Hay mucha gente que al final de un viaje, una vez que llegó a destino, le habla a su auto y le dice algo así como “qué bien que te portaste”. Esa relación entre el hombre y su auto es muy común en personas que hoy tienen más de 40 años de edad que pertenecen a una época en la que el auto, era un tesoro. Para los más jóvenes, que posiblemente están más interesados en un buen smartphone antes que en aprender a manejar, esta situación quizás les parezca risueña, porque el auto ha dejado de ser ese objeto de deseo que era antes. Y no está mal, porque los tiempos cambian los usos y costumbres. Pero para quiénes peinan canas, no tanto.
La historia de Alberto y Gonzalo cuenta algo de todo eso, y lo enmarca además en una relación de amor familiar absoluta. Ellos son abuelo y nieto. Viven en General Pico, La Pampa. Alberto López fue mozo hasta 2011, cuando cumplió 65 años y se jubiló. Trabajaba en el café Roma y los fines de semana atendía también en los bailes del Club Atlético Ferro Carril Oeste de General Pico. Gonzalo Gorosito, es empleado en la Municipalidad de General Pico, pero además es disc jockey los fines de semana. Tiene 33 años, y cuatro hermanos, uno de ellos es gemelo suyo, Elian. Todos ellos son nietos de Alberto por parte de su madre.
La unión familiar de los nietos y su abuelo es muy fuerte. Los padres de Gonzalo ya no viven, y en octubre de 2021, María Rosa, su abuela y esposa de Alberto, también dejó este mundo.
“Desde entonces, el abuelo cayó en una tristeza muy profunda. Si antes, él y mi abuela no salían mucho porque no querían andar molestando para que los busquemos o los llevemos a la casa de alguno de nosotros o de mis tíos, al quedarse solo, ese aislamiento fue mayor aún”, cuenta Gonzalo a Infobae.
Alberto siempre había querido tener un Renault 12, pero nunca pudo llegar a él. Una vida de mucho trabajo para dar el mayor bienestar posible a su familia, es el ejemplo que transmitió a sus nietos.
“A veces uno no se da cuenta. Se la pasa todo el tiempo tratando de estar mejor, trabajando más para poder lograr metas personales, y no ve a su alrededor. El abuelo siempre quiso un Renault 12 y no pudo comprarlo. En Pico había uno que estaba en muy buen estado, y yo conocía al dueño. Cada vez que me lo cruzaba yo le decía que, si algún día se decidía a venderlo, me avisara primero, que yo iba a tratar de comprarlo. ‘No, este auto es para mí como tu moto para vos. No lo pienso vender’, me respondía”, relata Gonzalo.
La moto era una Yamaha 125 cm3 de 2011, color azul brillante, que compró cero kilómetro. Gonzalo había estado ahorrando para comprarla durante mucho tiempo. Era una joya para él. De esos vehículos que un día de lluvia no se sacan a la calle para que no se ensucie. Hasta dormía dentro de su casa.
“El 10 de diciembre, el dueño del auto me encuentra y me dice que iba a venderlo, y que como siempre le dije que me avise primero, me daba la prioridad. Ahí mismo le pedí que me diera unos días, que iba a ver como hacía. Me dio todo diciembre de plazo. En esos meses, justo con el fin de las restricciones de eventos multitudinarios que habían impuesto por el Covid, yo había empezado a tener mucho trabajo con fiestas todos los días de cada fin de semana, entonces vi que podía reforzar un poco mis ahorros. Junté lo que tenía, lo que gané, y vendí la moto. No lo dudé ni un minuto. Era lo que el abuelo había soñado y ahora lo podía concretar. Necesitaba esa alegría. Me faltaban 30.000 pesos, le pregunté a mi hermano gemelo si me los podía prestar, y me los dio. ‘Si es para el abuelo, no me los devuelvas, vos conseguiste el resto, esa es mi contribución’, me dijo. Así que en 15 días fui y compré el auto. Me lo entregó el lunes 27 de diciembre”, relata el nieto con absoluta precisión de cada detalle.
El Renault 12 es un modelo TS de 1993. Estaba entero, con algunas cosas menores por hacerle como cambiar las micas de los faros traseros que estaban gastadas por el paso del tiempo, y algunos detalles como algunos focos quemados. Nada muy importante. Gonzalo se lo llevó a su casa, y lo primero que hizo fue ponerle las luces nuevas, y aprovechó para cambiar el tanque de nafta, que estaba un poco picado. El Renault 12 quedó listo, esperando el gran día.
“Como queríamos hacer un festejo de fin de año todos juntos, que le levantara el ánimo al abuelo, alquilamos una quinta fin de año. Ese era el momento perfecto. La tarde del 31 de diciembre, casi cuando ya era de noche, llevé el auto hasta la esquina de la quinta y lo estacioné ahí, para que nadie lo viera. Y a las 12, después de brindar por año nuevo lo fui a buscar y lo traje con las luces apagadas hasta la puerta de entrada. Mis sobrinas se aseguraron que el abuelo no viera nada y paré el auto ahí, en la puerta. Le dijeron que teníamos una sorpresa y lo llevaron para el portón. Y cuando llegó, prendí las luces, lo puse en marcha y lo entré. ‘¿En serio esto es para mí?’, no lo podía creer. Le brillaban los ojos. En ese momento me di cuenta que esta era una alegría mucho mayor para él, de lo que yo mismo imaginaba”, cuenta Gonzalo.
Esa noche, al llegar a su casa y ver que sus vecinos estaban despiertos todavía, Alberto fue a contarles que ya no podía alquilarles más el techo, que ahora tenía su propio auto y lo iba a necesitar. “Los vecinos salieron a la calle a ver el Renault 12 y fue una fiesta para todos. Inmediatamente le dejaron el espacio vacío, y el auto durmió bajo techo desde su primera noche”, recuerda con entusiasmo, Gonzalo.
La noticia llegó a oídos de los medios locales y pronto trascendió fuera de General Pico. Se publicó en varios medios de cobertura regional, se viralizó en redes sociales y hasta llegó un canal de TV de Buenos Aires. Entonces entra en escena la marca. Pablo Sibilla, Presidente y Director General de Renault Argentina, estaba de vacaciones en el sur, donde se enteró de la historia.
“Me llamó nuestro Director de Marketing, Marcelo De Carlo, y me dijo ‘¿Viste esta historia? Se nos ocurrió una idea de lo que podríamos hacer’, e inmediatamente nos pusimos a intercambiar mensajes de Whatsapp, y en conjunto entre el equipo de comunicaciones y comercial, fuimos construyendo esta propuesta que representa todo lo que significa el cliente para Renault”, dice el máximo responsable de la empresa en Argentina.
Lo paradójico de la historia es que Alberto no era cliente de Renault, sino que había soñado toda su vida con serlo, con tener un R-12. Y eso quizás caló más profundo en los hombres que dirigen la marca.
“Nosotros habitualmente decimos que la mitad de las familias argentinas han tenido un Renault alguna vez en su vida. De hecho, en mi caso personal, pasó también. Cuando cumplí 18 años, mi mamá, que tenía un Renault 4, me regaló un Renault 6 y ese fue mi primer auto. Y el Renault 12 era el sedán de la clase media por excelencia y tenía una versión break, lo que lo hacía un auto muy familiar. Representaba lo que la gente trabajadora, que se esforzaba para llegar a su auto, podía alcanzar. Entonces esta historia no la podíamos dejar pasar. A los 76 años, Alberto podía concretar ese sueño gracias al esfuerzo de su nieto”, comenta Sibilla.
“A fines de enero me contactaron de Renault contándome lo que tenían ganas de hacer. Al principio no sabía si era verdad. Me parecía increíble que Renault se comunicara con nosotros. Cuando pregunté qué idea tenían, me dijeron que el Director de Posventa quería tener una video llamada con nosotros para contarnos. Así que la hicimos y ahí nos explicaron que el Presidente de Renault, Pablo Sibilla, había propuesto restaurar el auto en todo lo que le hiciera falta para dejarlo como nuevo, y además, regalarnos el service de por vida”, retoma el relato Gonzalo.
Fabrizio Galetto, Director de Posventa se hizo cargo del proyecto trabajando con Manera Pérez, la concesionaria local de General Pico, una de las agencias más antiguas de la red en todo el país. Una hora más tarde de recibir la noticia, llegó una segunda llamada al teléfono de Gonzalo. Era una persona de la concesionaria, para indicarle que ellos serían los encargados de realizar todos los trabajos de restauración que se le harían al auto, y que los esperaban si era posible al día siguiente.
“A primera hora de la mañana estábamos ahí con el auto para que lo revisen. Se lo quedaron dos días para hacer una lista completa de los trabajos que se debían hacer”, relata el nieto del personaje central de la historia.
El trabajo se hizo en dos partes, la primera sería la exterior, y la segunda la mecánica. En la primera etapa le cambiaron el paragolpes delantero por uno nuevo, le cambiaron toda la instalación eléctrica completa y algunas luces, incluyendo las ópticas delanteras, y le colocaron todas las insignias originales. En la segunda etapa, que terminaron a mediados de marzo, se reemplazó el escape completo, se desarmó la caja de cambios, se cambiaron placa y disco de embrague y varillaje de la selectora, además de un cambio de bujías, depósito de líquido refrigerante del motor, los cuatro amortiguadores y el tren delantero completo.
“Nos impactó tanto, nos llegó tan profundamente la historia de Gonzalo y Alberto, porque más allá de su relación de nieto y abuelo que es un lazo tan especial para las personas, implicó que Gonzalo se desprendiera de un bien propio, tan querido como su moto, para hacerle el regalo a su abuelo. Así que el día que tuvimos la reunión virtual con los dos para contarles nuestra idea, conocerlos y escucharlos un poco, decidimos darle algo también a Gonzalo, así que le regalamos una bicicleta Venzo, que es una marca de Córdoba con la que estamos trabajando para hacer una línea de bicicletas Renault. No lo queríamos ‘dejar a pata’, para hablar en lenguaje bien nuestro”, dice Pablo Sibilla.
“Si antes nos costaba sacarlo al abuelo de su casa, ahora nos cuesta encontrarlo. Desde que tiene el auto, se la pasa yendo para todos lados, se ofrece a ir a hacer los mandados a toda la familia. Le cambió la vida, y me emociona mucho verlo tan contento”. Aunque a lo largo de la charla, Gonzalo siempre dio muestras del amor por su abuelo Alberto, en este momento es cuando la emoción lo supera. No es para menos.
Ahora queda un último paso para ponerle “un moño” al regalo que comenzó con el gesto de Gonzalo, y que animó a la marca a involucrarse también. Recibieron una invitación que Sibilla para que puedan conocer la Planta de Santa Isabel, en Córdoba.
“Tenemos que coordinar con ellos para ver la fecha, pero nosotros queremos ir en el auto hasta el lugar donde se fabricó el R-12. Además, porque sería una forma de demostrar que el auto quedó perfecto como para hacer ese viaje. Nuestro sueño es ir y sacarnos una foto con el auto en la fábrica, sería el final perfecto”.
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