Sin precisión en la fecha pero con un regodeo dibujado en el rostro que le deba verosimilitud al relato, Saddam Hussein les contó a guardias estadounidenses que lo custodiaban un episodio con el que decidió castigar a su hijo mayor, Uday, después de que éste masacrara a un grupo de personas tras una discusión en una fiesta. “Estaba tan enojado con él que le terminé quemando todos los coches”, narró el sanguinario dictador, según el relato reconstruido años más tarde de su ejecución. Pero hubo al menos un modelo de los muchos súper deportivos que tenía el primogénito de Hussein que se salvó de la hoguera. Y ese auto circula actualmente por las opulentas calles y rutas de Arabia Saudita.
Es la historia de una Ferrari F40, uno de los modelos más codiciados en los años 80 y 90, junto con la Testarossa. Esta cupé fue creada por la marca de Maranello para celebrar su 40 aniversario. Se produjeron poco más de 1300 unidades en los cinco años de vigencia, entre 1987 y 1992, y entre las prerrogativas que debían cumplirse para comprarla, además de disponer de cerca de medio millón de dólares, había que ser propietario de otra Ferrari para que se habilitara el proceso de venta.
Se la considera una de creaciones que marcó el final de la época de la vieja escuela del Cavallino Rampante, tanto que fue el último modelo de producción que vio Enzo Ferrari antes de morir, en 1988. “Bella, molto bella”, se le escuchó al Commendatore sentenciar sobre una cupé que, en efecto, es de las más logradas de la marca, que lleva el sello creativo de Pininfarina y un motor V8 biturbo de 478 caballos de potencia.
Uday Hussein era un apasionado de los habanos y de los súper deportivos. Tenía una colección impactante de autos, entre los que había una F40. Esa Ferrari sigue rodando. Fue descubierta por un youtuber británico, Ratarrosa, que se dedica a perseguir viejos modelos de la marca italiana en malas condiciones para restaurarlos y en sus redes sociales contar el proceso de recuperación del auto.
El primer paso de Ratarossa fue lanzar un S.O.S. a través de sus redes para que lo ayudaran a encontrar el auto. Le habían llegado imágenes de la F40 en un predio privado de Irak, sin certeza de la fecha y en mal estado de conservación, y consideró que podía tratarse entonces de una oportunidad para hacerse del vehículo.
El pedido de ayuda tuvo una réplica muy rápida en otro youtuber, Alejandro Salomón, “Salomondrin”, quien traccionó la búsqueda desde sus más de 1,6 millones de followers. Y Ratarossa encontró a otro británico que había intentado comprar la F40, en 2016: Chris Smith, más conocido como “Big Chris”, dio pistas de cómo estaba el auto en aquel entonces.
Smith viajó a Erbil, capital del Kurdistán iraquí, y lo que halló fue un auto casi en ruinas: lleno de arena, castigado en la carrocería, con el motor en buenas condiciones pero con piezas faltantes, el habitáculo sucio y desarmado. Era casi irrecuperable, de acuerdo a su análisis. Y a ello se le sumaba la burocracia aduanera que debía afrontar para sacar el auto de Irak y llevarlo a Gran Bretaña. Por eso, desistió de adquirirlo.
Big Chris viajó a pedido de Gas Monkey Garage, un emprendimiento de dos coleccionistas millonarios, Dennis Collins y Richard Rawlings; este último es además la estrella del reality show de televisión Fast N ‘Loud, que emite Discovery Channel. Dinero no les faltaba para comprar la F40; se les reconoce haber pagado 400 mil dólares por una que estaba casi en ruinas para personalizarla con un impactante color negro.
La Ferrari finalmente fue recuperada y puesta casi a nuevo. El trabajo fue hecho por un especialista belga que viajó a Irak. Y no solamente consiguió arrancar el motor que tenía recorridos apenas 3.764 kilómetros. El proceso de restauración fue completado por un coleccionista saudita, que la compró por 1.150.000 de dólares. “A mí me habían pedido mucho menos que ese precio”, contó Big Chris.
Una sobreviviente de la ira de Saddam
La F40 es una de las más de 1300 que salieron al mercado, pero ésta tiene un valor agregado. Las historias de las familias de dictadores y los autos de lujo siempre van unidos. Entre ellos estaba Uday Hussein. Se dice que tenía una inmensa colección, con algunas piezas muy raras, como una Lamborghini LM002, y otras un tanto inusuales para el hijo de un tirano, como una Ferrari Testarossa de color rosa. Y la F40 no pudo ser alcanzada por la furia del padre.
Hussein padre era despiadado. Y sus hijos eran igual de sanguinarios. Saddam, contó, antes de ser ejecutado, haber desatado un infierno al prender fuego la colección de Uday: lo hizo porque tras una discusión en una fiesta, el primogénito terminó matando o hiriendo a varias personas, entre las cuales se encontraba un medio hermano de Saddam. Lo reveló el periodista Will Bardenwerper en una crónica publicada en 2017 en el diario New York Post, adonde se dejó constancia además que Hussein se jactó del “infierno” que había provocado ante los guardias de seguridad que recogieron su testimonio.
Esta reacción en contra de su hijo mayor fue apenas una muestra entre las atrocidades que acometió en sus 24 años al frente de un régimen déspota y totalitario. Saddam, conocido también como el Carnicero de Bagdad, fue llevado a juicio por delitos de lesa humanidad, hallado culpable de la ejecución de 148 chiitas en 1983 y condenado a morir en la horca en un proceso que dictó sentencia en noviembre de 2006, y que concluyó con el ahorcamiento del dictador el 30 de diciembre del mismo año.
La colección de Uday era fastuosa, aunque lejos de la fantasía popular, que hablaba de unos dos mil autos. Estaba guardada en once hangares, con entre 80 y 90 vehículos en cada uno de ellos. La cifra rozaba los mil. La extravagancia en algunos de ellos no sólo estaba en el color rosa de una Ferrari Testarossa, sino que también se replicaba en dos Porsche de color malva con brillos de discoteca o un Mercedes S600 de purpurina.
Uday y su hermano Quday fueron, junto con su padre, de los hombres más temidos en Irak durante los 80 y los 90. Ambos murieron en batalla contra las fuerzas de Estados Unidos el 22 de julio de 2003. Habían sido traicionados por un colaborador, que informó a los estadounidenses de su escondite en la ciudad de Mosul con la intención de cobrar los más de 15 millones de dólares de recompensa por cada uno de ellos que ofrecía en ese momento Washington.
Uday Hussein, de 39 años y el mayor de los hijos de Saddam, era el comandante de la organización paramilitar Fedayeen Saddam, director del Comité Olímpico y alguna vez considerado sucesor de su padre, aunque progresivamente fue desplazado de este rol por su estilo de vida lleno de excesos y violencia desenfrenada. Era el “as de corazones” en el mazo de naipes con los más buscados por Estados Unidos al comienzo de la Invasión de Irak en marzo de 2003. El consentido de la familia que alguna vez desató la furia infernal del padre.
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