El mundo del automóvil también encierra numerosos mitos. Durante el siglo pasado, por ejemplo, la desaparición nunca esclarecida de la Bugatti Type 57 Atlantic les quitó el sueño a coleccionistas, historiadores y seguidores de la marca. De las cuatro unidades que se fabricaron en la década del 30, cuatro verdaderas joyas, sólo se conservaron tres, y la cuarta, un ejemplar negro apodado “La Voiture Noire”, nunca se recuperó. Desde entonces se lo considera el unicornio de Bugatti.
Ya en la era moderna, un mito se fue alimentando en torno a McLaren. Una leyenda que envuelve a su modelo más deseado y emblemático, el F1, que ya lleva varios años dejando una pista borrosa sobre su paradero. Su propio unicornio. Entre 1992 y 1998 se fabricaron solamente 106 McLaren F1, incluyendo los modelos de competición y los cinco prototipos que se usaron para el desarrollo del deportivo. Dicha cantidad permite que tanto la marca, brokers y coleccionistas, sepan quién es el dueño de cada unidad, por supuesto todos ellos con un chasis de numeración única.
El misterio envuelve, de todas maneras, al chasis número 39, fabricado en 1995 y uno de los dos únicos de color marrón que salieron de la línea. Una de aquellas unidades con terminación Brazilian Brown Metallic, como se denominó técnicamente, perteneció a Creighton Brown, pero ésa es la número 29. Brown es un empresario inglés que en los años 70 se dedicó al automovilismo y ayudó a Ron Dennis, emblemático director del equipo de Fórmula 1 de McLaren hasta 2009, a tomar el control de la escudería.
Luego de que en 1978 Brown y Dennis se unieran y tomaran la participación mayoritaria en el equipo McLaren de Fórmula 1 llegó la época dorada para la escudería británica: ganó siete títulos de Constructor y ocho Campeonatos Mundiales de Pilotos. Diez años más tarde, Brown también resultó fundamental para la financiación del proyecto de Gordon Murray para crear el mejor deportivo del mundo: el F1. Así, a finales de 1995, Creighton Brown recibió su F1 personalizado (el número 29).
Poco se sabe entonces del otro F1 marrón, el número 39. El único rastro ubica al modelo en Sinaloa, México, entre 2003 y 2004. Y lo más curioso, con una matrícula inglesa, la P440CPJ, además de unas llamativas llantas pintadas de dorado.
Especialistas aseguran que esa patente es de diciembre de 1996, mientras que el chasis 39 fue construido en 1995. Y, además, dicha matrícula pertenece a un particular y reconocido McLaren F1 GTR con decoración amarilla y verde de Harrod’s. Ese deportivo está matriculado en el Reino Unido desde 1996, y si bien allí es legal venderle una matrícula a otra persona, este no podría ser el caso.
El McLaren F1 es uno de los deportivos más codiciados de todos los tiempos. En su momento, además, se convirtió en el auto de producción más rápido del planeta y en el emblema del poderío que McLaren demostraba en las pistas y que se extendía también a un selecto grupo de clientes particulares. La propia firma, que lleva registro de todas las unidades matriculadas, indica que tampoco tiene conocimiento del rastro del chasis 39.
Lo único concreto es que el McLaren marrón fue visto en Culiacán, Sinaloa. Desde entonces, versiones y conjeturas no paran de hilvanarse. Se dice que ingresó ilegalmente a México en 1997 como un regalo de navidad de un capo narco. Según medios mexicanos, la leyenda relata que un jefe del cártel de Culiacán, considerado entonces como el más poderoso de América, compró el auto en Inglaterra y lo llevó a México. Y al ser asesinado por un cártel rival, sus familiares escondieron el F1 en una granja, pero se perdieron las llaves.
Desde entonces la principal hipótesis indica que el McLaren está perdido –o guardado- en algún lugar de la zona rural de Sinaloa, y que por lo tanto su estado es una incógnita. Por pertenecer a una saga única de la marca británica su valor sigue siendo altísimo e incalculable. Quien lo encuentre habrá hallado un verdadero tesoro automotriz. Aunque la búsqueda por Sinaloa no parece sencilla.
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