Todavía no era el presidente de Fiat sino el nieto del fundador, aunque por la prematura muerte de su padre, sabía que no solo heredaría el nombre, sino la empresa de su abuelo, Giovanni. Conocido como Gianni Agnelli, este aristócrata italiano se daba la gran vida desde muy joven, y entre sus costumbres estaba la de veranear en Villa Leopolda en Villefranche-sûr-Mer, en la costa francesa más exclusiva del mediterráneo, muy cerca de Niza, vecino de Cap Ferrat.
Era 1958, cuando “l’Avvocato” Gianni encargó a la carrocera Boano, un Fiat 500 muy particular que generó el nacimiento de un concepto, un auto de verano al que se lo conoció como “Spiaggina” (playa en italiano), y del cual después se hicieron muchos otros modelos de Fiat.
No era el primer auto especial que pedía Agnelli, dos años antes, en 1956, había mandado a construir el Eden Roc, diseñado por Pininfarina sobre la base del Fiat 600 Multipla, y en el cual los detalles eran asombrosos los detalles estéticos que se asemejaban a los de las lanchas a motor de la época.
Pero el Fiat 500 Spiaggina fue un paso más allá, no era una lancha con ruedas, era un auto para la playa definitivamente. Pero por ser el auto de quién era, por estar en la plenitud de la “Dolce Vita”, y por los visitantes famosos que los Agnelli recibían en su estancia de verano, como los Kennedy o los Kissinger, el auto adquirió una fama inconmensurable.
Tanto fue así, que el magnate griego Aristóteles Onassis también quiso tener el suyo, y así fue como Boano construyó el segundo y último Fiat 500 Spiaggina, que más adelante se destruyó en un accidente de tránsito del poderoso empresario naviero. Así, el auto de Agnelli quedó como el único ejemplar de este Fiat 500 de playa. Lo certifica su matrícula, que sigue siendo la misma de entonces: TO259879.
El auto es verdaderamente sencillo para las pretensiones que se podían esperar de su propietario. No tenía techo ni puertas, y su interior era impermeable, ya que estaba pensado para que se pudieran subir sus eventuales pasajeros apenas salieran del mar. Los detalles se pueden apreciar en su volante Nardi de madera y metal, y también en los asientos distintos entre sí. Los delanteros, individuales, hechos únicamente en tejido de mimbre, y el trasero de una sola pieza, también de mimbre pero finamente tapizado, evocando a los de las lanchas a motor de los años 60. Como no tenía techo, a veces se utilizaba un toldo como cobertor para resguardar a sus ocupantes de los rayos del sol.
Exteriormente, pintura bitono separada por un elegante corte de madera naval, rodea toda la carrocería, conectándose en una misma línea con dos falsos paragolpes que en lugar de ser de acero cromado, son de la misma madera que los laterales.
La base era la mecánica del Fiat 500 Nova, tenía un motor de dos cilindros de 479 cm3 refrigerado por aire, que era capaz de ofrecer una ínfima potencia de 6 CV. Mientras estuvo en poder de la familia Fiat, quién más lo conducía era el propio Gianni Agnelli, pero incluso cuando en 1970 se lo donó a la persona que lo utilizaba a pedido suyo para trasladar invitados o a él mismo, su odómetro un uso de 16.820 kilómetros.
El automóvil fue registrado en FIVA (Federación Internacional de Vehículos Ancianos) en el año 2018, con el número de identificación 071635, y se subastó el pasado 8 de septiembre por parte de la casa Sant’Agostino Aste de Turín, con un precio que osciló entre los 700.000 euros y un millón de euros, aunque no se ha dado precisión alguna de la cifra exacta como así tampoco del nuevo propietario. Aunque difícilmente, por dinero que hayan pagado por él, nada podrá comprar la historia y vivencias de este particular auto “playero” en sus días de gloria.
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