Como sucesor del inolvidable BMW 507, aquella belleza creada en 1956 que supo usar Elvis Presley, el Z8 estuvo más que a la altura. El icónico roadster irrumpió en el mundo de los deportivos en el año 2000 y rápidamente sus líneas seductoras empezaron a codearse con las alfombras rojas de todo el mundo. Nació directamente como objeto de deseo, y se potenció junto a la figura de un joven Pierce Brosnan, que como Agente 007 lo tuvo de compañero de aventuras en “El mundo nunca es suficiente”, filme de la larga saga de James Bond.
La casa bávara había presentado en el Salón de Tokio de 1997 un prototipo denominado Z07: era nada menos que el prólogo del exquisito Z8, y una referencia ineludible a aquel clásico de los años 50, uno de los más emblemáticos de la marca. El Z8 estuvo a la venta hasta 2003, y se comercializaron 5.703 unidades en todo el planeta, por lo que no es un vehículo fácil de ubicar, más a allá de la popularidad que consiguió con su belleza. El propio diseñador del 507, Albrecht von Goertz, fallecido en 2006, había asegurado años antes que si hubiera tenido que diseñar un BMW 507 moderno, hubiera sido como el Z8.
Cautivaba con su estilo retro, caracterizado por un largo capó y una posición de conducción casi sobre el eje trasero. Fabricado sobre un chasis mayormente de aluminio, medía 4,4 metros de largo, y sólo 1,32 de alto. Y además elevaba la vara en una época en donde los roadsters de las marcas más exclusivas renacían tras varios años de ostracismo. El Z3, el descapotable surgido a mediados de los 90 ya iba por su potenciada versión M (321 CV) y el Z8 apareció como una opción superadora. De hecho, aquel Z3 también había sido elegido por 007 (Brosnan) para que lo acompañe en “Goldeneye”, la película de Bond de 1995.
El Z8 venía equipado con un motor heredado del BMW M5 y puesto a punto por BMW Motorsport: un V8 con 4,9 litros de cilindrada, y 400 CV de potencia, asociado a una caja de cambios manual de seis marchas. En ese momento se convirtió en el motor de producción más potente fabricado por BMW, y le permitía al Z8 una aceleración de 0 a 100 km/h en 4,7 segundos, además de una velocidad máxima de 250 km/h, limitada de forma electrónica.
Aquel roadster fue el primer modelo europeo en ofrecer neumáticos Runflat (antipinchazos) de serie, en dimensiones 245/45 R18 y 275/40 R18. Y apostaba a ubicarse en la máxima escala en materia de exclusividad. Y lo consiguió: los clientes, por ejemplo, podían visitar la fábrica y presenciar el final de la manufactura de sus propios vehículos, y con la entrega de llaves se incluía un álbum con fotografías del proceso, además de muestras de la pintura y el cuero para la tapicería que se habían utilizado.
Hace 20 años, cuando la marca alemana lanzó el Z8, no dudó en presentarlo con fotografías compartidas con el hermoso 507. Era la clara referencia a que el nuevo modelo intentaría seguir por el camino del lujo que en los años 50 había liderado su antecesor. Aquel 507 había surgido como competidor del inolvidable Mercedes SL 300 Roadster, la versión descapotable del Alas de Gaviota, que por entonces era sensación entre los clientes premium. El Z8 fue tan buen intérprete de aquella línea de exclusividad, que aún hoy, 20 años después, sigue enamorando.
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