Thierry Breton es el actual Comisario Europeo de Mercado Interior en la Comisión Europea, anteriormente fue Ministro de Economía de Francia entre 2005 y 2007, y la razón de mencionarlo está en recientes declaraciones al periódico francés Les Echos, referidas a la decisión de la Unión Europea de prohibir la fabricación de automóviles con motores de combustión interna a partir del 1 de enero de 2035.
“Respeto el hecho de que algunos estén decidiendo acelerar hacia una oferta 100 % eléctrica, pero también animo a los fabricantes a seguir produciendo autos de combustión interna, generar empleos de calidad y seguir siendo una fuerza exportadora”, dijo el funcionario.
Realmente esta frase encierra en apenas unas pocas palabras el total desconcierto que existe respecto a este cambio de movilidad, absolutamente trascendente en la historia del auto en sí mismo, pero también en la vida de las personas. Por un lado se pretende reducir la huella de carbono que deja la industria del automóvil, pero por el otro no quieren que haya una crisis social y les piden que sigan fabricando el mayor tiempo posible.
Desde que Ursula von der Leyen, presidente de la Comisión Europea, impulsó el plan “Fit for 55″ en julio de 2021, al que se sumó la fecha de caducidad para los motores alimentados por derivados del petróleo a partir de 2035, una gran parte de los ejecutivos de la industria automotriz han manifestado su desacuerdo con el modo en que se quiere convertir la movilidad de las personas a un único formato basado en el uso de autos 100 % eléctricos.
El primero en manifestarlo públicamente fue Akio Toyoda, CEO y Presidente de Toyota Motor Corporation, al insistir reiteradamente en dos aspectos: el enemigo del medio ambiente no son los motores de combustión interna sino los combustibles fósiles, y la mano de obra que quedará desocupada puede causar grandes crisis sociales si esa conversión a autos eléctricos se hace compulsivamente.
Con un sentido de la coherencia notable, no es casual que Toyota, siendo líder de ventas a nivel global, haya sido la última de las grandes marcas en mostrar su portfolio de autos eléctricos, y que recién haya lanzado apenas un modelo, el SUV bz4x.
No tardaron en llegar otras voces, incluso fuera de la industria. El Ministro de Economía del estado de Baviera, Alemania, Hubert Aiwanger, fue contundente el pasado mes de febrero al señalar que “Baviera no debe ser el segundo Detroit”, en una clara mención a la crisis que se vivió en la capital del motor en EEUU cuando se retrajo la industria automotriz, y que le daba trabajo a miles de ciudadanos y sus familias.
Y mucho más cerca en el tiempo, Carlos Tavares, CEO de Stellantis, declaró en el pasado Salón de París, que “la decisión dogmática que se tomó de prohibir la venta de vehículos térmicos en 2035 tiene consecuencias sociales que no son manejables. Si le niegas a las clases medias el acceso a la libertad de movimiento, vas a tener serios problemas sociales”, afirmó, argumentando esta idea en el hecho innegable que pone a los autos eléctricos fuera del alcance de muchas personas por ser caros.
Casi al mismo tiempo, Oliver Zipse, CEO de BMW, afirmaba que “establecer una fecha para eliminar gradualmente los vehículos que funcionan con gasolina podría eliminar los automóviles ‘baratos’ del mercado. Si haces que la propiedad de un automóvil sea solo para personas ricas, eso es algo peligroso”.
Ahora, Thierry Breton, asegura que habrá una revisión de la decisión de poner 2035 en la agenda como fecha límite para los motores térmicos. En otras declaraciones citadas por el diario La Vanguardia de España, el funcionario francés dijo: “Eestoy satisfecho porque se me haya escuchado y se haya incluido una cláusula que permite evaluar la situación en el 2026, y sentarnos para ver si vamos a ser capaces de cumplir o si es necesario hacer ajustes. Yo voy a dedicar todas mis energías para cumplir el plazo del 2035, pero sabemos que antes tenemos una cláusula de revisión”.
Pero Breton es muy honesto en desglosar los problemas que sabe que se enfrentarán de aquí a 2035 para poder cumplir las metas. Para ello ha creado una comisión que componen actores de todos los sectores, y que se reunirá periódicamente para evaluar el avance de los cambios que deben realizarse para llegar a tiempo.
La infraestructura eléctrica debe crecer hasta llegar a los 6,8 millones de puntos de carga y hoy hay 650.000, pero además deben ser de energía eléctrica renovable. El costo de los materiales para producir baterías debe bajar y está subiendo, además de no haber suficiente.
“La demanda de materias primas va a aumentar significativamente en el 2030. Vamos a necesitar 15 veces más litio, cuatro veces más cobalto, cuatro veces más grafito. ¿Cómo vamos a conseguirlos en un mercado saturado y sin crear nuevas dependencias?”, señaló. Esto hace que los autos eléctricos sigan siendo caros. Hoy, en promedio, un auto a baterías tiene un precio un 30 % más alto que uno similar de combustión interna.
Y finalmente, el empleo y las industrias anexas a la fabricación de automóviles se reducirán, y Bretón lo sabe. “Pasar al auto eléctrico implicará la destrucción de cientos de miles de empleos, calculamos que unos 600.000 en toda la cadena. Serán sustituidos por otros, pero quizá no en el mismo sitio, y hará falta formar a los trabajadores”, advirtió.
“Cuando llegue el 2026 veremos dónde estamos y si es necesario cambiar algo, cambiarlo, sin tabúes”, sentenció.
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