Ford y Renault han decidido separar sus negocios de autos con motores térmicos y eléctricos. Otras marcas como Mercedes creen que el camino es distinto, y mientras fabrican los últimos modelos de combustión interna, aceleran la llegada de los autos a batería para toda su línea, y prometen que para 2030, cinco años antes que se prohíba el uso de combustibles fósiles en Europa, solo fabricarán esta tecnología.
En la industria no existe la certeza de un único camino para recorrer esta época, en la que todavía la mayoría de los usuarios utilizarán un automóvil convencional por varios años y solo quiénes puedan, darán el paso a un auto eléctrico.
Pero mientras los gobiernos y las marcas estudian ese escenario de incertidumbre y cambios constantes, pocos parecen estar viendo el escenario general donde el automóvil se ha convertido en poco tiempo, en un bien cada vez más alejado de las posibilidades de las personas comunes.
Es como estar mirando el árbol y no el bosque. Los actores que protagonizan la historia del cambio de paradigma de la movilidad del ser humano, discuten si darle más o menos beneficios a los autos eléctricos, o si aplicarle más o menos restricciones a los autos petroleros, pero pocos ven la transformación que han tenido los autos como esa máquina creada para transportar personas sin requerir tracción a sangre.
Henry Ford se hizo famoso por democratizar el automóvil con su legendario Ford T, un auto que tenía un precio de 260 dólares en 1925, y del cual se fabricaron nada menos que 15 millones de unidades en poco menos de 20 años de producción. Hoy, casi 100 años después, solo los autos eléctricos más básicos y pequeños del mercado son los únicos que tienen un precio menor a los 20.000 euros en los países más desarrollados de Europa.
Y si se buscan autos sustentables medianos en tamaño y equipamiento, todos están por encima de los 30.000 euros.
Lo que ha sucedido es que desaparecieron los autos simples, básicos, despojados de elementos de confort y electrónica, los autos que eran 100 % mecánicos, y la complejidad de los vehículos actuales amplió la brecha con la bicicleta hasta un punto tal que ya no parece que pueda haber solo un paso entre uno y otro medio de transporte.
Pero no es solo responsabilidad o culpa de los fabricantes y su ambición por entregar cada vez más tecnología en sus productos. Es también a causa del aprendizaje que el ser humano ha hecho respecto a temas como la eficiencia y la seguridad.
Un auto moderno debe consumir poca energía para trasladarse, no importa el tipo de motorización que tenga, y también debe ofrecer niveles de seguridad como nunca antes existieron.
Pero ese progreso tecnológico tiene costos de investigación y desarrollo primero, y de fabricación después, entonces no queda opción que trasladarlo al precio de venta. Y como esas mejoras las determinan los entes reguladores y los gobiernos, y no son caprichos de la industria, tampoco es posible seguir haciendo autos básicos.
Lo paradójico de esta situación es que la brecha entre una bicicleta y un auto no es solo de precio, sino también de equipamiento y tecnología, y en el medio, el transporte público también parece rudimentario en comparación con los seguros automóviles actuales.
En Europa es obligatorio que los autos nuevos estén equipados con Control de estabilidad (ESP) desde 2014. Algunos años antes esto ya era obligatorio en EE.UU. En Argentina, los autos nuevos deben tener ese equipamiento de serie desde este año.
Mucho antes, en los años 90, se convirtió en obligatoria la instalación de un cinturón de seguridad por cada pasajero en Europa, sin embargo, en un bus o un tranvía de París, las personas siguen viajando de pie, simplemente tomándose con una mano de un barral o una correa. ¿Acaso un tranvía no puede chocar y sus ocupantes golpearse?
La sofisticación ha llevado los precios a niveles muy altos, y la electrificación le dio el toque de gracia a un producto que ya no es masivo. Pero no es lo único.
La marca más exitosa del momento, Toyota, acaba de anunciar que probablemente tenga que aumentar los precios en todos sus mercados, especialmente en Europa y EE.UU. porque la previsión de ventas no se ha cumplido. “Realmente nos estamos devanando los sesos tratando de encontrar el nivel de precios apropiado”, declaró Jun Nagata, Director de Comunicaciones de Toyota.
Es que los costos han aumentado también, y eso no se puede mitigar sin paliativos. La inflación, el costo de las materias primas y el aumento considerable en el precio de la energía, han provocado esta situación para todos los fabricantes. Quizás la diferencia esté dada porque una compañía avisa a los usuarios que subirá los precios y lo argumenta, mientras que otros simplemente lo hacen sin explicaciones o avisos.
Por otro lado, las campañas de promoción de la movilidad sustentable inducen al uso de las bicicletas o a compartir los autos entre varias personas para generar la menor contaminación posible. En muchas ciudades europeas, directamente no está permitido entrar al centro urbano con automóviles de combustión interna, mientas que en otras solo se puede acceder en transporte público o bicicletas.
Así nacen productos como el nuevo Citroën Ami, un tipo de vehículo eléctrico que podría asemejarse en su concepto al de un cuatriciclo con carrocería y que puede conducirse por menores de 16 años, porque no requieren licencia como los automóviles. También Citroën ha mostrado recientemente otro producto llamado Oli, que no tiene su fuerte en ser accesible, pero sí en utilizar la menor cantidad de componentes posible.
Por ejemplo, ese concept car prescinde de una pantalla en el tablero para infoentretenimiento, y la reemplaza por el teléfono celular de su usuario.
Volkswagen acaba de anunciar que retirará los botones táctiles de los mandos del volante porque son menos precisos que los botones físicos y generan menos distracción. Alfa Romeo ha planteado que sus próximos modelos podrían reducir el tamaño de las pantallas o incluso pensar en retirarlas porque distraen a los conductores. Y todos estos son elementos sofisticados que generan un costo en el precio de un automóvil. Entonces aparecen preguntas inevitables.
Si menos personas podrán acceder a un auto ¿Se reducirá el parque de automóviles del mundo cuando los actuales terminen su ciclo de vida útil? ¿Si bajan las ventas de todas las marcas, desaparecerán algunas de las que producen vehículos accesibles? ¿Tendrá que reconvertirse la industria y fabricar autos menos sofisticados para seguir vendiendo? ¿Volverá masivamente el mundo a las bicicletas o a medios de transporte como los monopatines y las motos? ¿Nacerán vehículos de uso unipersonal como el Mobilize Solo? Demasiadas preguntas sin respuesta.
Seguir leyendo