Desde hace algún tiempo, varias compañías automotrices han tomado la decisión de separar en dos su producción, combustión interna por un lado y eléctricos por otro. Pero no solamente ha sido una separación técnica, sino también comercial. Lo ha hecho primero Geely, tomando la decisión de dejar a Volvo como la marca que sigue fabricando autos convencionales, aunque después sumó también electrificados, y poner a Polestar como la marca exclusivamente eléctrica. Y lo ha hecho más recientemente Ford, que anunció la separación del negocio en Ford Blue para los autos con motores térmicos y Ford Model e para los electrificados.
Para los analistas de la industria y las finanzas, la explicación está en que, ante la revolución de la movilidad que el mundo del automóvil está viviendo, es conveniente que la marca que tendrá más éxito por ser el camino de vanguardia y futuro, no se vea arrastrada por la que, supuestamente, está empezando a transitar una leve pendiente descendente, que debería incrementarse cada vez más.
Luca De Meo, el CEO del Grupo Renault desde 2020, tiene una mirada particular al respecto, que no contradice esa idea, pero la interpreta de un modo distinto.
“Hay una necesidad industrial de separar los dos equipos porque están jugando a deportes diferentes. Vemos los vehículos eléctricos como un negocio en crecimiento y los motores de combustión interna como un generador de efectivo estable”, dijo el empresario de origen italiano que fue la cara visible del crecimiento de Seat entre 2015 y 2020.
Y aquí se llega a un punto sobre el cual se han referido otros líderes de la industria, como el CEO de Stellantis, Carlos Tabares, o el de Toyota Motor Corporation, Akio Toyoda. Todos coincidieron en varias oportunidades en la idea de no acortar más de lo necesario la transición entre los motores petroleros y los eléctricos, porque no sólo habrá una crisis laboral como la que implicará la pérdida de puestos de trabajo en una industria que necesitará menos operarios, sino que habrá una crisis en las propias empresas a nivel económico.
Los autos eléctricos son todavía muy costosos e inaccesibles, aún para aquellos que quieren cambiar a la movilidad sustentable, que entonces se mantendrán en los motores de combustión interna por más tiempo, o pasarán gradualmente por los híbridos.
Al mismo tiempo, para las filiales de las regiones en las que la electrificación del mercado llegará más tarde que en los países más desarrollados, por ejemplo Sudamérica, la fabricación y exportación de motores de combustión interna a lugares donde ya no se podrán fabricar por los límites de emisiones impuestos por los gobiernos, será el modo de obtener recursos para contribuir a la electrificación de sus plantas para un futuro que es inevitable.
De eso también habló De Meo en la edición 2022 de la conferencia “El Futuro del auto”, celebrado por el Financial Times. “Creemos que todavía hay potencial para la tecnología de combustión interna, pero es un juego viejo. En este caso, las sinergias y el volumen importan, y si separo las actividades de combustión interna y las combino con otro socio u otro actor, me dará una ventaja en el coste y podremos cobrarnos algunos de los márgenes para invertirlos en la nueva tecnología”.
En pocas palabras, lo que está diciendo el CEO de Renault es que, si bien habrá también en la marca francesa una separación entre ambas tecnologías, los autos de combustión interna seguirán siendo el negocio que sostiene buena parte de la inversión en los eléctricos.
Al final del camino, la humanidad tendrá que hacer un balance y reconocer que el noble automóvil de motor térmico convencional, no solo ha cambiado la vida de las personas, sino que en sus días finales, o décadas para ser más exacto, terminó contribuyendo para sanar el daño que causó al medioambiente durante casi de 100 años, sin que el hombre supiera lo que estaba ocurriendo verdaderamente.
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