Recientemente trascendió un resultado formidable de una triple colaboración entre Lamborghini, el constructor de yates Tecnomar y la compañía naviera The Italian Sea Group. Inspirada en el último superdeportivo de la marca italiana, el Sian, surgió entonces la Tecnomar Lamborghini 63, una lancha de 3 millones de euros que representa la vanguardia en yates de lujo. Tal como sucede con el Sian, el primer modelo híbrido de la casa bolognesa, sólo habrá 63 unidades de esta exquisitez en diseño y tecnología. No es una cantidad caprichosa, sino que remite a 1963, el año de la fundación de la marca del Toro.
“Interpreta las líneas de diseño, creadas por Marcello Gandini en Miura y Countach de los años 60 y 70, de una manera contemporánea. La capota rígida está inspirada en los roadsters Lamborghini: brinda protección contra el sol y el viento al tiempo que garantiza un rendimiento aerodinámico sobresaliente. Las luces de proa son un homenaje al concept car Lamborghini Terzo Millennio y al Sián FKP 37, ambos distintivos por sus luces delanteras en forma de Y”. La descripción, precisa, corresponde a la mismísima Lamborghini, y sintetiza lo que significa este ejercicio de diseño para la compañía.
Pero no es la primera vez que Lamborghini se mete, literalmente, en el agua. Existe un antecedente bien a la medida de la tradición de la marca y de los gustos que Ferruccio, su fundador, solía darse. El mentor de una de las marcas más prestigiosas del planeta era un empresario de fuertes convicciones y personalidad: le gustaba, como lo describen, que todo llevara su estilo.
En 1968 Lamborghini ya había dejado de ser una empresa constructora de tractores y las máquinas de Ferruccio les hacían frente a los bólidos rojos de Enzo Ferrari. La firma del Toro crecía rápidamente en prestigio y lograba, tal cual el juramento inicial de su fundador, desbancar a la firma de Maranello de su status de “intocable”. Lo que tanto Ferrari como Lamborghini representaban en aquel entonces en la industria automotriz, en la náutica lo aglutinaba la firma Riva. Dicha empresa tenía un modelo denominado Aquarama, por ejemplo, que había atraído a Brigitte Bardot, entre otras personalidades del jet set europeo.
Por supuesto, Ferruccio fue detrás de una Riva y su modelo Aquarama, una lancha legendaria de la que sólo se fabricaron 281 unidades. La embarcación hacía gala de un diseño fantástico, lucía una madera bellísima, disponía de espacio para que dos personas tomaran sol, y tenía capacidad para cinco ocupantes. Los motores alojados en la popa ofrecían una interesante potencia de 400 caballos, pero Ferruccio no soportó que fueran de origen americano, dado que podían estar provistos por Chrysler o Cadillac.
En aquellos años, además del Miura recientemente lanzado, la marca disponía del 350 GT, el primer modelo creado por su ideólogo. Este deportivo estaba equipado con un V12 de 4 litros que fue, nada menos, el elegido por Ferruccio para incorporar a su flamante embarcación. Luego de algunos ajustes pedidos por Riva, ambos V12 reemplazaron a los impulsores americanos en la popa de la Aquarama: los 700 caballos que erogaban entre ambos la consagraron como una de las más rápidas del mundo, sin contar las de competición. Andaba a unos 90 km/h (48 nudos) y consumía como pocas con sus 12 carburadores, pero interpretaba el gusto más puro y personal de Ferruccio. “Volaba” por el agua como sus autos lo hacían en el asfalto.
El empresario falleció en 1993 y la embarcación se perdió de vista. Recién en 2010 fue rescatada y quedó en poder de Riva World, la firma holandesa especializada en restaurar modelos de esa marca. Recompusieron toda la madera, la tapicería, los cromados y volvieron a poner uno de los V12 que se habían quitado durante los años de ostracismo. Aquel impulsor faltante, que estaba en el museo de Lamborghini, se compró y volvió a darle vida a la Aquarama. La restauración completa demandó cerca de tres años. Pero fue hecha al gusto de Ferruccio, tal cual la primera vez. Aun en el agua Lamborghini puede hacer la diferencia.
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