En Maranello se están preparando para el tiempo que viene. En los últimos días presentaron la incorporación oficial de su segundo modelo híbrido, el 296 GTB, dentro del exitoso juego de Fornite. Pero como ese auto que llegará a los 830 CV combinando el motor V6 de gasolina con el motor eléctrico, recién saldrá a la venta en 2022, los amantes de los súperdeportivos, de la marca más identificada con la performance y la velocidad, y a la vez comprometidos con el medio ambiente, por ahora solo tienen una opción: La SF90 Stradale, que fue el primer híbrido de Ferrari, lanzado en 2019 para festejar los 90 años de la casa fundada por Il Commendatore.
Pues Sergio Agüero, que acaba de llegar a España para jugar en el FC Barcelona, ya es noticia por ser el dueño de una SF90 Stradale. Un par de meses atrás, al abandonar Inglaterra, tuvo aquel gesto de sortear un Range Rover entre los empleados del Manchester City, a modo de agradecimiento por tantos años compartidos. El Kun, así como Cristiano Ronaldo y muchos otros futbolistas, es amante de los autos potentes. Y aunque todos recordamos aquel Lamborghini Aventador de 700 CV que compró y fue noticia porque lo usó pocos kilómetros y lo archivó para luego venderlo, ha tenido también un Nissan GT-R de 560 CV y también ha tenido una Ferrari GTC4 Luso de 650 CV.
Pero un Ferrari híbrido es otra historia. Lo primero que hay que decir del nuevo auto del Kun, es que cuesta la friolera de 500.000 dólares. Veamos entonces por qué es tan especial la Ferrari SF90 Stradale.
El SF90 Stradale se lanzó en 2019 y es efectivamente, la puerta de entrada a los autos electrificados de Maranello. Pero como es un Ferrari, no podía ser tibia su aparición y combinando el motor V8 de 4 litros y doble turbo que es capaz de alcanzar por sí mismo los 780 CV, más los tres motores eléctricos que suman otros 220 CV, llega a nada menos que 1.000 caballos de fuerza.
Los motores eléctricos, además, se reparten de la siguiente manera. Dos adelante para dar tracción a las ruedas directrices, y uno atrás, asociado al motor de combustión interna. Toda esa potencia se transmite con una caja de cambios de ocho velocidades y un doble embrague, que permite pasar las marchas más rápidamente. Y una curiosidad que tiene esa caja de cambios, es que no tiene marcha atrás. ¿Cómo es esto posible? Si, y es debido a la necesidad de bajar peso de un auto que ahorra en cada gramo y aprovecha cada CV al extremo. Pero a no asustarse, porque el auto sí puede retroceder, porque al invertir la polaridad de los motores eléctricos, las ruedas delanteras giran en el sentido contrario, y el SF90 Stradale empieza a moverse hacia atrás.
A la hora de acelerar, el jugador argentino tendrá emociones de sobra porque este híbrido va de 0 a 100 Km/h en 2,5 segundos, de 0 a 200 Km/h en 6,7 segundos, y alcanza su velocidad máxima al llegar a los 340 Km/h.
Acaso por ser justamente el primer Ferrari que tiene combinación de propulsión a combustión interna y electricidad, el SF90 Stradale también rompe con otras reglas de los Súper deportivos de Maranello. Exteriormente, el techo negro integrado visualmente con el parabrisas y las ventanas laterales, muestran un bloque que simula una cabina de un avión supersónico o incluso una nave espacial, y esa parece ser la forma elegida para que a simple vista, cualquier persona diferencie un Ferrari híbrido de uno convencional.
La carrocería, además, tiene un sistema de aerodinámica activa llamado “shut-off Gurney”, por el cual se regula la carga aerodinámica a partir de distintos parámetros de conducción a través de dos motores eléctricos. La carga aerodinámica máxima es de 390 Kg a 250 Km/h.
En el interior, la tendencia a la innovación es la misma. Si bien el diseño es el de un Ferrari a partir de la insignia en el volante, ya desde este elemento, completo de comandos táctiles, llama la atención una nueva interfaz de información y entretenimiento que ocupa el tablero de instrumentos, y una novedosa pantalla LCD curva de 16″. Y por si esto fuera poco, un sistema HUD a color, proyecta información sobre el parabrisas, para no sacar la vista del camino, algo que con un auto de 1.000 caballos, ni los más audaces se animarían a intentar.
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