Al cumplir 21 años, en 1969, el entonces príncipe Carlos recibió un regalo que no esperaba y que atesoró como uno de los más relevantes por el resto de su vida. Su madre, la reina Isabel II, le obsequió un Aston Martin DB6 Volante, un convertible de color azul oscuro que desde ese momento se convirtió en el auto favorito de quién ahora acaba de asumir como nuevo rey de Inglaterra.
El vehículo había comenzado a producirse en 1965 y no era un Aston Martin más, era el primero que decidían diseñar completamente en Inglaterra, después de que el DB4 y el DB5 habían nacido en un famoso estudio de diseño de Milán, el Carrozzeria Touring Superleggera.
El auto tiene un motor 4 litros de 6 cilindros en línea de 285 CV de potencia, que en aquellos años eran un símbolo de deportividad asociada a las competencias en las que la marca brillaba. Así permaneció toda la vida junto al Príncipe de Gales, quién lo usó tanto con la princesa Diana, su primera esposa, como con la actual reina consorte, Camila, pero cuando ya entrada la segunda década del siglo XXI, Carlos comenzó a preocuparse por el cambio climático, sintió que algo no estaba bien con ese auto “petrolero” que tanto placer le daba conducir.
Así fue como en 2018 solicitó a los ingenieros de Aston Martin, que desarrollaran un combustible basado en la fermentación de vinos, que según había investigado, podrían generar en combinación con gasolina fósil, un biocombustible mucho más amigable con el medio ambiente.
Es, en efecto, una de las más extrañas y extravagantes variables del bioetanol E85, combinando residuos de vino no apto para el consumo humano, con suero de leche, un componente utilizado para fabricar quesos. La proporción, tal como lo explica su nombre es de 85% de bioetanol y 15% de combustible derivado del petróleo. Y lo más curioso es que, acercándose al automóvil cuando tiene el motor encendido, se percibe un aroma a vino y quesos único en el mundo.
El bioetanol en cuestión es producido por una empresa llamada Green Fuels, que tiene su sede en Gloucestershire. El trabajo se hizo en conjunto con el especialista en Aston Martin, RS Williams Ltd, quiénes le hicieron las modificaciones técnicas al motor para que el DB6 de Carlos se convirtiera en una máquina que funciona con queso y vino blanco inglés.
En aquel momento, en una entrevista a la BBC referida a su inquietud por el cambio climático, el nuevo monarca británico dijo: “Nos estamos quedando sin tiempo porque no se han tomado las medidas necesarias, ¿verdad? Pues ese es el problema”.
El Bioetanol se produce masivamente en Brasil utilizando desechos de la caña de azúcar, y es el combustible que se utiliza para movilizar a más de 30 millones de autos en ese país. En EE.UU., mientras tanto, el bioetanol se produce con desechos de maíz, y es mayormente producido para vehículos pesados y máquinas agrícolas. Lo que nadie esperaba, y los propios ingenieros de Aston Martin tampoco lo creían posible, era que el DB6 Volante del Príncipe Carlos, no solo funcionara muy bien, sino incluso mejor con este combustible que con el tradicional para el que fue diseñado.
Carlos III siempre fue el integrante de la familia real de Inglaterra que más atención puso en la vida sana y las acciones que favorezcan el cuidado del medioambiente. No solo se preocupó de su Aston Martin, sino también del Queen’s Royal Train, con el que la familia hacía los tradicionales viajes a Escocia para descansar en Balmoral, ya que insistió reiteradamente para que funcionara con aceite de cocina de desecho, lo que consiguió por fin. “Me tomó mucho tiempo luchar para lograr que funcionaran con aceite de cocina usado, pero finalmente funcionó bastante bien”, dijo en la misma entrevista.
Si bien el encanto y la elegancia de un automóvil que funciona con vino blanco y queso es algo más atractivo para la realeza que un tren que utiliza aceite viejo, la realidad es que ambas acciones son dignas de destacar por parte de un hombre que ahora será objeto de muchas más miradas que antes.
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