“Abordar problema del clima y la contaminación del aire requiere frenar todo el transporte motorizado, en particular los automóviles privados, lo más rápido posible”. Con esta frase de Christian Brand, profesor asociado de la Unidad de Estudios de Transporte, Energía y Medio Ambiente de la Universidad de Oxford, empieza el debate propuesto desde un informe que intenta generar conciencia respecto a la necesidad de actuar más rápidamente en el cuidado del medio ambiente.
Según explica, “incluso si todos los automóviles nuevos que se vendieran desde hoy mismo fueran completamente eléctricos, aún se necesitarían entre 15 y 20 años para reemplazar la flota mundial de automóviles de combustibles fósiles. Centrarse únicamente en los vehículos eléctricos está ralentizando la carrera hacia cero emisiones”, señala el profesor inglés.
La cantidad de incendios forestales en todo el mundo y el contraste con muchas inundaciones repentinas, y los valores de temperaturas atípicas para la época como los picos de 50°C en Canadá el mes pasado o los 45°C en pleno invierno en Paraguay apenas una semana atrás, son fenómenos climáticos que los científicos observan con atención y preocupación.
Es por eso también que, a pesar del anuncio del Plan Fit for 55 como parte del Pacto Verde que propone la Comisión Europea para tener autos cero emisiones desde 2035, los movimientos ambientalistas se siguen movilizando en Europa con una demanda de mayor restricción en menor tiempo, lo que ha desatado un verdadero debate de intereses y métodos para aplicar medidas restrictivas al uso de combustibles derivados del petróleo.
El transporte es uno de los sectores más difíciles de descarbonizar debido a su gran uso de combustibles fósiles y su dependencia de la infraestructura con alto contenido de carbono, como carreteras, aeropuertos y los propios vehículos, y la forma en que se incorporan estilos de vida dependientes del automóvil.
Una forma de reducir las emisiones del transporte con relativa rapidez, y potencialmente a nivel mundial, es cambiar los automóviles por el ciclismo, el e-biking y caminar. Lo que se conoce como viajes activos.
Entonces, lo que propone el informe de la Universidad de Oxford, es redireccionar los esfuerzos e incentivar ese tipo de movilidad, ya que, según resalta, puede reducir las emisiones diez veces más que las de conducir un automóvil eléctrico, además de brindar un transporte asequible, confiable, limpio, saludable y que elimina la congestión.
Esto se debe en parte también a que los coches eléctricos no son realmente cero emisiones de carbono, ya que extraer las materias primas para sus baterías, fabricarlas y generar la electricidad que necesitan para el combustible, produce emisiones.
El informe es contundente al decir que “el ahorro de emisiones al reemplazar todos esos motores de combustión interna con alternativas de cero carbono no se aplicará lo suficientemente rápido como para hacer la diferencia necesaria en el tiempo que podemos dedicar: los próximos cinco años”.
Y como debe existir en un documento científico, empiezan a aparecer los datos que respaldan una teoría o propuesta de cambio.
Según detallan en este documento, “hasta el 50% de los viajes en automóvil son de menores a cinco km y podrían ser reemplazados fácilmente por viajes activos. Las bicicletas eléctricas aumentan ese alcance a 10 km o más. Se han vuelto más populares en los últimos años a medida que los precios han bajado. Estas bicicletas permiten que las personas mayores anden en bicicleta y ayudan a los ciclistas en áreas montañosas. Pero además proporcionan actividad física. En los Países Bajos y Bélgica, por ejemplo, las bicicletas eléctricas se han vuelto populares para desplazamientos de largas distancias hasta 30 km. Esta podría ser la respuesta a nuestros problemas de transporte.”
El informe pone a consideración un estudio realizado sobre 4.000 personas que viven en las ciudades de Londres, Amberes, Barcelona, Viena, Orebro, Roma y Zúrich, durante dos años. Estas personas completaron 10.000 anotaciones en las que registraban todos los viajes que realizaban cada día, ya sea para ir al trabajo en tren, llevar a los chicos a la escuela en auto o viajar en autobús a la ciudad. Para cada viaje se calculó la huella de carbono equivalente.
El resultado fue “que la huella de carbono de los viajes diarios es hasta un 84% menor para las personas que caminan o andan en bicicleta que para las personas que utilizan otros modos de transporte. También encontramos que la persona promedio que cambia de automóvil a bicicleta solo un día a la semana, logra reducir su huella de carbono en 3.2 kg de CO₂, equivalente a las emisiones de conducir un automóvil durante 10 km. Y si ese cambio se limita a un viaje por día, disminuirían su huella de carbono en aproximadamente media tonelada de CO₂, ahorrando luego de un año con esa conducta, las emisiones equivalentes a un vuelo de ida desde Londres hacia New York”.
Pero existe un problema que resolver para que más personas tomen la decisión de dejar un automóvil para moverse de manera activa, y esa es la seguridad. La tasa de accidentes de los ciclistas sigue siendo considerablemente más altas que la de los automóviles.
El informe de la Universidad de Oxford menciona que “las ciudades necesitan urgentemente crear más redes de ciclismo seguras o liberar algunas calles por completo solo para andar en bicicleta y caminar”. Y una vez más, los números son un argumento determinante. Un estudio alemán reciente que utilizó contadores de bicicletas en 106 ciudades europeas, mostró que las 20 ciudades que habían aumentado considerablemente su red de bicicletas durante la pandemia de COVID-19 tuvieron un aumento en el uso de bicicletas del 11% al 40%, en comparación con los que no lo hicieron.
Las inclemencias climáticas no deben quedar afuera de esta forma de movilidad como otro condicionante al cambio. La opción de los buses eléctricos sería una posible solución, aunque por ahora viajar más rápido, más seguro, sin sufrir lluvia o calor agobiante y sin esfuerzo físico, parece ir ganando la batalla.
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