Aunque no se lo pueda dimensionar completamente, el cambio que se producirá en el mundo entero con la suplantación de los motores de combustibles derivados del petróleo por los sistemas de movilidad eléctrica, cada día muestran nuevas facetas.
Desde lo conceptual, el transporte o traslado de las personas de modo ecológico, siempre será una buena causa, pero en toda transformación hay pérdidas, y lo que hay que intentar hacer es que esas pérdidas sean lo menos cuantiosas o traumáticas posibles para sociedad.
Mientras la industria del automóvil se ha subido un poco por convicción y otro poco por imposición a esta forma de propulsión, el mundo desarrollado tiene que dar todavía un gran paso, probablemente el más grande y difícil, que es producir energía eléctrica de modo renovable, ya que si esto no ocurre, la contaminación que se ahorra de los escapes de los autos, se generará en las chimeneas de las plantas de generación eléctrica.
Por esa razón crecen los parques eólicos y los parques solares, así como las centrales hidroeléctricas, pero con el cambio climático, estas últimas están tan a merced de las lluvias y las sequías, que terminan siendo una fuente más intermitente que el viendo y el sol. El secreto es cómo acumular esa energía para que esté disponible en el momento de la demanda, y no sea una alimentación continua que no siempre hace falta. El modo de acumular es en baterías, pero también puede ser en hidrógeno a través de un doble proceso de electrólisis.
Toda esta introducción es necesaria para entender por qué el mundo no puede mudarse a la electricidad instantáneamente aún si quisiera hacerlo para que ese objetivo de la cumbre de Glasgow, de evitar que la temperatura del planeta suba más de 1,5° C para fin de siglo respecto a la era preindustrial. Pero los especialistas aseguran que de aquí a 2030 se deberán hacer los mayores esfuerzos, que representan la eliminación de los combustibles fósiles, sino será tarde porque el daño que se cause de aquí a final de la década será determinante del futuro.
La urgencia climática es real, pero el tiempo no se puede acelerar. En el mundo del automóvil, concretamente, un estudio recientemente publicado por la Organización no gubernamental Eurelectric, que reúne a los actores de la Industria Eléctrica europea, ha establecido que para 2035 habrá en el continente unos 130 millones de autos eléctricos, contra los 3,3 millones actuales. Este crecimiento requerirá de unos 65 millones de puntos de carga, que se deberían distribuir en 85% de cargadores domésticos y 4% de cargadores en vía pública.
El número asusta, no sólo por la cantidad, sino por las limitaciones estructurales y la infraestructura de generación de energía, advierte el informe. Pero el llamamiento de Eurelectric es claro: “la instalación de la infraestructura necesaria para hacer frente a la demanda futura actualmente se enfrenta a retrasos considerables”, dice Kristian Ruby, Secretario General de Eurelectric, desde Bruselas. La polarización de la energía eléctrica muestra países con un alto grado de inversión, como Países Bajos, Alemania, Francia e Italia, pero otros con muy escaso desarrollo, lo que en el futuro podría generar alteraciones del servicio, y bajas de tensión por sobrecarga y sobredemanda.
Pero las limitaciones, son solo eso, frenos o ralentizadores para algunos desarrollos, que de todos modos se ponen en funcionamiento con miras a tener un horizonte más favorable en el futuro próximo. Muy lejos de Europa y su problemática que implica reacciones más lentas por requerir acuerdos y acciones de muchos países, en Norteamérica, el Ejército de EE.UU. ha elaborado su propio plan de desacarbonización de sus recursos móviles, con un plan de reducción de un 50% para 2030 y de 100% de eliminación de gases de efecto invernadero para 2050.
Estos dos plazos diferentes resultan precisamente de la limitación de infraestructura, porque se puede hacer un cambio relativamente rápido de vehículos no tácticos, pero por el momento no parece posible hacer lo mismo con las unidades tácticas, que requieren certeza absoluta de energía para su funcionamiento.
El camino que han decidido es el de pasar a tecnología eléctrica todos los vehículos livianos para 2027 y el resto de la flota, con vehículos medianos y pesados no tácticos para el años 2035.
Si bien por ahora no parece poder enfrentarse la electrificación de los vehículos tácticos, los que están en el frente o en expediciones de riesgo, también suministrarles combustible derivado del petróleo genera un riesgo. Sin tener que recurrir a muchos más argumentos, vale solo recordar que en la batalla de Las Ardenas, el ejército alemán de Adolf Hitler tuvo que abandonar muchos vehículos y continuar a pie por falta de combustible en la Segunda Guerra Mundial.
Cuando la infraestructura y el desarrollo de las fuentes de energía renovables lo hagan posible, este tipo de vehículos deberían tener la independencia de poder aventurarse en misiones aún más extremas, sin necesitar apoyo de energía que los acompañe.
General Motors lanzó en 2020 un vehículo llamado Infantry Squad Vehicle (ISV), pensado exclusivamente para uso militar. Ahora, con la inversión que la compañía dirigida por Mary Barra en el Hummer EV, se está desarrollando un concepto similar pero electrificado, cuya denominación es eLRV y que se comenzará a ensamblar este mismo año. La idea es producir prototipos para que el Ejército de EE.UU. comience a hacer las pruebas y reformas que consideren necesarias, de modo de avanzar en el proceso de mutar la flota a vehículos impulsados por baterías.
Para los vehículos tácticos pesados, la opción del hidrógeno podría funcionar de manera más efectiva que la electricidad, pero las pantallas solares siempre pueden ser un complemente que otorgue autonomía extendida. Del desarrollo de los próximos años, saldrán estas y muchas otras respuestas que le permitan a la humanidad, entender el gran cambio de paradigma que representará.
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