La historia de la industria automotriz argentina es una fuente inagotable de capítulos que abarcan modelos, proyectos, anécdotas, sueños y, también, fracasos. Si bien la época de oro comenzó en los 60, a partir del régimen de promoción de la industria automotriz sancionado en 1959 por el Gobierno de Arturo Frondizi, ya durante los años 50 el sector se mostraba incipiente. Hacia 1952, en Córdoba, nació la primera empresa dedicada a la producción automotriz, Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME), sobre la base de una fábrica de aviones estatal. De allí salieron, por ejemplo, modelos emblemáticos como el Justicialista y el Rastrojero; y luego, de la alianza de IAME con la americana Kaiser se fundó IKA, fabricante del icónico Torino.
Durante aquella primera mitad de los 50 el rubro automotor no sólo crecía próspero para el desembarco de marcas como Mercedes-Benz, sino también para la incursión en la industria de pequeños emprendedores y fabricantes que se lanzaron a producir autos con alguna licencia importada. Las calles, por entonces, empezaban a poblarse de modelos de diversa procedencia y concepción. Un paisaje tan variopinto como efímero.
La empresa Rosatti y Cristóforo Industrias Metalúrgicas S.A. (RYCSA), que se dedicaba por aquellos años a la fabricación de grúas, calderas, máquinas y construcciones metálicas en general, decidió incursionar en la industria automotriz. En 1954, la firma cerró un contrato con SIATA (Società Italiana Auto Trasformazioni Automobilistiche) para producir bajo licencia en el país al Mitzi B40, un pequeño citycar nacional que se proyectaba como herramienta ideal para desplazarse por el creciente tránsito de Buenos Aires. Aquel modelo tuvo doble presentación: primero en el Autódromo de la Ciudad de Buenos Aires, por entonces denominado 17 de Octubre, y luego un segundo evento, con todas las estridencias, en el salón de exposiciones del edificio de YPF, ubicado en la Avenida Diagonal Norte, un escenario donde tuvieron lugar grandes lanzamientos a través de los años.
La metalúrgica RYCSA había llegado a Arrecifes en 1944, y también contaba con plantas en San Nicolás y Quilmes. Para el desarrollo del Mitzi, la firma creó una nueva sociedad llamada Imema, y levantó una planta en la ciudad de Caseros, Provincia de Buenos Aires. Imema llegó a contar, nada menos, con 1.500 empleados, varios llegados desde Italia para supervisar directamente la fabricación del Mitzi B40. El ingeniero a cargo del proyecto era un turinés, Juan Rossi, quien había venido a trabajar sobre la identidad del futuro auto argentino: según Rossi debía ubicarse, en tamaño y potencia, en una escala intermedia entre los modelos europeos y los norteamericanos que predominaban aquí por entonces.
Si bien el Mitzi causaba sensación por aquel concepto de auto popular y práctico para el tránsito, la presentación ante la prensa abarcó también a otros dos modelos: un sedán dos puertas denominado Gilda (nombre de la esposa de Rosatti) y la pick up Gauchito, basada en dicho sedán. Todos ellos fueron mostrados como prototipos, por estar al momento del evento en una etapa de fabricación inicial. La firma adelantaba que para 1956, su primer año, la fabricación del Mitzi B40 iba a rondar las 2.500 unidades, y proyectaba 10.000 para los años siguientes.
El prometedor mini auto nacional medía sólo 3,1 metros de largo y pesaba 420 kilos. Podía llevar a tres adultos (atrás contaba con un pequeño asiento de emergencia) y ofrecía la mitad de su techo de lona para plegar. Estaba equipado con un motor Vespa de dos cilindros y cuatro tiempos: con una potencia de 12 CV podía alcanzar una velocidad máxima de 85 km/h. El sedán Gilda nada tenía que ver con el Mitzi de SIATA, sino que fue un proyecto íntegramente desarrollado en Argentina, tanto en la parte mecánica como la carrocería y el chasis. Ofrecía un motor de cuatro cilindros de 1.792 cm3 y 55 caballos. Por su parte, la pick up Gauchito mantenía las mismas características que el Gilda, pero su motor tenía 50 CV.
De aquella presentación rutilante directo al ostracismo: ese fue el resultado del triple proyecto. Los modelos no tuvieron el éxito esperado y prácticamente no existen registros sobre sus cifras de producción. Incluso no se conocen unidades de aquellos primeros prototipos, y varias crónicas de historiadores de la industria ponen en duda que realmente hayan salido de aquella condición experimental para entrar en la producción en serie.
RYCSA y su trío popular sufrieron en su plena etapa fundacional los bruscos cambios políticos de la Argentina. Al ser derrocado Juan Domingo Perón en 1955, las condiciones económicas cambiaron y el proyecto de este micro auto no se pudo mantener, como tantos otros que se vieron cruzados por un nuevo contexto político y económico establecido con la llamada Revolución Libertadora. Poco queda de aquel sueño industrial de la metalúrgica: sólo algunas fotos y el testimonio audiovisual de una presentación a la altura de los modelos más importantes de la historia argentina.
La sociedad RYCSA, que en su mejor momento les dio trabajo a 260 personas sólo en Arrecifes y llegó a fabricar 3.000 toneladas de hierro para hormigón armado al año, entró en convocatoria en 1977 y se disolvió un año más tarde luego de la muerte de uno de los socios, Santo Rosatti. Proyectos, sueños y fracasos en la misma historia.
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