“¿Qué hacer? Algo. Cualquier cosa. Excepto quedarnos sentados. Si nos equivocamos, comenzar de nuevo. Probar otra cosa. Pero si esperamos hasta estar satisfechos y tener todas las certezas, puede que sea demasiado tarde”.
Lee Iacocca, el padre del Ford Mustang, delegó en uno los deportivos más emblemáticos del mundo, y en todos los que trabajaron y siguen trabajando en su desarrollo, el beneficio de la transgresión. Y de la experimentación sobre las bases disruptivas que tuvo este auto desde el momento de su nacimiento, hace 56 años. Como un adolescente eterno que no siente el paso del tiempo ni estando cerca de las seis décadas, el Mustang tiene todavía la capacidad de sorprender, como lo hizo en 2019 al ufanarse de ser el primer auto totalmente eléctrico de Ford, y en formato de SUV, con el Mach-E. Y en ese camino de innovación constante, hay prototipos muy llamativos que no llegaron a convertirse en modelos de producción, pero que sin embargo tampoco han quedado en el olvido.
Los concept cars no son sólo vehículos de experimentación; son vistos como el juguete de los diseñadores, el espacio en el que despliegan la mayor inventiva. En el caso del Mustang, el repaso histórico acumula muchos prototipos eclécticos, que no siguieron un patrón porque, en definitiva, lo que mayormente se buscaba era la exploración de nuevos segmentos que pudieran ser ocupados con versiones que ya tenían la ventaja de un nombre consolidado. Por eso aparecen variantes de deportivos compactos, sedanes, familiares y algunos con formas tan raras que, y como calificativo leve, se los puede considerar extravagantes. Se trata de desarrollos realizados en los primeros años posteriores al lanzamiento del Pony Car de Ford, en las décadas del 60 y del 70, que forman parte de una suerte de museo de los No Mustang.
No está entre ellos el primer prototipo, que data de 1962 y fue realizado por Gene Bordinat por encargo de Lee Iacocca. Había que buscar un auto compacto y deportivo que permitiera hacerles frente a los europeos y permitiera mejorar las ventas que estaban en caída con el Thunderbird.
El resultado fue un concept biplaza descapotable, con un motor V4 de 109 caballos y un aspecto demasiado futurista. Un año más tarde, fue Joe Oros quien se encargó del segundo prototipo. Está vez, mucho más acertado. Era pequeño y liviano, tenía cuatro butacas independientes y la palanca de cambios nacía del suelo. Su imagen transmitía fuerza y deportividad. En abril de 1964, era presentado en el Salón del Automóvil de Nueva York. Nacía un éxito que sigue en marcha: en los primeros dos años ya se había superado el millón de unidades vendidas.
Históricamente con versiones coupé y convertible, provisto de motores furiosos, ícono del muscle car americano, los equipos de diseño de Ford en aquellos años de 60 y 70 con mucha experimentación y no sólo en el campo automotor, permitieron la aparición de estos locos prototipos.
Las precuelas del Mustang
Entre finales de 1961 y mediados de 1962, los diseñadores de Ford experimentaron con diferentes posibilidades para la creación de un coupé de deportiva basada en la plataforma del compacto que acababa de aparecer, el Falcon.
Cada uno de los diseños bocetados recibió un nombre interno propio, aunque hubo uno en forma de fastback que tuvo al menos tres denominaciones diferentes. Este diseño nació como una coupé de tres puertas cuyos asientos traseros iban colocados en posición contraria a la marcha. Aunque nunca fue producido, una variante de aquellas líneas de fastback llegó a adoptarse para la tercera carrocería del Mustang.
El boceto se lo llamó Avventura. Cuando pasó a prototipo físico vio cómo perdía el portón trasero vidriado y pasaba a tener una discreta tapa de baúl. Además, la segunda fila de asientos adoptaba una posición convencional, en el sentido de la marcha. Una vez implementado el cambio en la parte trasera, se lo conoció como Avanti, aunque el nombre se cambió de nuevo a Allegro, puesto que Studebaker había lanzado por entonces un modelo coupé denominado Avanti.
Además, antes de la salida al mercado, los diseñadores de Ford crearon una serie de prototipos biplaza. Luego, la historia contradijo esa idea: nunca existió un Mustang de dos plazas, con excepción de las versiones más deportivas orientadas a la competición, que naturalmente pierden las plazas traseras para reducir peso.
Uno de estos biplazas de techo duro, basado en el Mustang 1 de 1962 y con motor en posición central, probablemente nunca se consideró seriamente como variante de producción del Mustang, aunque sirvió de inspiración para el Ford GT40 Mk1 que compitió en Le Mans.
En 1962, el equipo de diseño de Ford liderado por Gene Bordinat volvió al ataque con otro prototipo llamado Allegro. Se trataba de un concept de los más importantes de la historia del modelo, ya que definiría las proporciones de los Mustang que seguirían durante las próximas cinco décadas con rasgos como el largo capó o el pequeño techo.
Los que quisieron sumar al suceso
El gran éxito cosechado por la primera generación de este mito americano hizo que los directivos de Ford comenzaran a pensar en nuevas carrocerías para ampliar su mercado. Ya que el Mustang estaba basado en el Falcon, era inevitable experimentar en la idea de añadir dos puertas al Pony Car y convertirlo en sedán. No obstante, el prototipo resultante no debió haber gustado en el seno de la compañía, porque el proyecto se desestimó.
Otra carrocería que se barajó seriamente durante mediados de la década de los sesenta era la familiar: el Mustang Station Wagon. Al menos un prototipo basado en un modelo coupé del año 1966 llegó a producirse, aunque no era un familiar como tal.
En 1965, habida cuenta del éxito que había tenido en sus primeros meses de ventas en las versiones deportiva, Ford también pensó en una variante sedán, de cuatro puertas, pero quedó sólo en eso, en la intención. Finalmente, con el SUV Mach-E y 55 años más tarde, el Mustang tuvo su modelo con cuatro puertas, igual potente pero con un perfil más familiar.
En 1967, tomaron el prototipo Allegro y lo transformaron en un auto difícil de clasificar: le quitaron el techo y parte de los cristales, le sumaron un parabrisas muy bajo de estilo speedster y remodelar la parte trasera.
Con ánimo de adelantar el Mustang de 1968, Ford lanzó el Mach 1 Concept, cuya parte delantera se inspiraba en un prototipo de Mustang de 1963. Más adelante se remodeló su aspecto, más cercano a la producción. Tanto el rebajado techo como la toma del depósito de combustible, de competición, se desecharon de cara a producción. Esta carrocería hatchback llegó en el Mustang II del 74.
El denominado Mach 2 disponía de un motor 4.7 litros Hi-Po V8 que pasó de su posición frontal a detrás de los asientos, con el propósito de previsualizar un posible sucesor del Shelby Cobra. A pesar de esto, mantuvo el largo capot, típico del Mustang. Eso sí, nunca pasó de la maqueta.
Presentado en el Salón de Chicago del año 70, el Mustang Milano adelantaba rasgos que incorporaría más adelante el modelo de producción de 1971. La línea lateral del coche fue adoptada por el Falcon XB coupé para el mercado australiano de mediados de los setenta.
En 1971, el estudio de diseño Ghia de Italia, entonces propiedad de Ford, preparó una elegante propuesta de tres puertas con portón trasero para lo que eventualmente se convirtió en el Mustang II, aunque pocos de los detalles hicieron producción. Aún así, su estilo sugiere que Ford tenía como objetivo competir con autos japoneses de bajo consumo de combustible como el Toyota Celica.
Casi una década después, en 1979, llegaba el RSX, un diseño a cargo de Ghia que pretendía convertir al Mustang en un vehículo de rally. Tenía vías más anchas que el modelo de producción y una distancia entre ejes, así como una mayor altura libre al suelo para afrontar etapas fuera del asfalto. Otro inclasificable.
Con seis generaciones en sus 56 años de existencia, el Mustang ya superó ampliamente las diez millones de unidades producidas. Y su última versión lo puso al top de las ventas globales entre los deportivos, con 633.000 autos vendidos entre 2015 y 2019. Justamente el año pasado se vio el paso a la inmortalidad de Lee Iacocca, a los 94 años.
La ventaja que tuvo el Ford Mustang, y todos los que trabajaron y siguen trabajando en el desarrollo de uno de los deportivos más emblemáticos del mundo, es que su padre fue un transgresor, y siempre propugnó estar en movimiento, aun con ideas que puedan parecer a priori tan revolucionarias como extraordinarias y, con el paso de los años, se las recuerde como proyectos extravagantes. Pero, como lo dijo Iacocca…
“El que no se desafía a sí mismo, se apoltrona”.
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