Hay automóviles que tienen su llama intacta a pesar del paso de los años y las generaciones. Hay otros que fueron furor en sus inicios, pasaron por una etapa con ciertos vaivenes y se reinventaron para seguir vigentes. Y otros casos tuvieron mucho tiempo de esplendor pero de un día para el otro desaparecieron de la industria.
Este último ejemplo se puede emparentar con la “vida” de la Toyota Celica. Estrenada la década de los 70, llegó al mercado uno de esos modelos llamados a hacer historia, no solo en la marca japonesa sino que el mundo del automóvil en general. Desde su llegada al mercado se transformó en una de las coupés más reconocidas gracias a su diseño, su confort de marcha y comportamiento, además de su dominio del Campeonato del Mundo de Rally (WRC) a principios de los años 90.
Primera generación
El nuevo coupé 2+2 se presentó en sociedad en diciembre de 1970 y supuso para Toyota volver a poner el foco en los vehículos especializados, combinando diseño y alto rendimiento con un precio económico. Según la marca, el objetivo era proporcionar el modelo ideal para aquellos que querían gozar de una gran sensación de libertad al volante pero disfrutar también de un práctico interior y una respuesta deportiva.
Desarrollado a partir de la plataforma del Carina (otro vehículo de la marca), el Celica ofrecía múltiples posibilidades de personalización y la opción de elegir entre diversos motores de 1.4 y 1.6 litros, dos tipos de cajas de cambio manual y una transmisión automática y cuatro acabados (ET, LT, ST y GT).
Confort y facilidad de conducción fueron también prioritarios para los ingenieros que desarrollaron el Celica, pero siempre garantizando una respuesta dinámica sobresaliente. Lo lograron con una configuración de suspensión delantera independiente y trasera de cuatro brazos y un chasis totalmente preparado para mejorar la marcha.
En abril de 1973 llegó una segunda variante a la gama, con el Celica Liftback, que ofrecía una carrocería coupé de tres puertas con cinco motores para elegir, tres de 1.6 y dos de 2.0 litros. Fue lanzado al mercado para satisfacer la demanda del creciente número de clientes que querían un vehículo más práctico para realizar actividades al aire libre, gracias a su gran portón trasero y los respaldos de los asientos posteriores rebatibles, lo que permitía transportar grandes artículos.
Segunda generación
Tras más de un millón de unidades vendidas y casi siete años de recorrido llegó al mercado una nueva generación, en agosto de 1977. De nuevo con base Toyota Carina, se ofrecía con carrocería coupé de dos puertas y liftback de tres puertas, creciendo en tamaño, tanto en longitud como en ancho, para responder a los gustos de los cada vez más apasionados clientes estadounidenses.
Con un equipamiento que seguía siendo excepcional para la época, el Celica mantenía las virtudes de su antecesor: dinamismo, funcionalidad y refinamiento combinados con un habitáculo apto para cinco ocupantes.
En 1978, con la entrada en vigor de normas de emisiones cada vez más estrictas, Toyota tuvo que modificar sus motores, algo todavía más complicado en el caso de los propulsores de alto rendimiento del Celica. Aun así, los ingenieros lograron, introduciendo algunos cambios, que el Celica siguiera pudiendo tener entre sus opciones de motorización su propulsor con doble árbol de levas en cabeza —Double Overhead Camshaft (DOHC)—.
Un par de años después de su lanzamiento, la segunda generación del Celica sufrió una ligera actualización estética: los cuatro faros redondos fueron sustituidos por otros cuatro de forma rectangular, quedando integrados a ambos lados de una nueva parrilla frontal.
Tercera generación
Su antecesor solo estuvo cuatro años en el mercado. Con un rediseño total, el nuevo Celica presentaba una estética diferenciadora con rasgos característicos como eran los faros elevables y semi retráctiles, de forma que cuando no estaban en uso se integraban al nivel de la carrocería, lo que reducía el coeficiente aerodinámico y daba lugar a un frontal más uniforme.
El diseño interior también fue revolucionario con un panel de instrumentos totalmente digital y, en algunas versiones incluso, sistema de navegación, uno de los primeros del mundo del automóvil. El primer motor DOHC con turbocompresor en Japón se unió a la oferta del Celica al poco del lanzamiento de la tercera generación, con variantes de 1.6, 1.8 y 2.0 litros.
En octubre de 1982, Toyota lanzó 200 unidades especiales del Celica con homologación de rally Grupo B. Se denominaban Celica GT-TS y se fabricaron en torno al nuevo motor DOCH turboalimentado.
El Celica Twin Cam Turbo demostró ser un arma casi infalible para Toyota en el Campeonato del Mundo de Rally (WRC), especialmente en África, donde logró tres victorias consecutivas en el Rally Safari de Kenia entre 1984 y 1986 y otras tres victorias en el Rally de Costa de Marfil en 1983, 1985 y 1986.
Cuarta generación
En 1985 se presentó la cuarta generación, una revolución al pasar de ser tracción trasera a delantera y ofrecerse únicamente con carrocería liftback. Líneas mucho más redondeadas y un sobresaliente coeficiente aerodinámico (0,31) que se conjugaban con la nueva configuración de motor y tracción en el eje delantero y suspensión totalmente renovada, tipo MacPherson adelante y atrás. El interior mantuvo su seña de identidad con instrumentación digital, ahora todavía más futurista gracias a los gráficos en color.
A fines de 1986 se develó el que quizá haya sido el Celica más admirado y deseado, el Celica GT-Four, una variante de tracción total con motor DOHC de 185 CV y turbocompresor que resultó ser la base perfecta para que Toyota lograra, años después, el título del WRC.
Quinta generación
Mientras el Celica GT-Four basado en la cuarta generación cimentaba la que posteriormente sería una gran trayectoria en el WRC, en 1989, Toyota lanzó la quinta generación del modelo de calle. De diseño todavía más redondeado, su tamaño era algo mayor y contaba con una gama de tres motores de 2.0 litros con hasta 225 CV.
En 1992 vio la luz el Toyota Celica GT-Four RC (Rally Competition), una edición especial limitada a 5000 unidades que disponía de diferentes ajustes en el motor, entre ellos un ligero aumento de potencia, el chasis, con diferencial trasero tipo Torsen, y la carrocería, con una imagen más deportiva.
Sexta generación
Lanzada en 1993, tuvo como emblema el regreso de los cuatro faros redondos en la parte delantera. Se mantenían las líneas redondeadas pero llegaba una nueva plataforma, que incrementaba la rigidez y reducía el peso, llevando todavía un paso más allá la deportividad.
En 1994 se comercializó en Japón un nuevo Celica GT-Four, homologado para el WRC, como parte del reto de seguir siendo la referencia del campeonato. Se propulsaba gracias a un motor de 255 CV con un nuevo sistema de reglaje de válvulas y un renovado turbocompresor , que permitía al Celica GT-Four acelerar de 0 a 100 km/h en poco más de seis segundos y alcanzar los 250 km/h de velocidad máxima.
Igual que en la generación anterior hubo una variante descapotable, en este caso con capota de lona con un nuevo sistema de accionamiento eléctrico, que permitió incrementar el volumen del baúl y el espacio trasero en el habitáculo.
Séptima generación
Cuando se lanzó la séptima generación, allá por 1999, nadie podía pensar que sería la última del mítico Celica. Con un guiño a las líneas de la tercera generación, el último ejemplar presentaba una imagen angulada, con una larga distancia entre ejes y las ruedas cerca de los extremos de la carrocería. Se comercializó únicamente en versión liftback porque, desde el principio del proyecto, Toyota decidió no desarrollar versiones especiales.
En abril de 2006, tras más de 35 años de historia, siete generaciones y más de cuatro millones de unidades vendidas en todo el mundo, el ya mítico Toyota Celica cesó su producción.
Unos años después, Toyota volvió a contar con un deportivo en su gama con la llegada del GT86, un vehículo desarrollado en conjunto con Subaru que mantiene el formato coupé 2+2 de motor bóxer delantero y tracción trasera. En 2019, fue el regreso de otro nombre mítico de la marca con la llegada del Supra que hoy se coloca como el emblema de la línea deportiva de la marca.
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