Aunque parezca mentira, la sequía de Taiwan y la pandemia del covid-19 del 2020, todavía afectan la fabricación de automóviles en todo el mundo. Son los efectos colaterales de ambas situaciones, los que han generado una escasez de semiconductores o chips, que la industrial requiere para poder fabricar y vender autos.
La sequía en Taiwan lleva más de un año y medio. Con lluvias que no alcanzan el 40% de la media anual histórica, es el período de tiempo más largo de falta de agua de los últimos 55 años. Como consecuencia del bajo nivel de las represas, el gobierno se vio obligado a racionar el uso de agua en la población, pero también en la agricultura y en la industria. Resulta que el agua es un elemento de vital importancia en la fabricación de microchips, debido a la cantidad de lavados que sus componentes demandan. Una partícula de polvo puede arruinar toda una partida de componentes. Las fábracas son auténticos quirófanos. Si pensamos que Taiwan es el principal productor de chips del mundo, la baja en la producción desde antes de la pandemia, afectó directamente a toda la industria de la electrónica, no solo del automóvil.
Entonces llegó la pandemia del covid-19 como el segundo factor, no solo en orden cronológico, sino en magnitud del daño que causó, ahora sí exclusivamente a la industria automotriz. Primero fue la paralización de la producción por las medidas de restricción a la circulación, pero una vez que comenzaron las operaciones nuevamente, el mundo había cambiado. La demanda de teléfonos celulares, tablets, notebooks y computadoras de escritorio debido al home office y las clases virtuales en todo el mundo, obligó a empresas como TSMC de Taiwan, la más grande del mundo, a redirigir su producción hacia esas industrias, postergando los microchips de automóviles para cuando estuviera cubierta la urgencia de comunicaciones global.
Cuando el mundo comenzó a retomar la normalidad, la industria automotriz se encontró con un embudo que no tenía cómo evitar. Varias plantas de distintos países debieron interrumpir la fabricación y otras debieron intentar soluciones intermedias como reutilizar ciertos componentes analógicos en lugar de electrónicos, o detener la producción de autos de lujo o Premium, por privilegiar los modelos que más volumen de venta y ganancias reportan, solo para poder mantener el equilibrio financiero que bastante había sido golpeado con la interrupción de las actividades laborales por el virus.
“Los microchips son solo uno de una multitud de disrupciones insólitas que el sector está encarando, desde la escasez de resinas y acero, hasta la de trabajadores. Los fabricantes y los proveedores no tienen margen de error en estos momentos, necesitan calcular cada alternativa y asegurarse que sólo toman las mejores opciones”, dijo Mark Wakefield, socio AlixPartners, una consultora especializada en compañías y recursos de origen norteamericano.
Un informe reciente de otra consultora como Boston Consulting Group (BCG), asegura que durante el primer trimestre de 2021, la pérdida de producción de chips fue de aproximadamente 1,4 millones, cifra que aumentó en el segundo trimestre, con una merma de 2,6 millones. Y que por consiguiente, se concluye que entre 7 y 9 millones de automóviles no podrán fabricarse este año debido a la escasez de semiconductores o microchips.
Si bien hay una recuperación, no se espera que la oferta alcance un nivel lo suficientemente alto como para satisfacer la demanda existente, por lo menos hasta la segunda mitad de 2022, concluye el informe.
Todo hace pensar que la normalización será posible en al menos un año más, y no hay modo de adelantar los procesos de fabricación. Gigantes de la electrónica como Intel han anunciado que construirán dos nuevas fábricas de microchips en Europa, pero hasta que estén operativas produciendo semiconductores, pueden pasar al menos tres o cuatro años más, además de inversiones de miles de millones de dólares.
Mientras tanto, la industria automotriz va rumbo a automóviles cada día más electrónicos, más dependientes de estos semiconductores, y sin posibilidad alguna de reemplazarlos por otro material.
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