El mismo nombre que su abuelo, sólo que en un idioma diferente, y el control del apellido más poderoso de Italia, aun sin tener compartirlo. Tal vez porque nació en Nueva York no es Giovanni sino John Elkann, el hombre que acaba de ser ungido como el nuevo potentado de la industria automotriz. Es el presidente de Stellantis, el emporio global que surge de la sociedad entre PSA, que es Peugeot y Citroën, y FCA, Fiat y Chrysler. Estará secundado por dos hombres aportados por los franceses, Robert Peugeot y el portugués Carlos Tavares. Y será la cara visible de uno de los gigantes del mundo motor, junto con Volkswagen, Renault-Nissan-Mitsubishi y Toyota.
John Jacob Philip Elkann nació el 1º de abril de 1976 pero su verdadera vida, la actual, empezó el 24 de enero de 2003, cuando murió su abuelo Gianni y casi de inmediato tuvo que afrontar el legado del patriarca octogenario: conducir los destinos de un clan que es mucho más que una casta de magnates prestigiosos y mediáticamente encumbrados. Los Agnelli son sinónimo de la crema más espesa de la alta sociedad peninsular, la representación de la realeza en una república y un apellido vinculado a tantos escándalos y tragedias que se han ganado el mote de los Kennedy de Italia.
Gianni, conocido como L’Avvocato, tuvo dos hijos: Edoardo y Margherita, quien le dio sus ocho nietos. El mayor de ellos es John Elkann, a quien su abuelo tomó como prenda de crianza al entender que nada podría delegarle a su malogrado primogénito, el que lejos del pragmatismo empresarial eligió una vida apuntalada en la bohemia y en la defensa de sus ideales, tanto que se terminó convirtiendo al Islam (bajo el nombre de Hisham Aziz) y en 2000 se suicidó al tirarse al vacío en un puente de Turín cuando conducía un Fiat Croma, un auto mediano de la gama.
Gianni ya había visto potencial en su nieto cuando todavía era adolescente pero no lo había pensado como el primer candidato para heredar la llave maestra del clan. Después de que se retirara de la presidencia activa del Grupo Fiat en 1996 y pasara a ser Honorario, Agnelli le traspasó el mando a su hermano menor Umberto, con el fin de preparar a su sobrino mayor Giovanni III para sucederlo. Pero éste falleció en 1997 a los 33 años como consecuencia de una rara enfermedad. Además, el jefe iba a terminar desheredando a Edoardo, con lo que el camino se abrió para que John recibiera el testimonio.
El representante de la quinta generación de los Agnelli, designado como heredero a los 22 años por su abuelo antes de morir en enero de 2003, es hijo de Margherita y del escritor y periodista Alain Elkann. Tiene dos hermanos menores: Lapo y Ginevra. Cuando era aún adolescente su abuelo solía obligarlo a pasar las vacaciones trabajando en la fábrica como parte de su formación.
Fue a primaria en Reino Unido y Brasil, antes de que su familia se trasladara a París, donde hizo el bachillerato científico. Formado en el prestigioso Politécnico de Turín, se graduó en el año 2000 de ingeniero. Siguiendo los preceptos del abuelo, fue obrero en la fábrica Magneti Marelli de Inglaterra, estuvo en la línea de montaje de la planta de Fiat en Polonia y fue vendedor en un concesionario de la marca en el norte de Francia.
Inició la carrera profesional como auditor en la General Electric antes de pasar en 2002 a Lingotto, la legendaria sede central de la fábrica turinesa de automóviles. En ese momento Fiat pasaba por uno de los momentos más negros de su historia, estaba al borde de la quiebra y la muerte del abuelo Gianni, seguida un año después por la del tío abuelo Umberto, catapultaron a Elkann antes de tiempo como el líder de la dinastía.
En 2004, Yaki fue nombrado vicepresidente de Fiat y co-condujo la compañía junto con Luca Cordero di Montezemolo. Es desde 2011 presidente y consejero delegado de Exor, el holding controlado por la familia, que tiene un tercio de Fiat-Chrysler y también es propietario de la aseguradora PartnerRe, varios diarios italianos, de la revista The Economist y de la Juve. La facturación anual de Exor es de 162.000 millones de dólares, y controla casi 200.000 millones en activos.
En 2010, ascendió a presidente de Fiat, en reemplazo de Di Montezemolo, y a presidente de Giovanni Agnelli Sapaz, la sociedad familiar que controla Exor.
Junto con Sergio Marchionne estuvo al frente de las negociaciones con Chrysler para sellar una fusión que su Gianni Agnelli había intentado, sin éxito, alcanzar en 1987. “Mi abuelo conoció Estados Unidos a los 18 años y era un gran admirador de ese país. Así que haber cristalizado la sociedad con Chrysler 30 años lo hubiera hecho muy feliz”, admitió.
En la actualidad, es el presidente de Fiat-Chrysler Automobiles (FCA), de Exor, de Ferrari, de la Fundación Giovanni Agnelli, del grupo editorial Gedi (que edita los diarios La Stampa, La Reppublica e Il Corriere della Sera, entre otros) y está a cargo del fideicomiso del MoMA, el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
El heredero tiene el reto de mantener viva una empresa que fundada en 1899, sin perder las raíces italianas mientras extiende sus ramas por el mundo. Y por ello apuntó a PSA, en una sociedad de intereses recíprocos: mientras los franceses aprovecharán la penetración de FCA en Estados Unidos, a la inversa está el mercado chino como interés de los ítalo-americanos, adonde Peugeot está más afianzado.
Y con Stellantis indagarán en el desarrollo de vehículos eléctricos y autónomos.
Mano dura con su propia familia
Entre las primeras decisiones drásticas que le tocó tomar estuvo el descabezamiento de la junta directiva de la Juventus, en 2006, después de que el club de la familia fuera condenado al descenso (además de que le quitaron dos títulos ganados en los últimos años) al descubrirse un entramado de corrupción, por el que se digitaban las designaciones de los árbitros de acuerdo a la preferencia de la Vecchia Signora. En esa tarea, que hizo codo a codo con su primo Andrea Agnelli (que es además el actual presidente de la Juve), echó a Luciano Moggi y a Roberto Bettega, quien había sido una gloria como futbolista.
Pese a su juventud y a su voz tierna, su firmeza en las decisiones ya empezaba a conocerse en Turín, en esos primeros años llenos de obstáculos y contratiempos. Sobre los hombros de John, un tipo alto, discreto y poco inclinado a la tentación mediática que su abuelo fomentó, recae la misión de mantener el prestigio de la casa en medio de la guerra que desató su propia madre en 2007, cuando Margherita Agnelli anunció que acudiría a los tribunales para saber a cuánto ascendía la fortuna de su padre.
Ese mismo día John respondió al: “Estoy muy dolido: era una cuestión zanjada en el acuerdo de todos en 2004”, decía sobre su madre como si en verdad hubiera estado hablando de una prima lejana. Las versiones periodísticas —que nunca desmintieron los interesados— llegaron a cuantificar en más de 2.500 millones de euros la fortuna que es objeto de la disputa entre los herederos y mencionan también propiedades inmobiliarias en otros países.
En realidad, nadie sabe el monto exacto de los bienes de los Agnelli. La única parte fácilmente cuantificable es la cuota de la Fiat. En ella, Gianni poseía poco más del 30%, el equivalente a unos 300 millones de euros en 2004, cuando Margherita firmó un acuerdo que supuestamente zanjaba el capítulo de la herencia.
El trato establecía que el control de la sociedad familiar correspondía a los hijos que Margherita. Mientras John heredaba el puesto de su abuelo, su madre salía de la sociedad y era compensada con una parte del patrimonio inmobiliario y 109 millones de euros en efectivo. Tres años después, ella dio marcha atrás.
En 2007, la fábrica produjo tres nuevos modelos que fueron un éxito: Panda, Croma y sobre todo, Grande Punto; y se disponía a dar el golpe más importante, el Fiat 500. En mayo de ese año la empresa se había convertido en un éxito internacional y Margherita estaba al margen. Es desde entonces que quiere incluir en el legado familiar a los cinco hijos que tuvo en su segundo matrimonio, con el ruso Serge de Pahlen: María, de 25 años, Pietro, de 22, las gemelas Anna y Sofía, de 19, y Tatiana, de 17.
Dentro de una relación de absoluta frialdad, casi epistolar, Margherita se volvió a acercar al clan en 2019, por la enfermedad y posterior muerte de su madre Marella, con quien tampoco se hablaba. En los últimos meses surgió la versión de que podría haber un nuevo acuerdo. Pero antes de ofrecer la tregua definitiva, Margherita espera un gesto de buena voluntad de su primogénito para que les dé un espacio a ella y a sus hermanos en el imperio. En ese contexto, tampoco pudo conocer a sus nietos, los hijos que John Elkann tuvo con Lavinia Borromeo, perteneciente a una conocida familia aristocrática.
A la madre la marginó y al hermano menor lo protegió. Lapo Elkann es 18 meses menor que John, de octubre de 1977. Estuvo en Fiat en los primeros tiempos después de la muerte de su abuelo, de quien heredó el perfil de casanova. Incluso, se le atribuye a Lapo el éxito del Fiat 500. Pero haber sido durante años la oveja descarriada de la familia lo excluyó de las opciones de emerger en el clan.
En 2005, Lapo fue ingresado en estado de coma a una clínica supuestamente provocado por el consumo de cocaína tras una noche de excesos en el departamento de una prostituta transexual en Turín. John hizo lo imposible para atenuar el impacto mediático del escándalo.
Peor fue lo que protagonizó en 2016: un secuestro fingido en Nueva York después de una noche de excesos con una prostituta que marcó un punto de inflexión en su vida. El clan Agnelli movió los hilos judiciales para que no hubiera consecuencias, y al año siguiente la Fiscalía de Manhattan decidió retirar los cargos contra Lapo, acusado de haber fingido un secuestro para pedir dinero a su familia. Elkann presuntamente llamó a sus familiares asegurando que estaba siendo retenido por una mujer que amenazaba con hacerle daño si no le entregaban 10.000 dólares.
La policía, sin embargo, determinó que toda la historia había sido inventada y que Lapo Elkann solicitó el rescate después de haber gastado todo lo que tenía al pasar dos días junto con una prostituta y para comprar drogas y alcohol.
Ese último episodio lo encarriló. O al menos lo sosegó. En 2019 estuvo nuevamente al borde de la muerte por un accidente de tránsito en Israel, por el que estuvo dos días en coma.
Ginevra (41), la menor de los tres, es cineasta, vive en Gran Bretaña y está alejada del centro volcánico del clan Agnelli que tiene a John Elkann como jefe. Yaki, el que alguna vez se lo vio despuntando el vicio del fanático de la Juventus jugando en el estadio de la Vecchia Signora. O cruzando el Atlántico, en la regata Ciudad del Cabo-Río de Janeiro, lo que pudo hacer este año, antes de la pandemia. No es casual que su hijo se llame Océano.
En realidad, poco de lo que ha sucedido en su vida parece ser obra del azar, sino que John Elkann es el resultado de la planificación de Gianni Agnelli, quien lo moldeó para manejar el poder que significa liderar el clan más controversial de Italia. Y ahora, se apresta a manejar un gigante que ni su abuelo tuvo.
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