El precursor podría decirse que fue el Fiat Botafogo de 1917, pero la idea regresó durante la Segunda Guerra Mundial. En 1939, el avión alemán Heinkel He-178, se convirtió en el primero con motor a reacción. De ese primer prototipo, derivó el famoso Messerschmitt Me-262 de la Luftwaffe, ya en plena guerra, en 1942.
Con ese antecedente, la Guerra Fría entre EE.UU. y Rusia por conquistar el espacio y desde allí, poder tener acceso a la defensa/ataque que fuera necesaria, produjo el inicio de la carrera espacial, y entonces, los cohetes y las turbinas fueron parte del idioma de la ingeniería mundial.
Así, los ingenieros italianos Luigi Rappi y Dante Giacosa, tuvieron la idea de hacer un auto a reacción también. Tomaron un auto que ellos mismos había creado, el Fiat 8V, le modificaron la carrocería haciendo una trompa en punta que no contenía faros y reducía considerablemente la entrada de aire, y le agregaron unas aletas verticales a los guardabarros traseros, aprovechando que tenían un ángulo superior algo alejado de la línea de ventanillas que iban hacia la luneta.
El auto fue pintado combinando el blanco con el rojo, con un diseño lleno de curvas y en la parte superior de esas aletas, sobre el blanco, se pintó la palabra Fiat en dorado, acompañada de una especie de bandera italiana horizontal. El auto, realmente parecía una nave espacial para andar por la tierra. El remate lo confirmaba. Una boca central en medio de la tapa del baúl, la salida del cohete con ruedas. Adentro, detrás de la cabina y debajo de esa tapa trasera, una turbina a gas. Lo llamaron Fiat Turbina.
El proyecto nació en 1948 y tardaron 6 años en desarrollarlo hasta ponerlo a consideración pública. Tenía dos motivaciones para existir. Mostrar que la industria italiana era capaz de semejante desarrollo tecnológico y, por supuesto, para experimentar una nueva forma de propulsión que parecía tener futuro. Recordar que estaban en 1954, es un ejercicio necesario para entender esa forma de pensar. Entre otras cosas, el consumo no era un problema en el mundo todavía. La crisis del Canal de Suez o Guerra del Sinaí, estallaría recién en 1956.
Técnicamente era un desafío de proporciones inimaginables. La turbina giraba a 20.000 RPM, con lo que solo aplicar esa potencia a una tracción trasera, requería una ingeniería muy particular. La turbina, como tal, produce un movimiento de giro, el cual debe hacer girar las ruedas del auto. Para que la turbina gire, se necesita inyectar combustible pulverizado y aire a elevada presión a una cámara de combustión, tal como en un motor a explosión convencional. Pero en el Fiat Turbina esa cámara no era una, sino tres, luego de las cuales venía la turbina misma.
El torque que provocaba esa explosión era aproximadamente de unos 4.000 Nm, por lo que había que hacer una reducción de esa fuerza para poder mover las ruedas sin que todo explotara. Hicieron un sistema de desmultiplicación, y así consiguieron que el Fiat Turbina alcanzara una velocidad de 250 km/h sin que su piloto se derritiera en el intento. Porque la temperatura que generaba semejante potencia y explosiones en la espalda de un conductor, era verdaderamente peligrosa. Como se trataba de un experimento y no de un automóvil en el que una persona tuviera que permanecer más de un par de minutos expuesto a esa tortura, no fue un problema al que le prestaran demasiada atención.
Se mostró por primera vez en la fabulosa pista de Lingotto, la fábrica de Fiat en Torino, que tenía una pista de pruebas de 2,1 kilómetros en su azotea, y que constaba de dos cabeceras peraltadas. En esa pista, todos los autos Fiat producidos en Torino, hacían sus primeros 2.000 metros de rodaje antes de ser entregados a sus dueños. Una historia que merece otro artículo por sus increíbles características.
El Fiat Turbina, después de ser presentado oficialmente en Lingotto, fue llevado a hacer una primera exhibición en el aeropuerto de la misma ciudad, con toda la cúpula directiva de Fiat presente. La prueba fue impactante, sobre todo porque se trataba de ver un auto acelerando a altísima velocidad, pero haciendo el ruido de un avión a reacción, que por ese tiempo no se veía tan comúnmente, ya que todavía prevalecían los turbo hélice.
Finalmente, a finales de abril de ese mismo año, el Fiat Turbina fue una de las atracciones del Salón del Automóvil de Torino a modo de despedida. El auto nunca fue a producción por que en su concepción no era posible lograrlo. Solo fue una muestra de ingeniería y de poderío industrial, que dejó a Fiat muy bien posicionado ante un mundo que todavía veía como los países europeos se reconstruían de la devastación de la guerra.
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