Todo vuelve. Hasta el autocine. Uno de los formatos de entretenimiento más populares, atractivos y emblemáticos del siglo XX renace a 87 años de su creación. Desde Europa, donde su resurgimiento ya es una realidad, el autocine tiene pretensiones de convertirse en tendencia en otras partes del planeta, incluida la Argentina. El COVID disparó la remake de un fenómeno que ahora aparece como una solución al nuevo mundo post coronavirus.
Unos 600 espectadores pagaron 25 centavos de dólar el 6 de junio de 1933 para ver "Wives Beware", una popular comedia británica. Por cada auto debía abonarse otros 25 centavos, pero aquello no atentaba contra un formato que no tardó en popularizarse y que además marcó una época dorada e inolvidable.
El creador del autocine, un americano llamado Richard Hollingshead Jr., curiosamente era ajeno al mundo cinematográfico. Simplemente trabajaba como director de ventas de una empresa de lubricantes para autos, y lo obsesionaban las experiencias de un floreciente universo automotor. Hollingshead pensaba al auto como creador de emociones, y su visión empresaria lo llevó a patentar la idea de los autocines bajo la denominación Drive-In-Theatres. “La verdad es que creo que conducir para ir a ver una película es una excusa tan buena como cualquier otra excusa para conducir”, explicaba a la prensa el padre del autocine. Nació así una de las modas más simbólicas del siglo. Y también una original campaña de marketing para promocionar los lubricantes de la marca de su padre.
Si bien en España existen ocho salas de autocine para que los espectadores vean la película sin salir de su auto, la amenaza del coronavirus volvió a impulsar el formato. El 11 de junio se está inaugurando el autocine más grande de Europa, en Alicante. El resurgimiento de la actividad, por supuesto, acarrea nuevos protocolos de prevención, tanto para espacios existentes como nuevos, además de originales formatos para los servicios.
En un predio con más de 45,000 m2, el autocine más grande y moderno de Europa tiene capacidad para más de 400 vehículos que pueden estacionar sobre una zona asfaltada, para evitar el polvo y así asegurar las condiciones de higiene. Según la franquicia Cinemacar, dispone de la pantalla con mayor superficie del continente, situada en una estructura de 500 m2, que puede verse desde cualquier punto del recinto.
Las medidas de higiene impuestas como normas de prevención abarcan la desinfección de cada vehículo que ingresa, puestos gastronómicos aislados con lonas de PVC transparentes, y zonas comunes espaciosas para garantizar el distanciamiento social recomendado. Todo el complejo dispone de cabinas de desinfección y de controles de temperatura en los accesos para los usuarios y los trabajadores. Los baños, por ejemplo, están conectados con un sistema indicativo de iluminación led que le permite a cada espectador visualizar desde su lugar cuando la cabina sanitaria esté desinfectada y lista para ser utilizada. Por otra parte, los palcos con capacidad para seis personas tienen mamparas de aislamiento.
Todo evolucionó. El sonido de la película hoy se sintoniza a través del sistema de audio del vehículo, lejos de aquellos altavoces iniciales que se instalaban en los laterales de cada pantalla, o los receptores de sonido que se colocaban en las puertas de los autos. Y también cambió la motivación para ir al autocine. De ser el plan perfecto para las parejas, ahora aparece –al menos por el momento- como la única alternativa para ver una película fuera de casa con una distancia social suficiente, y total seguridad frente a la “nueva normalidad” que impone el coronavirus.
A la Argentina la moda del autocine llegó con cierto retardo, durante los años 60 y 70, mientras en los Estados Unidos el fenómeno empezaba a agotarse. Hubo cuatro en Buenos Aires: uno en la Ciudad Deportiva de Boca Juniors, en Costanera Sur; otro en Panamericana y la avenida Pelliza, en Olivos; en Avenida General Paz y Constituyentes, y el cuarto en la terraza de un antiguo supermercado en Villa del Parque. Hasta la crisis sanitaria por el COVID, había un autocine funcionando de manera permanente en la provincia de Mendoza: en El Cerro, Las Heras, pero debió cerrar por la amenaza del coronavirus.
¿Puede volver el fenómeno también a la Argentina? Las salas de cine atraviesan la peor crisis de su historia y con enorme incertidumbre a futuro. Varias empresas que trabajan en el sector ya cuentan con proyectos para reactivar el negocio de la mano del autocine. La experiencia europea y su repercusión serán clave para que las iniciativas locales superen la etapa de análisis. Todo vuelve.
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