Durante los primeros meses de la pandemia y el confinamiento, algunas cosas debieron adaptarse a una nueva modalidad para sobrevivir. El Home office y las clases virtuales fueron la solución al trabajo y la educación. Las tiendas de los más diversos artículos empezaron a vender online, los restaurantes y almacenes empezaron a hacer entregas a domicilio, y aparecieron palabras o términos que para muchos eran desconocidos, como el sistema “Take Away”, que significa retirar y llevar.
Al hacer todo desde casa, las salidas fueron considerablemente menores, y por lo tanto, la actividad física también. Por otro lado, la necesidad de no gastar dinero de más, el miedo a contraer covid-19, y la prohibición de utilizar el transporte público para actividades que no fueran esenciales, crearon el escenario perfecto para que las personas buscaran transportarse de otro modo.
El mundo estaba detenido. La contaminación también. Así aparecieron aguas cristalinas en los canales de Venecia, cielos celestes en ciudades como Shanghai y animales silvestres en zonas urbanas donde hacía años no se los veía. Todos entendimos de un modo tan tangible como increíble, que la humanidad y su forma de vida moderna, estaban haciendo más daño al planeta del que sabíamos o suponíamos, pero no queríamos ver. No podemos hablar en tercera persona. Nos pasó a todos en todos los países del globo, aunque en circunstancias diferentes según donde fuera.
De pronto, cuando empezó a abrirse el confinamiento, hubo otros cambios y uno de los más llamativos fue la proliferación de las bicicleterías. Donde había una, aparecieron otras, donde no había, se abrió la primera, y muchas quedaron chicas y debieron alquilar otro local. Aunque parezca mentira, eso sucedió en todo el mundo, porque la bicicleta pasó a ser un medio de transporte esencial, económico, saludable y ecológico.
Un informe de la Universidad de Oxford publicado en agosto pasado sugería que “centrarse únicamente en los vehículos eléctricos está ralentizando la carrera hacia cero emisiones”, además de apoyar fuertemente el ciclismo, el e-biking y el caminar, como forma futura de movilidad ya que “puede reducir las emisiones diez veces más que las de conducir un automóvil eléctrico, además de brindar un transporte asequible, confiable, limpio, saludable y que elimina la congestión.”
Del 16 al 22 de septiembre, se celebra en todo el mundo la Semana de la Movilidad Sustentable, dirigida a concientizar sobre el uso de la bicicleta y sus beneficios para las personas y el medio ambiente. En todo el mundo, esta semana tiene todo tipo de actividades recreativas, simposios, cursos y especialmente descuentos para la adquisición de bicicletas, intentando apoyar e impulsar el movimiento global que persigue reemplazar el automóvil por una nueva movilidad sustentable.
Argentina, mucho mejor de lo imaginado
Un detallado estudio realizado por Zurich Argentina y la consultora Camping is the new Picnic, entre los meses de abril y mayo de 2021 entre residentes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Gran Buenos Aires, y las ciudades de Mendoza, Córdoba y Santa Fe, permite conocer cómo ha cambiado la movilidad de los argentinos sobre una muestra de 913 casos, pero también, acercan otras variables para tener en cuenta y estudiar con cuidado.
Un primer dato para resaltar dice que enunciadas en diez razones por las que las personas elegían de qué modo transportarse para ir a trabajar o estudiar, la prioridad era siempre el tiempo de viaje, mientras que después de la pandemia, que aún convive con nosotros, la principal razón para elegir cómo transportarse, ha sido evitar el contagio. El automóvil sigue siendo, en este punto, la movilidad artificial predilecta, pero al reducirse el área de movimiento porque los desplazamientos son menores que antes, ir a pie sigue en primer lugar.
Es aquí donde la bicicleta ha crecido enormemente. Y la acción de los gobiernos ha contribuido en buena medida a que ello pueda ocurrir de mejor modo. Muchas ciudades como París, han construido muchos kilómetros de ciclovías, mientras otras, como Bogotá, Lima o Buenos Aires, han habilitado provisionalmente calles o carriles para bicicletas, donde antes pasaban automóviles.
En Argentina, antes de la pandemia, los trabajadores se trasladaban principalmente en auto (53%) y en colectivo (24%). Tras la irrupción del covid-19, con la mayoría de las personas estudiando y trabajando desde sus hogares, se registró una fuerte reducción en el uso de los medios de transporte público: el uso de colectivos cayó 21%, el del subte un 12%, y el del tren se redujo un 7%.
Y cómo se mueven los argentinos es la pregunta obligada
El estudio de Zurich asegura que actualmente, más de 5,5 millones de argentinos se mueven independientemente a través de medios de transporte alternativos. El desglose detalla que el 89% elige la bicicleta, de los cuales un 15% utiliza el servicio de bicicletas compartidas y públicas de las ciudades, un 3% usa monopatín y un 1% lo hace en Skate o Longboard.
Las principales razones que argumentan son que contribuye a un mejor estado de salud (21%), que les divierte y lo disfrutan (16%), que no contamina (12%), que ahorra dinero (11%) y que da libertad y autonomía (10%). Y aquí vale un dato puntual que tiene impacto futuro, y es que solo el 7% de los encuestados, todos mayores de 25 años que utilizan medios alternativos de transporte, mencionó el menor contagio de covid-19, lo que está demostrando que, con la pandemia empezando a salir de la agenda lentamente, el uso de esta movilidad sustentable, se mantiene por otras razones.
De hecho, un 25% de los encuestados por este estudio, dijo no tener bicicleta, pero estar decidido a cambiar su modo de movilidad en el futuro por este medio de transporte. Según una encuesta realizada por la Fundación Gonzalo Rodríguez de Uruguay, un 27,4% de los argentinos respondió que, a raíz de la pandemia, pensó en cambiar su modo de transporte habitual por otro. La caminata (29,8%), el auto (26,3%) y la bicicleta (24,5%) se postulan como las tres principales opciones frente al cambio.
Por qué existe resistencia al cambio todavía
Ver la mitad del vaso llena o la mitad vacía. Siempre se puede elegir con qué dato quedarse al estudiar un fenómeno social. Se puede valorar el grupo que decide hacer un cambio de paradigma, o preguntarse por qué la otra parte decide no adoptarlo.
Las razones por las que todavía existe resistencia al cambio de medio de transporte, por uno alternativo saludable y no contaminante, son varias. El 45% de los encuestados, dicen que no lo adoptan por miedo a sufrir un accidente vial. El 39% argumentan que no viven cerca de una zona con senderos exclusivos para bicicletas, lo que se relaciona también con los accidentes viales, porque deben compartir calles y avenidas con los automóviles. El 27% dicen que no cambian porque no tienen posibilidades económicas de adquirir una bicicleta, el 2% dice que les da pereza ese tipo de movilidad, y el 15% explica que tiene otras razones, como por ejemplo la edad y el temor a ser víctimas de actos de inseguridad o robos.
Una reeducación vial es necesaria
Si más de un 75% de la población encuestada siente que circular en bicicleta es peligroso por posibles accidentes viales, eso indica que en Argentina, hay un trabajo por hacer al respecto. El estudio de Zurich indica que el 92% de los consultados coinciden en que los argentinos necesitan una mejor educación vial y como dato inverso que confirma el mismo pensamiento, apenas un 10% cree que los argentinos respetan las leyes de tránsito.
Sin embargo, hay algunos datos que tienen que considerarse también. La misma encuesta arroja datos como que el 14% de los ciclistas no usan ningún tipo de protección, que el 41% no respeta los semáforos, y muchos automovilistas y peatones coinciden en que es frecuente que los ciclistas hagan maniobras peligrosas, entren en las calles de contramano y vayan escuchando música o radio con auriculares, lo que los aísla del tránsito. A favor de algunas de estas situaciones, los ciclistas también manifiestan que el estado de las calles no es el adecuado para las bicicletas, y que si eso estuviera en mejor estado, sería menos peligroso y su tránsito sería menos errático también.
Según estimaciones del World Economic Forum, en 2015 ya había más de dos mil millones de bicicletas en uso en todo el mundo, y para 2050, ese número podría llegar a los cinco mil millones. Sin embargo, y a pesar del deseo de cambiar hacia una movilidad sustentable de cada vez un número mayor de personas, el movimiento debe ser acompañado por una infraestructura y una educación renovada en proporciones similares.
¿Usted no ha pensado en comprar una bicicleta? ¿Qué preguntas se hace al respecto?
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