Cuentan que en 1988 Gordon Murray empezó a bocetar un modelo deportivo mientras pasaba el tiempo de espera en el aeropuerto de Milán, tras el Gran Premio de Italia en Monza. Aquellas líneas dibujaban una silueta extremadamente sensual, y aventuraban un desarrollo extremo en materia aerodinámica. Eran los primeros trazos que además presagiaban lo inevitable: si aquel primer esbozo tenía alguna chance de germinar, debía contar con la complicidad de un impulsor que asegurase las máximas prestaciones sobre el planeta. Así de filosos eran aquellos primeros dibujos de Murray.
Convencido de que aquellas figuras iniciales no eran sólo un ejercicio pasatista, sino el embrión de un proyecto superador, Murray decidió mostrarle sus bocetos a Ron Dennis, fundador y director de la era moderna de McLaren y sus firmas derivadas: McLaren Applied Technologies y McLaren Automotive. Por entonces, la escudería británica gozaba de su apogeo en la Fórmula 1 (con Ayrton Senna y Alain Prost al volante) y estaba por encima, incluso, de Ferrari. Gordon Murray, que ya gozaba de un exitosísimo prontuario como diseñador, no sólo tenía estrecha relación con aquel éxito de McLaren, sino que también había sido artífice de las épocas gloriosas de Brabham y McLaren en los años 70 y 80.
Por entonces Ferrari tenía en la calle un modelo prácticamente de competición para “uso civil”, la F40, nada menos que su modelo más radical que además había sido creado para conmemorar los 40 años de la casa de Maranello en 1987. Aquella bestia roja pesaba 1.100 kilos y equipaba un motor de 485 caballos. Con bandera verde por parte de Ron Dennis para darle forma concreta a los trazos creados durante su espera en el aeropuerto de Milán, Murray empieza a delinear el proyecto del primer deportivo de McLaren. Y el objetivo, por supuesto, era batir a la F40.
La historia marca a 1992 como el año del lanzamiento del McLaren F1. Atrás habían quedado varios meses de trabajo minucioso de Murray para conseguir el motor V12 de BMW con 627 caballos, además de encargarse del desarrollo integral del proyecto. Hasta que apareció en 2004 el Koenigsegg CCR, el McLaren F1 fue el deportivo más rápido sobre la tierra: aceleraba de 0 a 100 km/h en sólo 3,2 segundos y lograba una máxima de 356 km/h. Además, inició la saga de superdeportivos de la marca británica y consiguió un lugar privilegiado entre las piezas más codiciadas de la industria.
Aquella bisagra en la historia de McLaren que significó el F1, hoy ya es un ícono aproximándose a los 30 años de vigencia. ¿Por qué Gordon Murray no podía hacerlo nuevamente entonces? El punto de partida, en este caso, está bastante más avanzado que en 1988: su empresa acaba de lanzar el T.50, un modelo que se presenta por diseño y concepción como el sucesor natural del mítico F1. Y basta con una mirada a primera vista.
Por ahora el T.50 tiene planes de producción para 2022, aunque bajo el ala de la firma de Murray, nada se habla aún de McLaren. Como aquel primer F1, de este T.50 sólo se fabricarán 100 unidades: cada una costará cerca de 2,62 millones de euros más impuestos.
Vuelve a hacer gala de sus trazos ultra aerodinámicos el diseñador sudafricano. Desde allí, su T.50 se planta naturalmente como heredero del trono del F1 –si es que alguna vez lo abandona-. La propia compañía de Murray asegura que el T.50 fue creado para “mejorar al McLaren F1 en todos los aspectos”. Uno de los rasgos sobresalientes que ya empezaron a caracterizar al nuevo hijo pródigo de Murray es la turbina que se encuentra en la parte posterior, que ayuda a aumentar la carga aerodinámica en un 50% y que también incrementa la potencia. Un sello inconfundible de Murray es implementar soluciones tomadas directamente de la Fórmula 1. Y esa turbina se ve idéntica a la usada en el Brabham-Alfa Romeo BT46B de 1978, un auto cuya aerodinámica resultó ser tan efectiva que terminó siendo prohibido.
En aquel Brabham la turbina se encargaba de extraer el aire debajo del monoplaza para generar mayor efecto suelo y así mantener al auto pegado al piso. En el T.50, además de conseguir dicho efecto, la turbina trabaja en combinación con otros elementos aerodinámicos, como los dos spoilers traseros, para reconducir el flujo de aire y mejorar la aerodinámica, además de refrigerar frenos y mecánica.
Carrocería fabricada en fibra de carbono, suspensión de aluminio y frenos carbocerámicos: la búsqueda de reducción de peso en el T.50 fue al límite para conseguir los 986 kilos finales. Son los que empuja el motor V12 de 3.9 litros de origen Cosworth (muchos lo señalan como el mejor V12 jamás creado) que desarrolla una potencia de 663 caballos. Aún no se conocen prestaciones oficiales sobre este conjunto. Irrelevante frente al sello inequívoco de Murray y la mística presente del F1.
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