Desde hace casi un año, dos fechas marcan en cuenta regresiva la agenda del mundo del automóvil en Europa, donde están la mayoría de las marcas que proveen de movilidad a todo el mundo. Son los dos momentos en los que la Comisión Europea pretende que se reduzcan considerablemente las emisiones de gases de efecto invernadero. El primero es el año 2035, cuando ya no se deberán fabricar más autos con motor de combustión interna. El segundo es 2050, cuando ya no puedan circular en Europa, autos que contaminen.
Sin embargo, entre el lanzamiento del Plan Fit for 55 en Bruselas en junio pasado y el primero de esos “dead line” para las fábricas, hay un acontecimiento al que le temen todos, porque será posiblemente un primer golpe para la industria: la entrada en vigor de la norma Euro 7 referida a contaminación medioambiental.
Actualmente, Europa tiene en vigencia la norma Euro 6d, que marca límites de contaminación de los motores de gasolina y diésel convencionales, en un máximo de 60 mg/km de óxido de Nitrógeno (NOx) para los primeros y de 80 mg/km para los diésel, mientras que los gases de monóxido de Carbono (CO) tienen un rango de entre 500 y 1.000 mg/km respectivamente.
Pero la Euro 7, que debería implementarse a partir de 2025, exige una reducción drástica para bajar a la mitad ambos valores, lo que pone en serios problemas a muchos fabricantes, que deberían retirar del mercado algunos modelos o encarecerlos sustancialmente debido a un cambio profundo de su mecánica que les permita seguir vendiéndose.
“Hemos decidido no continuar con el desarrollo de los motores térmicos en Europa porque cuando entre en vigor la Euro 7 los clientes pagarán más por un auto de combustión que por uno eléctrico. Serán los propios clientes los que decidirán que el coche eléctrico tendrá más valor que el térmico”, explicó Ashwani Gupta, director de Operaciones de Nissan en la presentación de resultados de la compañía en 2021.
Este es el reflejo de lo que podría suceder con la industria en Europa. Como Gupta, son muchas las voces que se alzaron en el último tiempo asegurando que Euro 7 sería casi un golpe de Knock-out para muchos modelos de automóviles, y un verdadero problema financiero para las marcas que los producen.
Y en medio de esa situación, la publicación de una nueva propuesta de la UE que establece los estándares de emisiones se ha retrasado nuevamente. Inicialmente debía hacerse para fines de 2021, luego se pospuso para abril de 2022, y ahora se ha fijado la nueva fecha en julio de 2022.
Aunque parezca poco tiempo, la realidad es que las postergaciones solo permiten que ese plazo de 2025 se corra para más adelante, lo que ha despertado indignación en los ambientalistas, porque eso significaría que durante más tiempo se sigan fabricando autos que contaminan más de lo que se había acordado al ideal Euro 7.
Las estimaciones que ocasionan esas protestas son que un millón de autos con motores de combustión interna se fabrican cada mes en Europa, con lo que un retraso de un año, significaría 12 millones de autos extra que generen gases de efecto invernadero. Las cifras, extrapoladas desde 2025 hasta 2035, representan que serán cerca de 100 millones de autos los que todavía se fabricarán antes que la electricidad sea obligatoria para autos nuevos.
Quienes defienden la exigencia de Euro 7 en los mismos valores que la reglamentación original propuso, argumentan que el mercado de automóviles impulsados por motores de combustión interna seguirá siendo inmenso, ya que estas reglas solo regirán en Europa, mientras que en el resto del mundo seguirán vigentes los motores que contaminan en el nivel actual, donde ni siquiera Euro 6d es el límite actualmente.
Es una puja entre dos fuerzas muy grandes e influyentes, tanto una como la otra. La industria, que necesita seguir vendiendo automóviles a más personas que las que tienen posibilidades de comprar un auto eléctrico, y la de los gobiernos, que necesitan bajar los niveles de contaminación urgentemente.
Viendo el nivel de la disputa y algunas de las razones esgrimidas, pareciera que Europa no fuera parte del mismo planeta, porque muchas de sus soluciones se basan en “sacarse de encima” el problema, enviando a otros continentes la tecnología que contamina el medioambiente.
Sin embargo, poniendo el foco en países de esta región, donde Argentina, Brasil y México tienen grandes producciones de automóviles para consumo local y exportaciones, que los motores de combustión para abastecer a todo el mundo una vez que no se puedan fabricar más en Europa, pasen a ser parte de la industria local, podría representarles un gran beneficio económico y un crecimiento de la oferta laboral. Claro que esa es una situación coyuntural, porque el cambio de tecnología es inevitable. Quizás, ese “veranito” podría ser también generador de recursos que permitan hacer la inversión hacia la movilidad eléctrica que será necesaria en el futuro.
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