La 26ta Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático de 2021, más conocida como COP26, que se lleva a cabo en Escocia entre el 31 de octubre y el 12 de noviembre, ya ha dejado una huella. Y no es la huella de carbono de la que tanto se habló en cada encuentro y discurso de los países intervinientes, sino la huella de una disputa que empieza a tomar protagonismo en el escenario de las acciones para detener el calentamiento global.
Países como EE.UU., China y Alemania, todos ellos grandes productores de automóviles que abastecen el mercado mundial, no han firmado el acuerdo por el cual se ha tomado el compromiso de no fabricar autos con motores de combustión interna más allá de 2035 en los principales mercados, y en todo el mundo desde 2040.
En cambio, han manifestado su apoyo por separado, estados norteamericanos como California, Washington y New York, casualmente en los cuales no hay mayor influencia de la industria automotriz que produzca motores de combustión interna, tales como ciudades del mismo país como Dallas, Charleston, Atlanta y Seattle, o de otros países como Sao Paulo y Buenos Aires.
En cuanto a las compañías OEM (Original Equipment Manufacturer), el acuerdo ha sido apoyado firmemente por Ford, General Motors, Daimler y la gigante china DYD, pero no ha tenido buena recepción en cuatro de las cinco corporaciones automotrices más importantes, como son Toyota, Renault-Nissan, Hyundai y Volkswagen, pero tampoco por otro coloso de la industria como BMW.
Según cita el diario Financial Time, uno de los referentes de la industria que apoya estas medidas es Ola Källenius, Presidente de Daimler, quién dijo que “el acuerdo demuestra que hay una mentalidad subyacente de que hay que hacer algo y se puede hacer. Cada empresa tiene que tomar su propia decisión, pero todos los colegas que conozco están avanzando a un ritmo muy rápido”, señaló, para luego agregar que “hay muy pocos países que pongan tanto dinero, recursos o capacidad intelectual en la transformación como la industria automovilística alemana”, en una clara intención por desmarcarse de la actitud de su propio gobierno y de uno de sus competidores principales.
En esta batalla ideológica y dialéctica, los actores secundarios ejercen su presión también, intentando generar más adeptos a una política agresiva contra el calentamiento global que parece perseguir sólo la cuestión climática, sin reparar en las consecuencias sociales que una transformación de la industria pueda generar.
Así, la ONG británica InfluenceMap, que se dedica exclusivamente a cuestiones relacionadas con políticas respecto al cambio climático, ha publicado en su reporte 2021, una lista de las empresas más obstructivas del mundo en política climática, en la cual los dos primeros lugares están reservados a dos grandes compañías petroleras, ExxonMobil y Chevron, pero coloca a Toyota en tercer lugar, como única fabricante de automóviles que se encuentra en el Top 10 de ese reporte, mientras otras manufactureras como BMW está en puesto 18, Daimler en el 24 y Hyundai en el puesto 25. Casualmente, todas estas compañías están desarrollando paralelamente a sus proyectos de autos eléctricos, motorizaciones alternativas con el hidrógeno como elemento generador de energía para propulsión.
La influencia ideológica parece no tener mucho lugar para aspectos como los que el propio CEO de Toyota, Akio Toyoda, ha expresado en reiteradas oportunidades, al decir que “el enemigo del planeta es el dióxido de carbono, y no son los motores de combustión interna”, justificando que se busquen otras opciones que no generen un colapso en la industria automotriz y las consecuencias sociales y económicas que ello pueda provocar.
No es casual que también sea BMW una de las señaladas, cuando Frank Weber, Jefe de Desarrollo de la compañía bávara, ha preguntado “¿Cuándo estará listo el sistema para absorber todos esos vehículos eléctricos de batería? Esto es acerca de infraestructura y generación de energía eléctrica renovable. ¿Está lista la gente? ¿Está listo el sistema? ¿Está lista la infraestructura de carga?”, para luego plantear que podría quedar mucha gente desocupada si se intenta hacer el cambio bruscamente y solo en una dirección.
Y si una voz como la de Hubert Aiwanger, Ministro de Economía de la provincia de Baviera en la que están instaladas BMW, Audi y Man, dice “que Baviera no sea una segunda Detroit”, quizás haya que tomar en cuenta otras variables en la búsqueda por salvar el planeta.
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