Ya habían pasado dos años desde que Elvis Presley le puso voz, prestancia y estilo al nuevo género musical que estaba naciendo. El rock and roll ya no volvería a ser lo mismo desde la unción del Rey nacido en Memphis, mientras que los estratos más tradicionalistas de la sociedad lo miraban de reojo. Hacia finales de 1957, con 22 años, recibió la citación para sumarse al servicio militar. Y entre 1958 y 1960 fue un conscripto más, aunque con algunas prerrogativas que las Fuerzas Armadas le dieron por su condición estelar. Una de las etapas de la instrucción fue en Alemania. Y allí se encontró con un auto, de los más bellos que se conocen en la historia de BMW, que esconde una historia relacionada con el permanente acoso de las fanáticas que tenía el cantante y que lo llevó a cambiarle la fisonomía.
El BMW 507 es una joya. Un biplaza descapotable que fue lanzado en la década del 50 para competir con otra maravilla alemana, el Mercedes-Benz 300 SL, entre los que estaba el Alas de Gaviota. En el caso de la casa de Munich, el 507 surgió de la mente de Max Hoffman (un importador de BMW en Estados Unidos), y representó el resurgir de la marca tras los graves daños causados por la Segunda Guerra Mundial.
El resultado de este desafío fue el exclusivo 507: carrocería de aluminio (no se repitió en un modelo de producción de la marca hasta la década del 90), motor V8 de 3,2 litros, 150 caballos de potencia pero, sobre todo, una belleza hipnótica, en una época en la que desde Estados Unidos ya mostraba que se podían diseñar autos más refinados que los grandes carrozados que se vieron en las décadas del 30 y del 40: el Chevrolet Corvette había sacudido el mundo automotor con su estilo desprejuiciado.
El sesgo americano ya estaba presente en el auto, por lo que la relación posterior con Elvis Presley fue obra del marketing estratégico de BMW. El 507 fue presentado al público en el Salón del Automóvil de Nueva York de 1955, aunque su producción comenzaría al año siguiente. Se había estimado una producción anual de dos mil unidades para vender a unos 5.000 dólares cada una. Pero su elevado costo de producción llevó el precio a casi el doble (9.000 dólares) y tan sólo se fabricaron 254 autos.
Una vez concluido su entrenamiento en Estados Unidos, el Rey llegó a Alemania el 1º de octubre de 1958. Pocas semanas antes había fallecido su madre, víctima de un cuadro hepático que se agravó por el estrés y una creciente adicción al alcohol a la que se entregó después de que su hijo fuera citado al servicio militar.
En la Alemania Occidental, Elvis estuvo en la Tercera División Armada (apodada la “punta de lanza”) de la ciudad de Friedberg. De su país lo despidieron con honores y conferencia de prensa antes de subirse al barco. En el país europeo pudo vivir fuera de la base, primero en hoteles y luego en una casa, junto a su padre, su abuela, sus guardaespaldas y su secretaria.
Los fanáticos de ambos géneros, pero en especial el femenino, lo acosaban porque era un fenómeno global. En la residencia que ocupó en un pueblito cercano a la base llamado Bad Nauheim, todos los días firmaba autógrafos entre las 19.30 y las 20. Al notar el cataclismo que significaba tener a Elvis Presley en su país, BMW entendió que debía aprovechar la oportunidad.
Todo comenzó en diciembre de 1958. Un concesionario de BMW en Frankfurt hizo entrega a Elvis Presley de un 507 de color blanco, con número de chasis 70079 y patente M–JX 800. El coche había sido fabricado en septiembre de 1957, y expuesto en el Salón de Frankfurt de dicho año. Tras haber cumplido con la promoción, el auto pasó a manos de Hans Stuck, un prestigioso piloto alemán que estaba relacionado con BMW, quien se llevó el coche de gira por Europa, y entre 1957 y 1958 fue la estrella de varios salones del automóvil.
Stuck era conocido por su impresionante habilidad al volante, especialmente en competiciones de ascenso, en las que era un especialista. Durante 1958 compitió con este 507 en varias carreras en Austria, Suiza y Alemania. El coche fue meticulosamente mantenido por BMW, y tras cada carrera era revisado y puesto a punto para garantizar su funcionamiento correcto.
Cuando el auto regresó a Alemania, Elvis cayó en la tentación. BMW se lo dio para que lo probara y quedó tan impresionado que lo compró en el acto. El Rey usaba el roadster para ir desde su casa en Bad Neuheim hasta la base militar de Freidberg. Las fanáticas del cantante solían dejarle mensajes de amor escritos con lápiz labial sobre la carrocería del auto, así como marcas de labios.
Elvis estaba avergonzado de dichos mensajes, por lo que ordenó pintar el coche de color rojo para disimularlos. El trabajo fue hecho por la propia BMW, ya que no quiso perder el carácter de original aun con el cambio de tonalidad. Así lo siguió conduciendo hasta que, en marzo de 1960, el cantante dejó Alemania para regresar a su país cuando terminó con el entrenamiento militar. Y se llevó el 507 consigo, exportado a los Estados Unidos.
Pronto perdió el interés en su 507, y lo vendió a un concesionario de Chrysler en Nueva York. Luego fue adquirido por el locutor radial Tommy Charles por 4.500 dólares. Éste era un apasionado de la competición, y para ello, altero radicalmente la mecánica e interior del BMW.
Finalmente, en 1968 cayó en manos de Jack Castor, un ingeniero espacial y coleccionista de California. Lo recibió sin motor ni caja de cambios, con el fin de tenerlo para disponer de repuestos para su otro 507, de color azul.
Castor investigó de todos modos el origen del auto y supo de un dato que lo alentaba: que el 507 había sido conducido en competición por Hans Stuck. Y el tercer dato le llegó cuando leyó en una revista que ese BMW había sido propiedad de Elvis Presley.
Claro que no tuvo el dinero para restaurarlo y el descapotable terminó arrumbado en el galpón de su chacra productora de zapallos, compartiendo el espacio con otros autos que estaban en estado ruinoso. Fue en 2009 cuando BMW supo de la existencia de este 507, y envió una comitiva a convencer a Castor: lo hicieron llevándose el rojo de Elvis y el azul para restaurar ambos, aunque el que había sido del cantante se iba a quedar en Munich para integrarse al museo de la marca.
El coche viajó a Alemania por contenedor, y tras su llegada fue sometido a una exhaustiva restauración. El cambio de motor que le había hecho Tommy Charles (le puso un Chevrolet V8) le dejó un daño importante porque terminó con el chasis cortado.
En BMW se invirtieron miles de horas de trabajo para restaurarlo. Se separó su carrocería de aluminio de su chasis de acero, se eliminó la pintura roja de todos sus paneles, y los restos de su habitáculo fueron restaurados, quitando el óxido de forma prácticamente artesanal.
No obstante, muchas piezas tuvieron que ser fabricadas de nuevo, ya que ni siquiera BMW Group Classic tenía repuestos de todas las partes necesarias. Para su producción se recurrió a moldes originales, se trabajó con sus proveedores originales e incluso se recurrió a la impresión en 3D. El motor fue reconstruido a base de repuestos, porque encontrar otro V8 de aquellos años iba ser prácticamente imposible.
El 507 fue repintado en Feather White, siguiendo procesos usados en los años 50. Cumplieron así con el deseo de Jack Castor de que el auto recuperara el color con el que le había sido entregado a Elvis y que fue objeto de acoso de sus fanáticas.
“Si sólo hubiera estado interesado en el dinero, habría sido un error cederle el auto a BMW. Pero yo quiero que sea restaurado y que la gente lo pueda disfrutar. Eso es más importante que hacerme de algunos millones de dólares”, explicó Castor en el momento de desprenderse de un deportivo tan emblemático y con tanta historia.
Los dos BMW 507, el blanco y el azul, que Jack Castor tenía en su galpón fueron presentados al mundo en 2016 como las estrellas del Concurs D’Elegance de Pebble Beach, en California, la exposición más importante de autos clásicos. Su dueño no pudo verlos: había fallecido en 2014.
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