Los ministros de medio ambiente de los 27 países de la Unión Europea pasaron un martes agitado en Luxemburgo. Había que decidir si se aceptaba la propuesta de la Comisión Europea respecto del cambio de los combustibles de los autos en el continente a partir de 2035, y había posiciones opuestas al respecto. La decisión se demoró 16 horas y se comunicó este miércoles 29 de junio.
El paquete legislativo aprobado el por el Parlamento Europeo el 8 de junio pasado, a favor de la propuesta de Ursula von der Leyen de julio de 2021, no pasó en la última instancia, que era la discusión país por país.
A modo de referencia, aquel paquete legislativo elaborado por la Comisión Europea el año pasado se llamaba Fit for 55, ya que constaba de una primera etapa en la que de planteaba reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero (GEI) al menos un 55% en 2030 en comparación con los niveles de 1990. Pero lo verdaderamente difícil era la segunda fase del programa de acciones legislativas, que constaba en prohibir la fabricación y venta de vehículos impulsados por motores de combustión interna desde 2035, intentando así llegar al objetivo de convertir a Europa en el primer continente climáticamente neutro para 2050 y mantener vigente el objetivo de 1,5ºC como límite al calentamiento del planeta.
La oposición planteada por muchos fabricantes generó que algunos países tuvieran posiciones encontradas entre gobierno e industria. El caso más claro es el de Alemania, que incluso dentro de la propia coalición que sucedió al mandato de Angela Merkel, no conseguía acordar una posición clara. Las diferencias parecían solo semánticas pero no lo eran. Una cosa es prohibir los motores de combustión interna y otra muy distinta es prohibir los combustibles fósiles, lo cual demuestra un gran desconocimiento por parte de la política respecto a la tecnología.
Hizo falta un debate muy extenso que postergó el acuerdo incluso un día adicional, para que se lograra un punto con el cual todos estuvieran conformes. Y el documento finalmente dejó clara la postura de la Unión Europea al referirse al tema en los términos más acertados, señalando que la prohibición se refiere estrictamente a las ventas de automóviles y furgonetas nuevos propulsados por motores de gasolina y diésel, dejando fuera de la prohibición de los motores de combustión interna como generalidad, lo cual era un error.
Es que tanto por medio de combustibles sintéticos, los llamados e-fuels, como por medio de la inyección de hidrógeno en las cámaras de combustión de los motores a explosión, es posible todavía mantener esta tecnología que comenzó a utilizarse 130 años atrás, sin que ello signifique que se emitan gases de efecto invernadero.
Los e-fuels se producen en laboratorios, a través de procesos electrónicos y energía renovable, y sin utilizar ningún componente derivado del petróleo. De hecho, la Federación Internacional del Automóvil (FIA) ha anunciado que desde 2026, los motores de la Fórmula 1 serán propulsados exclusivamente con estos combustibles, asegurando cero emisiones contaminantes al medio ambiente. Con solo ver que en la categoría participan fabricantes como Mercedes-Benz, Ferrari, Honda y Renault, y a la que entrará el grupo Volkswagen con sus marcas Audi y Porsche justamente a partir de ese cambio de los combustibles fósiles por sintéticos, queda claro que esa tecnología no solo es posible, sino que además es apoyada como un camino para conseguir dar una segunda vida a los millones de autos que actualmente circulan en el mundo propulsados por petróleo.
El hidrógeno, mientras tanto, es fuertemente explorado por el coloso mundial Toyota, que mantiene su postura de no combatir el motor de combustión interna sino el uso de combustibles fósiles, y por esa razón tiene abiertas sus opciones de electricidad pura, de electricidad alimentada por pila de combustible de hidrógeno y de hidrógeno puro, directamente inyectado al motor en reemplazo del gas en que se convierten actualmente la gasolina y el diésel al momento de ser mezclados con el aire y la chispa para generar explosión.
Técnicamente hablando, la prohibición de 2035 exige una reducción total de las emisiones pero no menciona más el motor de combustión interna. Esa es una batalla ganada por la tecnología sobre la política, pero que a la vez le da una enorme responsabilidad para cumplir. Si bien será dentro de 12 años, la paulatina migración hacia otras opciones, empezará a abandonar al petróleo para el transporte. Habrá que ver cuántas otras prácticas que hoy el mundo sigue tomando como normales, siguen ese mismo rumbo. La vida está llena de plástico y el cambio de mentalidad tiene que ser total y no creer que solo con dejar de cargar gasolina, el problema ambiental estará resuelto.
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