La señal de alarma se encendió cuando Rusia empezó a racionar el flujo de gas a Europa. La crisis energética que existía parecía invisible hasta ese momento, tanto por una necesidad política de sostener que el camino a la electrificación de la movilidad era perfectamente sostenible además de sustentable, como por una falta de información de los usuarios, la mayoría de los cuales desconocía que el origen de esa electricidad era generado principalmente por fuentes contaminantes.
Cuando se acabó el gas, el problema se hizo inevitablemente visible y hasta es un padecimiento real, que los habitantes de las grandes ciudades europeas comprobaron con las olas de calor del verano que se acaba de ir, que el costo de la electricidad no permitía usar los equipos de aire acondicionado como hubieran querido.
Casi simultáneamente, en California, que se adelantó al resto de EE.UU. anunciando que desde 2035 ya no se permitirá vender autos con motores de combustión interna, la empresa que administra la energía eléctrica de todo el estado, emitió una alerta para que los usuarios de automóviles eléctricos no conectaran sus autos a la red en horas pico, debido a la alta demanda de energía que una de las más feroces olas de calor, estaba generando.
Ahora la noticia vuelve a llegar desde Europa, y sorprendentemente de Francia, el país con mayor cantidad de plantas de energía nuclear de la Unión Europea, y que por esa situación, debería ser uno de los que menos padezca la falta de gas ruso.
La flamante Primera Ministra elegida por Emmanuel Macrón tras su reelección de abril, Élisabeth Borne, con un pasado muy importante en áreas de movilidad y energía, acaba de realizar un anunciar que este próximo invierno, eventualmente se podría limitar el suministro de energía en los horarios de mayor demanda de la red, esto es de lunes a viernes de 8 a 13 horas y de 18 a 20 horas.
Estas restricciones estarían dirigidas a actividades no esenciales, entre las cuales se enmarca la recarga doméstica de automóviles eléctricos. De hecho, la primera ministra ha dicho que podría llegar a prohibirse y no solo ser una sugerencia para que los usuarios no conecten sus autos a batería durante esas siete horas diarias, en el período de tiempo en que las temperaturas son tan bajas.
El modo de saber en qué momento puede colapsar el sistema y generar que se apliquen este tipo de medidas, es más simple en Francia desde 2020, momento en que se comenzó a medir el consumo y la disponibilidad energética de la red en tiempo real. Estas mediciones indican tres estados posibles del sistema: el azul donde se pondera la conducta de ahorro genérico normal, el verde, en el que se hacen recomendaciones para el gasto energético, y el rojo, en el que comienzan a regir las restricciones al consumo eléctrico. En este punto es cuando eventualmente se solicitará a los usuarios, no conectar sus vehículos para recargar sus baterías.
Lo que resulta casi incomprensible que se haya llegado a un punto como este, siendo que el cambio climático se percibe claramente tanto en verano con altas temperaturas extremas como en invierno con marcas mínimas históricas. Esa tendencia no cambiará, porque todas las políticas ambientales intentan frenar el calentamiento, pero no retroceder a los valores anteriores, algo que sería ideal, pero en la práctica es imposible conseguir con una vida normal de las sociedades de todo el mundo.
Entonces, creer que la movilidad eléctrica pasa por un momento coyuntural complicado por la invasión de Rusia a Ucrania y la falta de gas, es solo encontrar una excusa para responder a la demanda de respuestas que no se pueden dar. Lo que está ocurriendo es que el mundo no está preparado para abastecer de electricidad sustentable a tanta demanda, que los gobiernos no pueden subsidiar la compra de autos eléctricos, resignar recaudación por las ventajas impositivas y a la vez invertir millones en infraestructura que hace falta construir.
Y la industria automotriz, que han sido empujadas a dirigir todos sus recursos a cambiar la movilidad del mundo hacia vehículos a batería, puede encontrarse en un verdadero dilema si las decisiones no son las correctas.
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