“Cuando en 1951 González y su Ferrari dejaron el 159 y todo el equipo de Alfa atrás por primera vez en la historia de nuestros enfrentamientos directos, lloré de alegría. Pero mezcladas con esas lágrimas de entusiasmo había lágrimas de dolor, porque ese día pensé para mí mismo: he matado a mi madre.”
Enzo Ferrari atravesó años difíciles durante su juventud, pero no pudieron quebrarlo. La Primera Guerra Mundial interrumpió sus estudios en una escuela de ingeniería mecánica. Allí había llegado junto a su hermano Dino, a quien perdió por culpa de la fiebre tifoidea y luego, con poco tiempo de diferencia, también falleció su padre. Con la empresa familiar quebrada, salió del servicio militar sin trabajo y sin afectos.
En su incursión por Turín, la meca del automovilismo en aquel entonces, fue Fiat quien le propinó el primer revés tras negarle una solicitud de trabajo. Aquel traspié, lejos de amedrentarlo, lo impulsó aún más en su pasión por el automovilismo, y entonces luego de conseguir trabajo en una firma de Milán se compró un Alfa Romeo para competir en las carreras.
Fue Alfa Romeo quien acompañó y formó a Enzo Ferrari en sus primeros años en el universo deportivo. Por aquel entonces, la marca de Milán era dominante, con un prestigio idéntico al que Ferrari conseguiría décadas más tarde. Primero fue piloto oficial de la marca, posición a la que llegó luego de destacarse en una competencia Targa Florio, aunque también ocupó roles de vendedor y hasta de técnico en el equipo de carreras.
Siempre estuvo en la mente de Enzo Ferrari fundar su propio equipo. Y finalmente lo logró en 1929, cuando nace la Scuderia Ferrari, en Módena. Y allí nuevamente Alfa Romeo fue clave: su empresa funcionó como un apéndice de Alfa, de quien recibía apoyo a cambio de soporte técnico. Su primera creación fue el Alfa Romeo 158 Alfetta, el auto que le llevó a dirigir el departamento de competición de la firma de Milán.
“Hoy maté a mi madre”.
El sábado 13 de mayo de 1950 se inició el Campeonato del Mundo de Pilotos, que luego la FIA (Federación Internacional del Automóvil) oficializó como el inicio de la Fórmula 1. Sólo un año más tarde, el 14 de julio de 1951, Ferrari consiguió su primera victoria en la máxima categoría. El piloto argentino José Froilán González, “el Cabezón” como lo apodaban, cruzó la meta del mítico circuito inglés de Silverstone unos 50 segundos por delante del Alfa de su amigo Juan Manuel Fangio.
Enzo Ferrari había abandonado el equipo Alfa Romeo en 1939, luego de diferencias con el director general. Allí cobró impulso su nuevo objetivo de llevar a lo más alto del automovilismo a la marca con su apellido. Los autos construidos en Milán eran las máquinas dominantes con décadas de experiencia en carreras. Aun así, dispuesto a vencerlos, Ferrari anotó a su escudería en el primer campeonato de Fórmula 1 de 1950. Aquel año estuvo cerca de la victoria, pero se le negó. El equipo Alfa, en el que ya estaba Fangio, consagró Campeón del Mundo al italiano Giuseppe Farina. Froilán González, por su parte, hacía su experiencia en Maserati.
Froilán llegó a Ferrari justamente en 1951 para darle forma al sueño de victoria de Don Enzo. En el Gran Premio de Inglaterra, el quinto de la temporada, aquella Ferrari 375 con el argentino al volante finalmente arrancó las lágrimas del Commendatore. “Experimenté la sensación de haber matado a mi madre”, dijo. El alumno había vencido al maestro que le había enseñado todo. Las lágrimas de Ferrari no sólo fueron el desahogo de aquellos años duros, sino también el comienzo del mito. Si bien ese campeonato lo volvió a ganar Alfa, con Fangio, en Silverstone comenzó la senda victoriosa de Ferrari, la escudería más emblemática de la Fórmula 1, con más éxitos que ninguna otra en la categoría.
El arrecifeño Froilán corrió 26 Grandes Premios en nueve temporadas de la Fórmula 1 (1950 a 1957 y 1960) y consiguió dos victorias: una fue aquella del 14 de julio con Ferrari, la primera personal y de la marca. Tres años más tarde, volvió a repetir el triunfo en Silverstone, logro que lo pone como uno de los tres pilotos de Ferrari en hacer doblete en ese trazado junto a Alberto Ascari y Michael Schumacher (el alemán ganó tres).
Después de aquel primer triunfo, las campanadas de Maranello recibieron como héroe a Froilán González, un ritual que aún hoy se repite cada vez que una de las máquinas rojas consigue un triunfo en F-1. Cuentan los historiadores de la máxima categoría que Enzo llamó al argentino a su despacho y rompió el contrato que tenía con el piloto por 150.000 liras, y lo reemplazó por otro de 6 millones de liras. Dicen, también, que Froilán respondió: “De ninguna manera señor Ferrari. Soy yo quien debe dar las gracias. Créame usted si le digo que Ferrari será un gran equipo y se escribirán libros enteros contando su historia, enumerando triunfos y más triunfos”. González falleció en 2013, pero fue testigo de todo lo que le había aventurado a Don Enzo.
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