Adelantadas a su tiempo, precursoras, dueñas de una determinación que las hizo únicas, y les permitió trascender su época para quedar para siempre en un lugar destacado de la industria del automóvil. Mucho antes de tener los mismos derechos cívicos en los países occidentales y de los avances actuales en cuanto a igualdad de género, hubo mujeres que dejaron su huella en un mundo que parecía destinado solo a ser liderado por hombres.
El primer caso es el de Margaret A. Wilcox, oriunda de Chicago. Nació en 1838 y para 1865 ya era una de las pocas ingenieras mecánicas de ese tiempo. Su pasión por las máquinas y los autos la llevó a patentar a los 55 años, el 28 de noviembre de 1893, el primer sistema de calefacción para automóviles. En ese momento la idea no fue tomada como una revolución para los autos.
Acaso por ser una mujer quien que lo había creado, en un primer momento no se le dio la importancia que merecía. Su invento fue tomado como un verdadero aporte a la industria del automóvil, recién tras probar el sistema y demostrar que, además del confort por la climatización de la cabina, la calefacción permitía que no se empañasen los vidrios ante una situación de niebla o frío intenso.
Casi una década después, otra mujer haría un aporte clave en la seguridad de los autos. Se trató de Mary Anderson, norteamericana también, quien no tenía ninguna vinculación con las máquinas, los autos o la ingeniería. Al contrario, su trabajo estaba en el campo de los bienes raíces. Sin embargo, curiosa, observadora y detallista, un día, mientras viajaba en un tranvía en un día de lluvia por la ciudad de Nueva York, notó la dificultad que tenía el conductor para ver el camino y especialmente a los peatones que, producto de la precipitación, cruzaban corriendo, muchos de ellos, escudándose en sus paraguas, lo que ponía toda la responsabilidad de evitar un accidente, en el conductor del transporte de pasajeros. Así fue como empezó a pensar en algún sistema que permitiera que por acción de un mecanismo automático, limpiara el cristal a través del cual debía ver hacia adelante, dándole entonces vida al primer sistema de limpiaparabrisas, en 1903.
Aunque fuera conocida como la piloto mujer más rápida del planeta en su momento, tras marcar el récord de mundial femenino con 146,25 km/h en 1911, la británica Dorothy Elizabeth Levitt hizo un aporte mucho más valioso al mundo del auto a partir de una idea que tuvo un tiempo después. Es que su profesión era la de periodista y escritora, por lo que su pasión por los autos, la llevó a escribir un libro titulado “La mujer y el auto”, en el que daba consejos a las mujeres sobre conducción, en un tiempo en el que todavía era algo inaccesible para muchas de ellas. De hecho, su experiencia enseñando era tan vasta, que había sido la instructora de la Reina consorte Alexandra de Dinamarca y sus hijas, las princesas Victoria, Maud y Luisa.
En su libro, Dotothy escribió un consejo muy particular para las mujeres: que llevaran un pequeño espejo de mano en un lugar conveniente al conducir un auto, no por motivos estéticos, sino para ver hacia atrás mientras iban en el tráfico. Nació así el espejo retrovisor, que permanece como un accesorio fundamental de los automóviles hasta nuestros días, cuando gracias a la tecnología, han empezado a aparecer las cámaras de video como reemplazantes a los que hay que acostumbrarse aún.
En Ontario, Canadá, en 1886, nació Florence Lawrence, hija de un fabricante de carruajes y una actriz de vodevil. Desde muy chica, la pasión por la actuación le tiró mucho más que las máquinas, así que se dedicó al mundo de las películas, en el que llegó a protagonizar 280 filmes, lo que le permitió amasar una fortuna personal pocas veces vista por ese tiempo. Entonces, aparecieron sus genes mecánicos y, al tener la posibilidad económica de hacerlo, fue una de las primeras mujeres que se compró un automóvil para uso personal e individual. Y fue ese uso del auto el que la llevó a inventar un dispositivo ocurrente y práctico a tal punto, que hoy todavía se usa en los autos de todo el mundo: la luz intermitente para indicar un giro en la dirección de un auto.
Fue en 1914 cuando Florence desarrolló la idea. Se trataba de un dispositivo tan simple como dos pulsadores que el conductor debía presionar antes de doblar a la derecha o a la izquierda. Una vez que la maniobra había terminado, había que pulsar nuevamente para desactivar el aviso luminoso trasero. En su idea por automatizarlo, y con el mismo concepto de presionar un botón, Lawrence tuvo una segunda ocurrencia, que fue generar que esas mismas luces que advertían de un cambio de dirección pudieran encenderse también al presionar el freno, de modo de advertir a los automovilista que iban circulando atrás, que el auto de adelante estaba frenando o disminuyendo la velocidad. La única idea que no se le ocurrió fue patentar sus inventos, por lo que nunca recibió regalías de sus aportes a la seguridad vial.
En el mismo sentido de aportar a un tránsito más seguro, otra mujer que dejó su huella fue la médica californiana June Robertson McCarroll. Y su huella está en cada ruta de doble mano del mundo, porque lo que inventó fue la señalización de líneas en los caminos. Por su trabajo, recorriendo el Valle de Coachella para atender a sus pacientes, un día tuvo un accidente al tener que esquivar un gran camión que ocupaba todo el estrecho camino por el que circulaba en dirección contraria a ella. Su auto terminó en una zanja en la banquina, y ella con la certeza de no haber sido respetada por el conductor del camión, ya que ambos vehículos entraban sobre el camino.
Fue así como tuvo la idea de marcar la ruta con carriles para cada sentido. Llevó la idea a la Junta de Supervisores del Condado de Riverside, y a modo de ejemplo, pintó ella misma una franja blanca de aproximadamente un kilómetro y medio en la que actualmente es la Autopista 99. Su accidente fue en 1917, pero su lucha para imponer la demarcación se extendió hasta 1924, cuando la Comisión Estatal de Carreteras, votó para aprobar las franjas centrales, y transformó al Estado de California en el primero en aplicarlas.
Mucho más adelante en el tiempo, en 1965, la química polaco-estadounidense Stephanie Kwolek produjo la primera síntesis de poliparafenileno tereftalamida, algo que luego se transformaría en una popular fibra sintética que hoy se conoce como Kevlar, y que empezó a comercializar la empresa Dupont en 1972. Inicialmente no se usó en la industria del automóvil, sino para confeccionar chalecos antibalas y velas náuticas, dadas sus propiedades de alta resistencia, superior al acero, a la vez que es un compuesto sumamente liviano. Pero una vez desarrolladas sus formas de utilización, se empezó a aplicar en la construcción de neumáticos mucho más fuertes y seguros, y más tarde, a la fabricación de piezas de carrocería para autos de alta performance.
Las mujeres han participado mucho más y desde mucho antes de lo imaginado en el mundo del automóvil. No es casual que sus inventos tengan que ver con detalles y soluciones de practicidad, y no con desarrollo de potencia, sistemas de combustión o diseños de autos de altas prestaciones. No es casual tampoco, que en honor a ellas, cientos de modelos de autos hayan recibido un nombre de mujer como identidad.
Mercedes es probablemente el primer nombre de un auto que representa a una mujer, y no es un modelo sino una marca en sí misma. Mercedes era el apodo que tenía la hija de Emil Jellinek, el principal distribuidor de autos fabricados Daimler en varios países europeos. Cuando Daimler se vio imposibilitado de usar su nombre por haber vendido los derechos de uso, Jellinek pidió ponerle el nombre de su hija a los autos que se producirían desde entonces, ante la fusión de la empresa de Gottlieb Daimler y la de Karl Benz.
Alfa Romeo utilizó los nombres Giulia y Giulietta, Lancia nombró modelos como Fulvia, Flavia y Aurelia, Nissan fue muy exitoso con el Silvia, Toyota con el Carina, Renault con Megane y Zoe, Dodge hizo la pickup Dakota, Lotus hizo el Elise, Citroën el Xsara, y hasta el Borward Isabella fueron y son formas de rindir homenaje a las mujeres que tanto hicieron por el automóvil.
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