La Organización Mundial de la Salud ha aconsejado reducir la velocidad máxima en las zonas urbanas a nuevos valores menores a los históricos, por razones de estricta seguridad de los peatones y ciclistas. Esta medida ya ha entrado en vigor en varios países de Europa durante los últimos meses. Las nuevas velocidades son ahora de 20 km/h en calles de un solo sentido sin veredas, de 30 km/h en calles de un solo carril con veredas, y de 50 km/h en calles con más de un carril por cada sentido de circulación.
En el marco de la Semana Mundial de las Naciones Unidas por la Seguridad Vial, que se conmemoró entre el 17 y el 23 de mayo pasado, bajo el lema “Calles por la vida”, la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV), dependiente del Ministerio de Transporte de la Nación, acompañó la propuesta con la premisa de que existe una verdad inapelable: “A mayor velocidad, mayor es el riesgo”.
“Al igual que sucede cada vez más frecuentemente en países con larga tradición en seguridad vial, desde la ANSV creemos que Argentina puede bajar a 30 km/h la velocidad de las calles de las ciudades y los pueblos, sin que ello implique atentar contra la fluidez de la circulación. Por eso, recomendamos a los gobiernos locales que den este paso”, señaló el Director ejecutivo de la Agencia Nacional de Seguridad Vial, Pablo Martínez Carignano.
Según datos del Observatorio Vial de la ANSV, en 2018, en Argentina murieron 619 peatones y más de 12 mil resultaron heridos, mientras que 210 ciclistas perdieron la vida y casi 4 mil sufrieron lesiones de diferente gravedad, en su gran mayoría en ámbitos urbanos. La velocidad a 30 km/h reduce sustancialmente la distancia de frenado de los vehículos ante una situación de emergencia, lo que incide en la caída de la siniestralidad, como ha sucedido en los países que han adoptado esta medida.
Además, es interesante el dato que dice que ante el accidente inevitable, una persona atropellada a 30 km/h tiene un riesgo de morir de apenas el 10%. Es decir que por cada 10 peatones atropellados a 30 km/h, 9 sobrevivirán. Reducir la velocidad máxima permitida en calles a 30 km/h puede salvar vidas y mejorar una convivencia más segura entre peatones, bicicletas, motocicletas, vehículos de cuatro ruedas. Al mismo tiempo, esta medida estimulará los desplazamientos en bicicleta por ser menos inseguro y reducirá la contaminación ambiental.
Mayores gastos y más contaminación
Sin embargo, no todo es color de rosa. Una importante empresa de reparaciones mecánicas europea, Euromaster, ha alertado sobre mayor desgaste en los automóviles circulando a velocidades tan bajas, especialmente en los embragues, pero el verdadero dilema es un potencial incremento en la contaminación ambiental.
Y el razonamiento es completamente válido desde la lógica, ya que circular a 40 km/h es posible hacerse incluso en 4ta marcha de autos con transmisión manual, sin embargo, un límite de 30 km/h obligaría a la mayoría de los automóviles a hacerlo en segunda o tercera, y en muchos casos, en conductores menos experimentados, en primera marcha. Y es aquí donde interviene otro dato relacionado con los automóviles actuales, ya que por economía y precio, son mayormente de baja cilindrada, y por lo tanto menor potencia, y ello requiere marchas más bajas para poder circular a esas velocidades. Las marchas más bajas generan mayor contaminación, porque los autos en lugar de circular a bajas revoluciones por minuto, lo hacen en altas RPM. Y por si esa mayor emisión de gases no fuera suficiente, los técnicos de Euromaster indican también que circular a baja velocidad hace que las partículas contaminantes se acumulen en el sistema de escape del vehículo, especialmente en el filtro de partículas, esto puede dar lugar al desgaste prematuro de este elemento, entonces habrá un aumento de las emisiones contaminantes.
Quizás, en un futuro de automóviles 100% eléctricos o con motores cero emisiones por el uso del hidrógeno, e incluso con transmisiones sin cambio de marcha, bajar la velocidad a 30 km/h sea completamente beneficioso. Hoy no parece serlo tanto, y menos aún en países de nuestra región, en los que la gran mayoría del parque automotor circulante está compuesto por autos con motores térmicos y cajas de velocidades manuales.
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