Primero fue una prueba en el desierto helado de Suecia, donde prácticamente no había ojos indiscretos. Pero después vino un segundo ensayo en la Costa Azul, y ahí si su presencia llamó la atención de miles de personas. Y aunque nadie podía saber exactamente de qué se trataba, ver un auto eléctrico completamente forrado en vinilos de diseño confuso para evitar que se identifique, llamó la atención de todos modos.
Solo algunos entendidos o seguidores del mundo del automóvil habrán notado que se trataba del primer Rolls-Royce eléctrico, nada menos. Se trata del Spectre, una cupé que intentará ocupar parcialmente el espacio de los Wraith y Phantom, con su propuesta de propulsión sustentable, y que saldrá a la venta a finales de 2023.
El primer ensayo fue en enero, sobre una pista de pruebas en Arjeplog, Suecia, a solo 55 kilómetros del Círculo Polar Ártico. Ese era un ensayo clave porque las condiciones a las que se sometió al auto fueron verdaderamente extremas. Y a nadie sorprendió que lo hicieran por dos razones. La primera es que varios modelos de otras marcas han sido sometidos a este tipo de pruebas, especialmente los autos eléctricos. Ocurrió con el Smart #1 y también con el Rimac Nevera hace algunos meses.
Pero la segunda razón es algo que habían anunciado desde Rolls-Royce cuando presentaron el Spectre el año pasado, luciendo el mismo camuflaje de vinilos que aún conserva, y es que antes de ponerse en producción, el auto recorrerá 2,5 millones de kilómetros de pruebas, de los cuales 625.000 serán en la riviera francesa y sus alrededores. La idea del fabricante es ofrecer la garantía de un auto probado tanto como si hubiera tenido 400 años de uso convencional.
La elección de la Costa azul francesa no es casual. Por un lado, existe una inevitable relación entre la representación de lujo que implica el lugar y la que representa un “Rolls”, lo que permite asegurarse que donde circularán varios Spectre, se hayan hecho más kilómetros que en ningún otro sitio. Pero además, en las proximidades de la ciudad de Istres, a solo 65 kilómetros de Marsella y a unos 285 km de Mónaco, existe un centro de pruebas muy utilizado históricamente por la industria, pero ahora solo por las marcas del BMW Group: el autodrome de Miramas.
Es un gran predio de 485 hectáreas, que comenzó siendo un autódromo ovalado de carreras desde su inauguración en 1924, llegando incluso a albergar el Gran Premio de Francia de 1926, cuando todavía no existía la Fórmula 1. Pero por su forma, largas rectas y peraltes muy pronunciados, permitía alcanzar grandes velocidades, considerablemente excesivas para el desarrollo de los autos de ese tiempo. Quedó cerrado para competencias en los años 60, y fue comprado por BMW en 1986, para transformar sus instalaciones en una pista de pruebas con todo tipo de pisos, curvas y velocidades.
Allí hay más de 60 kilómetros entre todos sus circuitos internos con 20 diferentes tipos de geografías y terrenos, que permiten representar la mayor variedad posible de exigencias que un auto puede tener en el mundo. Solo falta el hielo, y por esa razón, Rolls-Royce fue primero a Suecia.
El Spectre será el Rolls más tecnológico de la historia. Algunas cifras son tan impactantes como los 2,5 millones de kilómetros que se han comprometido a realizar antes de fin de 2023. Tiene 141.200 conexiones de emisor-receptor de datos, más de 1.000 funciones electrónicas y más de 25.000 subfunciones que se accionan alternativamente.
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