El Big Ben, el Palacio de Buckingham, Downing Street 10, Piccadilly Circus, Trafalgar Square, la Ribera del Támesis, Hyde Park, Abbey Road, Nothing Hill. La lista sigue según el tema de interés del visitante que llega a Londres y quiere recorrerla para conocer tantos lugares que se han hecho famosos a través del tiempo, tanto por hechos históricos o por películas, series e incluso la música de Los Beatles. Pero tan característicos como cualquiera de esos sitios de la capital inglesa, son dos medios de transporte típicos: el Routemaster, nombre de los famosos buses rojos de dos pisos, y el Black cab, que no es otra cosa que el emblemático taxi negro de techo alto. Ambos han trascendido al paso del tiempo con actualizaciones naturales de diseño y confort, pero siguen estando allí, recorriendo las calles londinenses como parte indivisible del paisaje.
Los taxis negros no son exclusivos en Londres. Existen vehículos de pasajeros con chofer de otros colores, modelos y tamaños, pero por su historia, los black cabs son el taxi inglés por excelencia. Tal ha sido su trascendencia como parte cultural de Londres, que han sido utilizados frecuentemente por miembros de la familia real, del gobierno y el parlamento para sus traslados en la ciudad. A tal escala esto fue así, que Felipe, Duque de Edimburgo y Príncipe Consorte de la Reina Isabel II, supo tener uno para pasar desapercibido en sus viajes por las calles de Londres durante mucho tiempo. Cuando el Príncipe Felipe falleció en abril del año pasado, decenas de taxistas londinenses hicieron una emotiva caravana hasta el Palacio Real a modo de homenaje.
Pero todo empezó antes que Felipe se casara con Isabel. Los taxis londinenses existen desde antes que hubiera autos con motores de combustión. Eran carruajes tirados por caballos que habían sido desarrollados especialmente con la finalidad de transportar pasajeros que pagaran el servicio. Provenían de Francia, se los conocía como Cabriolé por esa capota que permitía proteger a los pasajeros de las inclemencias climáticas. De ahí nació el diminutivo Cab que se adoptó para siempre al momento de nombrar al taxi en idioma inglés.
Y fue otra vez desde Francia que llegó la renovación. Renault había construido un vehículo a motor pensado para ser taxi y 500 unidades llegaron a Londres en 1906 traídos por la General Cab Company. Ese fue el puntapié inicial de una verdadera industria. El color negro es otra historia conocida. Henry Ford fabricaba los Ford T negros porque era el más económico, y como su idea era que más personas pudieran comprar su auto, el precio debía ser el más accesible que se pudiera.
Los taxis de Londres tenían un precio de lista de 395 libras, que equivalían a unos 600 dólares. Pero la compra de un auto se solía hacer en cuotas, con un depósito inicial de 50 libras y pagos mensuales de 10 libras, lo que llevaba el costo final a 472 libras.
Entre los años 30 y los 50, fueron empresas inglesas las que fabricaron las siguientes generaciones de taxis para la ciudad de Londres. Si, eran autos especialmente diseñados y concebidos para ser taxi, con una gran amplitud interior, capacidad para cinco pasajeros cómodamente sentados. El diseño del espacio para los ocupantes estaba normalizado, así como la cabina del conductor, que se separaba de un espacio para el equipaje en lo que sería la butaca izquierda, que no existía (hay que recordar que en Inglaterra el volante está sobre la parte derecha). A ese espacio se accedía desde el exterior y para ganar peso y espacio, no había puerta, sino solo el hueco para las maletas.
Los Austin FX3 y FX4 fueron los que se hicieron más famosos entre todos los black cabs de aquellos años, aunque también hubo taxis fabricados por Morris, Winchester y Beardmore. El FX3 entró en escena en 1948 con dos opciones de motorización. El impulsor diésel de 2.178 cm3 y 55 CV y el de gasolina, con 2.199 cm3 y 50 CV. Ambos tenían caja de cambios manuales.
Diez años después llegó el FX4, en 1959. También tenía dos motores distintos. El diésel era prácticamente el mismo pero el de nafta ahora tenía 68 CV.
Una compañía llamada London Taxis International (LTI) fabricó en 1977 el TX1, con motor diésel de origen Nissan. Ese auto, que siempre mantuvo el mismo formato que exigen las normas de los taxis londinenses, tenía diseño exterior mucho más moderno. En 2002 lo cambiaron por el TX2.
Nunca existió el TX3 y saltaron directamente al TX4 en 2006, dotándolo de un motor diésel ahora de origen italiano de 2,7 litros de cilindrada.
Y en 2018 llegó la electricidad que ahora empieza a ser obligatoria para los taxis de Londres. La London Electric Vehicle Comnpany es la encargada de la fabricación. Es una empresa subsidiaria de la china Geely, con base en Ansty, Coventry, en el Reino Unido. El auto es el LEVC TX.
Los autos tienen un precio de 55.600 libras, algo más de 71.000 dólares pero también están disponibles con un plan de financiación de 177 libras por semana (227 dólares) durante un período de cinco años. La nueva normativa desarrollada por la agencia de Transportes de Londres (TfL), establece que todos los taxis nuevos deben ser capaces de circular con cero emisiones durante al menos 30 millas o 48 km. El LEVC TX funciona con un tren motriz eléctrico de batería avanzado con un motor de gasolina de 1,3 litros, un sistema que su fabricante llama “eCity”.
Esta tecnología de extensión de autonomía le da al TX un alcance de más de 400 millas y puede funcionar durante más de 70 millas o 112 km solo con energía eléctrica. Puede cargar su batería agotada casi por completo en 20 minutos con un súper cargador, en dos horas con un cargador rápido y entre ocho y diez horas con un cargador lento.
Pero esa es la parte menos romántica de la historia. Los Black Cabs han sido un símbolo de Londres, que una vez más se ha encargado de marcar que allí las cosas son distintas, incluso con la forma y diseño de sus taxis.
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