Goodwood es un nombre familiar para muchos, tal vez no tanto como Indianápolis, Monza o Nürburgring, pero al mencionarlo frente a cualquier aficionado que gusta del automovilismo, nadie duda que se está hablando de una pista de carreras.
Quiénes más conocen de la historia del automovilismo, saben que fue allí donde perdió la vida el neocelandés Bruce McLaren, el 2 de junio de 1970, mientras probaba un sport prototipo de su creación para correr en Can Am. También para los argentinos, Goodwood es recordado por que fue donde Juan Manuel Bordeu tuviera su más grave accidente en 1961, apenas unos días antes de debutar en Fórmula 1 con un Lotus Elite de sport. Las secuelas físicas y una larga recuperación, frustraron el proyecto, y el piloto balcarceño jamás pudo correr en la máxima categoría del automovilismo mundial a pesar de ser pupilo de Juan Manuel Fangio. Un año más tarde, en 1962, otro accidente terminó con la carrera deportiva de Stirling Moss, al despistarse en St Marys, la Ese de alta velocidad del autódromo, y quedar seis meses en estado de coma.
Hasta ese entonces, Goodwood había trascendido por sus carreras de Fórmula 1 sin puntos conocidas como el “Glover Trohpy”, o por las 9 horas de autos sport. Pero su trazado extremadamente veloz, incluso a pesar de una chicana que se hizo antes de la recta de boxes, lo convirtió en un circuito demasiado peligroso, y desde 1966 ya no se volvió a utilizar para carreras. Lamentablemente, cuatro años más tarde, el accidente fatal de McLaren, confirmó esa idea y se cerró para siempre.
De hecho, actualmente, y a pesar de estar en perfecto estado de conservación, la pista solo se puede utilizar apenas un puñado de días al año para el Goodwood Members Meeting que se hace cada año en junio, y para el Goodwood Revival, dos eventos de autos clásicos de competición, ya que la legislación lo prohíbe para evitar ruidos molestos.
Ese circuito, en Chichester, al sur de Londres, es parte de la extensa propiedad de una de las familias más aristocráticas del Reino Unido, que ha estado allí por más de cinco siglos y es descendiente de Carlos II, Rey de Inglaterra en el siglo XVII. Y es precisamente su actual dueño, Charles Gordon-Lennox , el 11mo Duque de Richmond, un gran apasionado por los autos de carrera, quien ha devuelto al nombre de Goodwood a la relevancia que siempre debió mantener como un clásico del deporte motor. Lo ha hecho en otro emplazamiento de su pertenencia, a unos diez kilómetros de la pista, a través de un evento que pronto cumplirá 30 años, y que es conocido como el Goodwood Festival of Speed (FoS).
El FoS tiene como epicentro el Goodwood House, un enorme castillo construido entre 1616 y 1617, aunque solo es una pequeña porción de un vasto territorio en el cual se desarrollan a lo largo del año actividades deportivas y culturales de todo tipo: automovilismo, golf, equitación, vuelo y caza, entre otras.
El Festival of Speed se realiza desde 1993 y consta de una trepada de unos 1.800 metros de extensión, completamente asfaltada y bordeada por prolijos fardos dorados, que serpentea desde el castillo hasta la cima de una colina. Una vez traspasada la línea de llegada, se abre una gran explanada donde hay una pista de tierra especialmente diseñada para autos de rally. Es difícil imaginar el lugar, pero las redes sociales y las transmisiones vía streaming han permitido que el evento trascienda mucho más en los últimos años.
Comenzó con un solo día, el domingo, pero pronto pasó a ser el fin de semana completo, para luego adicionar el viernes también y terminar en lo que es hoy, un festival de cuatro días que comienza el mismo jueves previo. A lo largo de esos cuatros días, autos y motos de competición de todas las épocas y categorías imaginables, trepan en velocidad para el deleite de los miles de aficionados que colman el paddock, las tribunas y los verdes pastizales al costado de la pista.
Lao Iacona es un argentino que desde hace muchos años concurre al Festival of Speed, por su pasión misma por los autos de carrera, particularmente los clásicos de otros tiempos. Y la charla con él no hace otra cosa que confirmar lo difícil que es explicar lo que ocurre con este maravilloso evento que cada año convoca a más público, pero especialmente a más personalidades del mundo motor.
“Como Chichester está a unas dos horas de Londres, lo ideal es alojarse en la ciudad, donde hay hotelería aunque algo escasa para la cantidad de gente que llega cada año. Portsmouth y Bognor Regis son otras localidades cercanas, distantes unos 20 minutos o media hora, donde también se puede conseguir alojamiento y llegar al Festival en auto o tren. Quiénes toman esa opción, tienen buses gratuitos desde la estación de Chichester hasta el Festival, que van y vienen todo el día”, le cuenta a Infobae en un primer acercamiento a este maravilloso evento.
“Lo ideal, por la gran afluencia diaria de gente, es llegar temprano, entre las 7 y 8 de la mañana. Una vez adentro, mirando la trepada desde el punto de largada tenemos sobre el lado izquierdo el Concurso de elegancia Cartier, un poco más adelante está el assembly area, que es el lugar donde se aglutinan pilotos, mecánicos y los autos que van a salir a la pista, y luego, sobre esta misma mano izquierda, está el paddock o los pits principales, llenos de autos y motos de todas las épocas, que son los que durante los 4 días van a trepar por el circuito, a razón de 3 veces al día. Del lado derecho están los stands de las marcas, todo lo relacionado a nuevas tecnologías, vendedores de autos y motos, stand de carreras como Le Mans, los supercars y muchos lugares para comprar merchandising de todo tipo. La actividad comienza muy temprano, desde las 8.30 y se extiende hasta las 17.30 en pista, pero el show permanece abierto hasta las 19 horas o más, dependiendo el día”, comenta para situarnos en el lugar.
Lo interesante del Festival of Speed es que los asistentes están en contacto fácilmente con los autos y las personalidades. “Todo puede verse desde atrás de vallas, a escasos metros, y es algo que genera una adrenalina constante, ya que cuando sale un lote de autos, por ejemplo los F1, a los pocos minutos comienzan a aparecer otros autos y pilotos de otras categorías. Uno puede caminar por ellos libremente y toparse con pilotos y preparadores en cualquier instante. Los coleccionistas de fotos y autógrafos tienen que estar siempre en alerta, cámara y foto con lapicera en mano. Todos son solícitos y la onda y el ambiente es relajado, por más que hay ordas de gente, sobre todo en horas del mediodía y de la tarde. Caminando, me he topado con Mauro Forghieri o Ross Braun, con Gordon Murray, Emerson Fittipaldi o Jackie Stewart por solo nombrar algunos”, relata Iacona.
Aunque cada año llegan visitantes de todo el mundo, los británicos son muy efervescentes y apasionados por los autos de carrera, el clima que se crea alrededor de tantos automóviles que escribieron páginas gloriosas en la historia del deporte motor, y que solo pueden verse en acción en un evento de estas características, es algo único.
“Yo siempre veo mucho entusiasmo y efusividad, y es el propio festival el que genera eso. O bien porque lo que se ve sorprende, por diseño, rareza o por velocidad, o porque le trae recuerdos a la gente, algo caro a sus afectos o pasión. En mi caso particular, ver pasar el Brabham BT44 de Lole Reutemann fue algo emocionante, y lo mismo me ocurrió al cerrar los ojos cuando Emanuelle Pirro pasó a fondo frente a donde yo estaba con el McLaren MP4 de Ayrton Senna. Cada persona va a encontrar y buscar lo que le resulta grato a sus recuerdos o sentimientos. Los chicos se agolpan como locos a ver los nuevos F1 y hasta pueden ver a muchos de los actuales pilotos, como George Russel que hizo una trepada y luego unas donas con el Mercedes de Fórmula 1 de 2021″, explica este argentino apasionado por los autos de carrera.
En los últimos años, varias marcas han encontrado en el FoS una opción diferente para exhibir sus productos, su tecnología y algunos lanzamientos nuevos. Se terminó creando una suerte de Salón del Automóvil donde están las marcas clásicas y centenarias, las nuevas y no tan conocidas, así como los fabricantes de autos de baja serie o supercars, como el caso del argentino Horacio Pagani.
“Yo creo que el dinamismo y la magia que tiene de ver y escuchar, no es comparable con algo 100% estático como los Salones del Automóvil convencionales. Si bien los autos de las terminales no hacen la trepada ni otro tipo de pruebas, los stands están al costado de la pista donde durante todo el día hay actividad. Y creo que el aire libre, si hay buen tiempo, eso no tiene precio. Y si le sumamos que hoy por hoy, tras la pandemia, la gente prefiere espacios abiertos, terminamos entendiendo porqué más marcas se suman a Goodwood”, dice Iacona.
Goodwood parece un túnel del tiempo que conecta permanentemente el pasado con el presente, y ahora también con el futuro. No solo por los autos, sino por las personalidades que desfilan cada año entre la gente, subiendo y bajando o pasando de un auto a otro.
Este año, una de las atracciones fue Nigel Mansell, quién hizo la trepada primero en la Ferrari 640 de 1989 y luego se subió al Williams FW14 con el que se consagró Campeón de F1 de 1992. También estuvieron Damon Hill con el BRM P578 que condujo su padre, Graham, o René Arnoux sobre el Renault Turbo RS10 de 1979.
“El FoS es sencillamente mágico y un evento súper completo. Son cuatro días de pura adrenalina y sorpresas. Si están pensando en hacer todo en un solo lugar: F1, F2, SP, rally, autos clásicos, sport, autos nuevos, supercars y motos de todo tipo, es ‘él’ lugar”, concluye Lao Iacona.
Todos aquellos que quieran conocer más del Festival of Speed, y ver videos o fotos de los autos que cada año se presentan allí, pueden hacerlo a través de @fosgoodwood, las cuentas del festival en redes sociales. Pero hay una advertencia previa para hacer. Una vez que se empiezan a mirar tantas maravillas sobre ruedas, es muy difícil contenerse de intentar hacer hasta lo imposible con tal de ir a Goodwood.
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