Si bien todavía faltan 12 años para que se ponga en práctica, la llegada de la movilidad eléctrica definitiva para 2035 en Europa cambiará el mapa de la industria automotriz mundial. Es que en el viejo continente hay más fábricas de autos que en ningún otro territorio y todas ellas están en la menor cantidad de kilómetros cuadrados.
Aunque no lo parezca existen 134 fábricas de automóviles de pasajeros, 41 de vehículos comerciales livianos, 52 de vehículos pesados, 66 de buses y 72 de motores térmicos. El total es de 283 plantas que se dedican a producir vehículos de todo tipo, motores térmicos y transmisiones. A esta cifra, hay que sumarle las plantas existentes en el Reino Unido, Rusia y Turquía, donde también se producen automóviles y motores.
Del otro lado de la masa territorial que representan Europa y Asia está China, donde aunque hay unas 50 marcas locales, hay también una gran cantidad de plantas de marcas globales y entre todas ellas son capaces de producir 50 millones de automóviles al año. Pero China es una potencia en expansión tanto por volumen como por costos y tecnología, lo que hace estar alertas a los fabricantes de los otros mercados masivos del mundo.
Pero la principal razón por la que una “invasión china” es vista con recelo y preocupación, es por su capacidad de gestionar completamente solos, cualquier producción de vehículos eléctricos, prescindiendo de materiales que tengan que provenir de otros mercados. De hecho, China es el principal proveedor de baterías del mundo, y va camino a serlo también en lo que respecta a microchips. Algo que ningún otro ha conseguido todavía.
Ante este escenario, las restricciones o medidas proteccionistas de la industria local de esos otros mercados, se empiezan a hacer más evidentes, y comienzan a generar como reacción de la industria china, un movimiento que ya no puede pasar desapercibido: descargar parte de sus producciones en otros países de la región que no tienen esas desventajas competitivas.
El lugar elegido ha sido Tailandia, uno de los países vecinos a China, con el que se comunica por tierra, y donde en el primer semestre de 2022, el gigante chino BYD está invirtiendo 491 millones de dólares para levantar una fábrica que será capaz de producir 150.000 unidades del compacto eléctrico Atto 3 por año a partir de 2024. ByD es la marca que vendió más autos eléctricos que cualquier otro fabricante a nivel mundial en este mismo período de tiempo con más de 638.000 unidades.
Pero no es la única marca, sino más bien el reflejo de un movimiento que involucra a muchos más, incluso productores que no son de origen chino. Para finales de este año, el buque insignia de Mercedes, el EQS, saldrá de las líneas de montaje de la planta de Samut Prakan, cerca de Bangkok, capital de Tailandia.
Según la OICA (Organización Internacional de Constructores de Automóviles), Tailandia se convirtió en 2021 en la décima potencia automovilística mundial, con un total de 1.685.705 vehículos producidos. La referencia para entender la magnitud de esa producción, es que Francia (12ma) e Italia (20ma), están detrás de Tailandia.
No es casual, ya que detrás de este interés por el país asiático, hay una política de estado que promueve las inversiones y la calidad de producción. Por un lado, el Gobierno de Tailandia apoya la meta de producir 750.000 autos eléctricos por año financiando a empresas extranjeras que decidan construir fábricas en su territorio con exenciones fiscales de hasta 11 años. Pero por otro, a diferencia de otros países de la región, tiene para ofrecer un nivel promedio de educación y preparación profesional mucho más alto, lo que permite ser un país atractivo para empresas con un alto nivel tecnológico, que priorizan la calidad de la ejecución además del bajo costo de la mano de obra. En los últimos meses, gigantes como Toyota, Great Wall o Saic han firmado acuerdos con el gobierno tailandés para aprovechar el plan de incentivos y aumentar la producción de sus marcas.
Que Tailandia sea una potencia automotriz es a la vez que una solución para su economía, una oportunidad que podría perderse para regiones como Latinoamérica si no se reacciona a tiempo. Nuestra región no tendrá las restricciones para el uso de motores de combustión interna como las que habrá en Europa, y que por la calidad de su manufactura, tiene todo lo que hace falta para alojar a los fabricantes de las marcas más importantes del mundo, las que necesitarán continuar con la producción de automóviles “petroleros” para suministrar a todos los mercados del mundo que los seguirán consumiendo por muchos años más.
Es una apuesta de riesgo, porque los autos eléctricos tarde o temprano llegarán a todo el mundo y también hay que estar preparados. Pero mientras eso ocurre, aprovechar los 15 o 20 años que transcurrirán hasta que ese momento llegue, aseguraría una producción mucho mayor, y por lo tanto mayor cantidad de fuentes de trabajo también. Un tema que es de absoluta actualidad en los países más desarrollados en materia de industria automotriz, donde se avizoran tiempos turbulentos cuando empiecen a cerrar las plantas que ya no producirán partes de los autos térmicos.
SEGUIR LEYENDO