Frecuentemente, cada vez que un robot hace un trabajo que hasta ese momento era exclusiva tarea de un ser humano, el temor de caer en una nueva revolución industrial y sufrir las consecuencias sociales de mucha mano de obra desocupada reaparece como un fantasma que sobrevuela esa innovación.
La tecnología, sin dudas, es una barrera que más gente debe atravesar para no quedar afuera del sistema. Hace poco tiempo se empezaron a probar buques autónomos, que pueden entrar a puerto sin necesitar de los conocidos “prácticos” para hacer esas difíciles tareas de ingreso o salida de una embarcación de gran envergadura. Y aunque la primera impresión fue que esa tecnología dejaba sin trabajo a muchas personas en ciudades con salida al mar en todo el mundo, pronto se supo que, en realidad, lo que ocurre es lo contrario. Hay cada vez menos personal especializado en esas maniobras que requieren capacitación e implican un riesgo.
Algo similar pasa con la maquinaria agrícola autónoma que se ha empezado a probar en Alemania el año pasado. La falta de personal dispuesto a hacer el trabajo sacrificado de largos días y noches cosechando, ha generado que haya un mercado ávido por este tipo de soluciones tecnológicas que prescinden del hombre.
Y es el mismo caso que se replica en otros ámbitos, por ejemplo, en los servicios de vigilancia en Luxemburgo. Este pequeño país europeo que limita con Alemania, Bélgica y Francia, es reconocido por su alto estándar de vida y por tener la mayoría de los grandes bancos y todo tipo de entidades financieras de todo el mundo.
En la capital, que lleva el mismo nombre, una empresa de seguridad llamada Luxecurity Luxmburg SA, ha adoptado un robot de seguridad desarrollado por la compañía Argus, para comenzar a promocionar servicios robóticos de vigilancia. El robot, que lleva la sigla S5.2, está equipado con una cámara térmica PTZ, seis cámaras panorámicas para una vigilancia completa continua. El análisis de video a bordo, le permite al robot detectar personas, monitorearlas, si es necesario, cambiar su ruta prestablecida para seguirla. La tecnología de contar con una cámara térmica, le permite brindar protección también durante la noche.
Es fundamental entender que estos robots de Argus no son autónomos completamente, sino solo para sus desplazamientos, ya que no requieren de un control remoto que los guíe, pero esa autonomía no está destinada a cumplir la función de seguridad, sino de patrullaje. Ante un inconveniente con intrusos, por ejemplo, el robot representa “los ojos de la empresa de seguridad”, que debe actuar con su personal in situ.
Y es aquí donde está la explicación de por qué estos robots no desplazan al hombre de esa tarea de vigilia. Según explican sus fabricantes, su uso complementará a los guardias o incluso reducirá su número, pero no por dejarlos sin trabajo, sino porque podrán hacerlo de forma remota, sin una presencia directa en la instalación protegida.
Al mismo tiempo, la eficiencia laboral de dichos empleados aumentará significativamente. Podrán controlar el trabajo de robots ubicados en diferentes áreas protegidas. Esto, a su vez, aumentará sus salarios, ya que los seguros del personal de vigilancia son muy altos, precisamente por el riesgo que asumen en su tarea.
Una mirada más profunda, permitiría notar que, si ese personal no se desplaza hasta su lugar de trabajo, contribuirá a no sobrecargar el transporte público, lo que podría representar una merma en las emisiones contaminantes, lo que se adiciona al hecho en sí mismo de los robots de Argus, que son eléctricos y tampoco contaminan.
Y por si esto no fuera suficiente, este tipo de herramienta/vehículo, podría haber permitido que cumplieran un rol protagónico en la tarea de preservar la vigilancia ante la pandemia. Gracias a sus cámaras sofisticadas, el Argus podía detectar que las personas con las que se pudiera cruzar en sus recorridos, no tuvieran colocado un barbijo, y reportarlo.
El hombre siempre seguirá teniendo el papel central de ser la máquina con criterio, que ve, evalúa, piensa y actúa. La tecnología es la mejora ayuda para el ser humano, no es el enemigo.
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