Futurama fue, a partir de 1939, una ventana al mundo del mañana. Con formato de mega muestra, tuvo espacio durante varios años en la Exposición Universal de Nueva York. Allí, las distintas compañías buscaban aventurarse en inéditas soluciones para los siguientes 30 años y millones de personas observaban atónitas los adelantos que les iban a cambiar sus vidas. Desde el sector automotor, General Motors auspiciaba el espacio Motorama, por donde desfilaron los desarrollos más importantes de la compañía por aquellos años. No había límites para la imaginación y tampoco para los recursos en materia de investigación. El gigante de Detroit, entonces, se floreaba año tras año con distintos prototipos que quedaron en la historia de la industria automotriz.
En pleno furor de aquella expo, en 1940, apareció uno de los inventos más desfachatados de la historia: un ampuloso Pontiac Six DeLuxe de 1939 con carrocería transparente. Por primera vez, en el planeta se fabricaba un prototipo de esas características, para el cual se había empleado un material denominado Plexiglas, que además era muy robusto. Por supuesto, el Pontiac (marca perteneciente a General Motors) no tardó en popularizarse como el “auto fantasma”.
El revolucionario Plexiglas había sido desarrollado por una compañía química, denominada Rohm & Haas, e incluso por su fortaleza luego resultó de utilidad para proteger a los pilotos de cazas y bombarderos en la Segunda Guerra Mundial. Las molduras de goma y los neumáticos se hicieron especialmente en color blanco, mientras que el chasis recibió tuvo un lavado de cobre. Para ponerlo a tono, por su parte, el tablero de instrumentos se bañó con una capa cromada. La producción del Six DeLuxe demandó un costo de 25 mil dólares, una fortuna para aquella época.
“Un automóvil transparente, el primero construido en Estados Unidos, es la más sorprendente de las exhibiciones de Fisher Body Division en el edificio de autopistas y horizontes de General Motors en la feria mundial de Nueva York. Creado para mostrar el refuerzo interior rígido y otras características completas con ventanas que se pueden subir y bajar, puertas que se pueden abrir y cerrar. El único material que falta es el aislamiento que normalmente se aplica a la superficie interior trabajando con un nuevo material, un plástico sintético transparente”. Así describió el comunicado de la compañía la presentación del exótico modelo. Tamaño prólogo convocó a cientos de miles de personas en la ya famosa muestra.
Tras la exitosa irrupción del Pontiac en Nueva York, y la repercusión en la prensa como “The Ghost Car”, General Motors decidió construir una segunda unidad para exponer en la Golden Gate Exposition, en San Francisco. Ese ejemplar se basó en el Pontiac Torpedo, pero fue destruido años más tarde. El Pontiac Plexiglas, por su parte, fue exhibido en Washington y se mantuvo hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Perteneció a la marca hasta que en 1973 lo compró el multimillonario Don Barlup.
Aquel año volvió a aparecer en público en una reunión del Pontiac Oakland Club International. Tras una restauración parcial, Barlup vendió el Pontiac en 1979 a un coleccionista llamado Leo Gephart. Estuvo bajo la tutela de su familia hasta 2011, cuando lo subastaron con apenas 138 kilómetros en su odómetro. El Plexiglas había causado sensación porque era un material liviano y resistente, pero no podía aislar el calor del motor. Ese defecto atentó contra la idea, en algún momento concreta, de fabricar el Plexiglas Six DeLuxe. Tan efímero como revolucionario, se mantiene como un hito por haber sido el primer “auto fantasma” de la historia.
SEGUÍ LEYENDO: