Con la llegada de 2022, causó un gran impacto la idea propuesta por la Comisión Europea, de incorporar a la energía nuclear como parte de las energías verdes al menos hasta 2045. Paradójicamente, al mismo tiempo, Alemania cerraba tres de sus seis centrales nucleares como parte de su plan de eliminar esta forma de producción de energía, y Francia anunciaba la expansión de su programa nuclear.
La Comisión Europea había dejado afuera esta opción apenas en abril de 2021, cuando elaboró la clasificación de las distintas formas de generar energía con miras a la descarbonización total de 2050. La razón del cambio de idea parace tener tinte político, porque es necesario el acuerdo de los países que tienen la vanguardia en la materia, pero probablemente tenga un trasfondo más preocupante aún, y es que, una vez más, los indicadores desde distintos sectores, prevén que ese objetivo de neutralidad cero, será muy difícil de cumplir.
La generación eléctrica que demandará un continente completamente movilizado por autos a batería es mucho más grande de lo imaginado, porque no solo habrá un aumento del consumo para cargar los automóviles, sino también para fabricarlos, y para fabricar muchos otros productos que hoy consumen cantidades enormes de energía y que requerirán que esa electricidad provenga de fuentes sustentables, sino, la descarbonización no será real, sino que se trasladará de un lugar a otro.
No es la primera vez que lo hace, pero Carlos Tavares, CEO de Stellantis, ha vuelto a plantear su enorme preocupación por la conversión del mercado automotriz a productos eléctricos. En una reciente entrevista con una importante cantidad de medios, el empresario de origen portugués, no dudó en lanzar algunas frases que, por reiteradas, no deban ser tomadas con mucha atención.
“Lo que está claro es que la electrificación es una tecnología elegida por los políticos, no por la industria”, dijo. “Dada la combinación energética europea actual, un coche eléctrico necesita conducir 70.000 kilómetros para compensar la huella de carbono de la fabricación de la batería y empezar a alcanzar a un vehículo híbrido ligero, que cuesta la mitad que uno eléctrico.”
Lo que apunta Tavares es algo ya conocido. Los autos eléctricos son muy costosos para los bolsillos de la mayoría de las personas, entonces habría que impulsar que “los autos híbridos térmicos de alta eficiencia sigan circulando para que sigan siendo asequibles y proporcionen un beneficio inmediato en materia de reducción de emisiones, ¿O es mejor tener vehículos 100% eléctricos que las clases medias no podrán permitirse, mientras se pide a los gobiernos que sigan aumentando el déficit presupuestario para subvencionarlos?”
Cuando los autos eléctricos generan tanto costo de producción por un lado y tanto gasto en subsidios por otro, la pregunta es inevitable. ¿Es el camino correcto?
Si se mantiene el plazo de 2035 para solo producir autos eléctricos, los fabricantes de automóviles, especialmente los de Europa, deben comenzar ahora a transformar sus cadenas de suministro e instalaciones de fabricación. “La brutalidad de este cambio crea riesgos sociales”, señaló Tavares, quién se alinea con las mismas razones esgrimidas por Akio Toyoda, CEO de Toyota Motor Corporation durante 2021.
Los vehículos eléctricos utilizan menos partes y son menos complejos de fabricar. Esto implica que necesitarán menos operarios en las líneas de montaje, entonces la posibilidad de despidos es muy alta. Tavares aclaró que no pretende cerrar ninguna planta europea, pero aun siendo actualmente el cuarto fabricante más grande del mundo, debe seguir siendo competitivo.
Finalmente, el llamamiento de Tavares es concreto. Asegura que “había formas más baratas y rápidas de reducir las emisiones. Recién dentro de diez o quince años sabremos cuáles son los resultados reales de la electrificación en términos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero”.
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