- ¡Un 1500!
- ¡Te dije que iba a caer uno alguna vez!
Memoriosos y cuarentones seguramente mantengan fresco el recuerdo de aquella simpática publicidad en que dos mecánicos dentro de la fosa de su taller especulaban con que algún día iban a recibir un 1500 para reparar. El por entonces modelo de Volkswagen les era esquivo, y sólo podían contemplarlo –sin dejar de alabarlo- durante su andar cotidiano. “Anda, anda y anda…” fue el slogan de cierre de aquel comercial de alto impacto que se transformó en uno de los más populares y recordados de los 80.
Con astucia, el aviso no hacía más que resaltar la virtud principal del 1500: su confiabilidad, atributo sobre el que Volkswagen explotó su estrategia comercial, pero además patrimonio auténtico del Milqui desde sus primeros días, bajo el emblema Dodge, a principios de los 70. Anduvo tanto el Milqui que trascendió a las marcas que lo cobijaron y durante casi 20 años se convirtió en un clásico para la clase media argentina. Un auto familiar que hizo gala de su robustez mecánica y que, hasta su adiós en 1990, estuvo entre los más elegidos por el público.
La crisis del petróleo que a inicios de la década de 70 condicionaba la industria automotriz global también potenciaba los modelos más compactos que en Europa dominaban el mercado. Ford con su flamante Taunus y la alemana Opel con su modelo K parecían imponer una nueva dimensión en la preferencia de los clientes, no sólo por el tamaño de sus productos, sino por el diseño y una reducción notable en el consumo de combustible. Otro gigante americano, Chrysler, decidió dar pelea en aquella categoría que hasta entonces veía como ajena.
Hillman, una subsidiaria inglesa de Chrysler, venía comercializando con singular éxito desde mediados de los 60 su modelo Avenger. Fue ése el modelo elegido como plataforma para competir en distintos países con un producto de baja cilindrada, confiable, y atractivo para el público medio. El Avenger tenía tracción delantera, árbol de levas a la cabeza y era de dos volúmenes. Pero ofrecía algunos avances para la época: uno de ellos era que el diseño de la carrocería se había realizado con asistencia de computadoras, lo que lo convertía en pionero en la materia. En Inglaterra se vendía con tres variantes: dos puertas, cuatro puertas y rural.
“Puede ser que no sea un coche despampanante, pero hay algo en él; su solidez, su cuidado, diseño, su voluntad para responder siempre”. El elogio sobre el Hillman fue nada menos que de Stirling Moss, el inglés campeón sin corona de la Fórmula 1. Y con aquellos pergaminos empezó a fabricarse en la Argentina desde agosto de 1971, bajo la marca Dodge, en la planta que Chrysler-Fevre tenía en San Justo, provincia de Buenos Aires.
Se lanzó con el motor de 1.500 cm3 de 71 caballos y luego incorporó un 1.8 de 93 CV. Disponía de dos niveles de equipamiento: Standard; y una versión más lujosa denominada SPL. En 1973 sumó la opción de la caja automática y en 1974 apareció el GT-90, una versión con look más deportivo y el motor 1.8. Este sólo duró hasta el 75, y fue reemplazado dos años más tarde con el Dodge 1500 GT-100, con 105 caballos y presentado ante las luces de la ciudad en el Hotel Sheraton. Ese modelo ya había sido desarrollado para revalidar sus atributos en las competencias del Turismo Nacional.
En 1978 el Dodge 1500 recibió un restyling que lo equiparaba en estilo al Chrysler Avenger presentado dos años antes en Europa. Y como gran novedad incorporó la versión rural a su gama. Con respecto al modelo anterior, le modificaron por completo el habitáculo y le renovaron la trompa, cambiaron los paragolpes, las luces traseras y también las ventanillas. Ese año se discontinuó el deportivo y la familia de modelos quedó conformada por el Dodge 1500, el 1500 M1.8 y el 1500 M1.8 Rural.
Además de confiabilidad, el costo del 1500 lo acercó a la clase media argentina, y se transformó en suceso. Fue una alternativa más accesible que los tradicionales Ford Falcon, Chevrolet 400 y cupé, o a los Dodge Coronado, por ejemplo. Cuando Chrysler se va del país Volkswagen compra la subsidiaria local de la firma norteamericana, en 1980, y sigue produciendo el 1500 incluso como Dodge. El cambio de década encontró al modelo en su mejor momento en ventas, y tal vez por eso la compañía alemana recién lo rebautizó en 1982. Ese año se transformó en el primer auto bajo el sello del consorcio alemán en la Argentina.
El 1500 ayudó a empujar también una incipiente categoría del automovilismo nacional: el TC2000, que nacía junto con la década del 80. Fue uno de los modelos fuertes de aquellos primeros años, con pilotos de renombre al volante y cuatro títulos consecutivos entre 1980 y 1983. El torneo presentación de la categoría, en 1979, lo ganó Osvaldo López con un Peugeot 504, pero José Miguel Pontoriero a bordo de su Dodge 1500 se alzó con dos competencias. El prólogo de lo que vendría.
En 1980, el título en el primer campeonato de TC2000 fue para Jorge Omar Del Río, con Dodge 1500, logro que repitió en 1981 y 1982. Esos dos años, además, la marca y el Milqui se anotaban el 1-2 en el torneo, porque el subcampeón fue anda menos que Luis Rubén Di Palma, uno de los ídolos más importantes del automovilismo local. El propio Di Palma logró darle al modelo un nuevo título en 1983. Sin corona, pero no por eso menos recordado es el VW 1500 que piloteó “Yoyo” Maldonado, un policromático modelo que marcó una época en 1988 y quedó como subcampeón de la Renault Fuego de Juan María Traverso. Empezaba a acercarse el final para la campaña del 1500 tanto en las pistas como en la calle.
El tercer y último rediseño del 1500 fue en 1982, cuando la firma alemana lo rebautizó como Volkswagen. “Con una garantía alemana”, fue la frase insignia elegida para potenciar la robustez tradicional y reconocida del auto. Si bien mantuvo la línea del Dogde que había enamorado a miles de argentinos, ese año recibió varias modificaciones. Se rediseñó profundamente el interior, cambiaron los tapizados y el instrumental (más completo) y, como novedad significativa, incluyó caja manual de cinco marchas según la versión. También mejoró en equipamiento: ofrecía apoyacabezas en los dos asientos delanteros, pasacasette, tacómetro, cinturones de seguridad de tres puntos adelante, embellecedores plásticos para las ruedas y aire acondicionado como opcional.
Sobre el final de su brillante recorrido local, y ya bajo la bandera de Autolatina (desde 1987 fue una sociedad entre Ford y Volkswagen), el 1500 sumó también paragolpes, espejos externos y manijas de puertas de plástico negro, entre otros elementos. La renovación del parque lo obligaba a ganarse un lugar entre los modelos más económicos. Y así fue que terminó cediendo ante la irrupción de autos populares creados por aquella alianza para ganar volumen, como el Senda y el Gol. Casi 20 años de vigencia no le habían modificado su esencia: seguía siendo el Milqui reacio a los mecánicos de siempre.
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