instancia, gasolina neutra en carbono a base de electricidad.
El hidrógeno es la base del proceso de síntesis de combustible, y se produce con un electrolizador que funciona gracias a un aerogenerador o molino de viento provisto por Siemens Gamesa.
El gran desafío del proyecto era combinar los pasos del proceso para fabricar combustibles sintéticos en una cadena de producción por primera vez de manera eficiente, lo que anteriormente solo se habían probado individualmente y como combustible de laboratorio.
Con el aumento de la producción de e-fuel, se espera que el sistema produzca 130.000 litros de combustible sintético en 2023, y después de esa fase piloto, la primera escala llevará la producción a 55 millones de litros por año para mediados de la década. Sin embargo, la proyección de todo el proceso, tiene previsto que dos años después, para 2027, la capacidad sea de 550 millones de litros por año.
La razón por la que esta planta está ubicada en Punta Arenas, es el caudal de energía eólica que puede utilizar para producir electricidad verde, y que es 6.000 horas anuales, equivalentes a 270 días, lo que triplica la capacidad de Europa. El proyecto es el primero en aplicar la solución de Certificación de Energía Limpia desarrollada por la ONG de pruebas TÜV Süd y la Agencia Alemana de Energía (DENA) en colaboración con Siemens Energy. Este certificado se extiende solo a aquellos procesos en los que la huella de carbono se documenta por primera vez en toda la cadena de producción, y que en el caso de los e-fuels significa desde la turbina eólica hasta el llenado del tanque de un automóvil.
El interés de Porsche en el proyecto es fundamental para la industria automotriz. Según ha dicho el Jefe de I+D de la marca, Michael Steiner en rueda virtual de periodistas este martes, a las tarifas actuales, la planta puede producir e-fuels por menos de 2 euros por litro, lo que abre un escenario completamente nuevo y esperanzador para la mecánica convencional de los automóviles.
Porsche será el primer comprador del e-fuel producido en Haru-Oni, el cual se utilizará para alimentar los autos de la Porsche Supercup y para autos en los “Centros de experiencia” de la marca. Más adelante, el e-fuel podría propulsar a los futuros Porsche 911 que la compañía planea continuar ofreciendo con motor de combustión interna.
“Porsche está comprometida con un camino doble-e: movilidad eléctrica y combustibles electrónicos como tecnología complementaria”, comentó Barbara Frenkel, Directora de adquisiciones de Porsche AG en un comunicado.
Y es que el potencial de los e-fuels no es el de reemplazar la movilidad eléctrica sino complementar su acción de descarbonizar el planeta a través de la acción sobre los medios de transporte. Actualmente hay más de 1.300 millones de vehículos con motor de combustión en todo el mundo y para 2035, cuando empiecen las prohibiciones de fabricación en Europa y eventualmente en EE.UU. o China, se calcula que podrían llegar a los 2.000 millones de unidades en funcionamiento.
Esto hace que, aunque se dejaran de producir completamente a mitad del siglo, ese número de automóviles estarán en las calles y rutas durante décadas, por lo que los combustibles alternativos podrían ofrecer a los usuarios de esos autos, una alternativa casi neutra en carbono.
“Necesitamos soluciones para garantizar que los vehículos existentes y la creciente población mundial de vehículos contribuyan a la descarbonización”, había comentado la misma funcionaria de Porsche algunos meses atrás, en absoluta concordancia con el proyecto de e-fuels que se lleva adelante.
Quizás hoy parezca un esfuerzo minúsculo, un grano de arena en el desierto, pero la implementación de un sistema de producción en serie de estos combustibles, y la certificación de que en todo el proceso no se deja huella de carbono en el medioambiente, puede terminar siendo una puerta gigantesca que todavía no se ve.
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