Guinea Ecuatorial tiene una población aproximada de un millón de personas y una riqueza potencial muy importante, al ser uno de los cinco principales productores de petróleo del África subsahariana. Pese a ello, según estadísticas de Human Rights Watch, ocupa el lugar 135 de 188 países en el Índice de Desarrollo Humano, que mide lo social y lo económico; más del 40 por ciento de los niños en edad escolar no están matriculados y sólo la mitad de los chicos que empieza la primaria consigue egresar; cerca de la mitad de la población carece de acceso a agua potable; y un cuarto de la población infantil sufre retraso en el crecimiento a causa de la desnutrición y no recibe vacunas, que lo ubica entre las tasas más bajas en el mundo.
En las calles de Malabo, su capital, se suele ver a un bon vivant disfrutando de las bondades de ser uno de los hombres más poderosos del país, el hijo del presidente que lleva más de cuatro décadas en el cargo (el jefe de Estado más longevo del mundo) y un objetivo de tribunales en investigaciones por casos de corrupción y lavado de activos. Teodoro Obiang Nguema Mangué, a sus 51 años, está en la actualidad apuntado porque se lo ha visto conduciendo uno de los súper autos que en septiembre del año pasado habían sido subastados como parte de un proceso judicial en su contra cursado en Suiza. Teodorín, como se lo conoce, se mostró al volante de un Koenigsegg One:1. Y hay una sospecha, con mucho aroma a certeza, de que tal como recuperó este hypercar sueco, también lo hizo con muchos de los que le habían incautado por corrupto.
No se necesitó de paparazis para descubrir al actual vicepresidente de Guinea Ecuatorial (sí, el hijo del presidente es el primero en la línea de sucesión) manejando este auto. Lo tiene entre las historias destacadas de su cuenta de Instagram (@teddynguema), en la que tiene 92.500 seguidores. En esta red social, Teodorín se muestra tal cual es: un dandy que disfruta en todo el mundo de la riqueza que amasa en su país. No sólo colecciona autos, sino que también acumula mansiones, yates, jets y algunas piezas de cholulismo fetichista como un famoso guante de cristal que le perteneció a Michael Jackson.
El 29 de septiembre pasado, y como corolario de un proceso judicial que llevaba algunos años, fue noticia porque subastaron en Suiza de 25 de sus vehículos de lujo, entre ellos varios modelos de Rolls-Royce, Lamborghini, Ferrari, McLaren o Aston Martin. Los vehículos habían sido confiscados por la oficina del fiscal de Ginebra en 2016, en el marco de una gran operación, y rematados por la casa Bonhams.
Suiza no fue el único país que investigó a Teodorín por blanqueo de dinero. Francia condenó en 2017 al hijo del presidente de Guinea Ecuatorial a tres años exentos de cárcel por el mismo delito en el país galo, además de haberle confiscado todos los bienes comprados allí mediante el dinero obtenido por el blanqueo, valuados en 111 millones de dólares.
En el evento organizado por Bonhams, un Lamborghini Veneno que le pertenecía a Teodorín fue el auto más caro entre los subastados, en 8,35 millones de dólares, y el segundo mejor valuado fue el Koenigsegg One:1, en 4,6 millones. Estos dos vehículos, como muchos de los que habían sido propiedad del africano, tuvieron algo más en común que la procedencia: el destinatario fue el mismo, ya que fueron parte de un lote adquirido por un comprador anónimo, que desembolsó más de 25 millones de dólares.
Entonces, según la investigación realizada por el diario suizo Le Temps, bastaría con tirar del hilo del Koenigsegg para desandar el camino de la madeja completa y encontrar que Teodorín recompró sus autos. Desde el gobierno de Guinea Ecuatorial lo niegan, aunque no explican cómo su vicepresidente recuperó el súper deportivo sueco y, con la impunidad de quien se sabe intocable, lo explicitó en sus redes sociales.
Aparte de ser el hijo de quien según Human Rights Watch y Amnistía Internacional es uno de los dictadores más brutales del continente, Teodorín presume de sus autos: siete modelos Ferrari incluyendo una LaFerrari, tres de Lamborghini incluyendo un Veneno Roadster, cinco modelos Bentley, un McLaren P1, un Maserati, tres Rolls-Royce, un Porsche 918 Spyder, un Bugatti Veyron, un Aston Martin One -77, y el ya mencionado Koenigsegg One:1.
Trece de los veinticinco autos que conformaban la exclusiva flota de Obiang fueron adquiridos en la subasta por un joven de origen alemán, quién pagó 4,6 millones de dólares por el Koenigsegg, 2.4 millones de dólares por el LaFerrari, y 8,35 millones de dólares por el Lamborghini Veneno Roadster, un auto que difícilmente se pueda vender por más de 4 millones. Todo muy extraño.
La investigación de Le Temps descubrió que el 9 de diciembre de 2019, unos meses después de la venta, la flota estaba guardada en un hangar del aeropuerto de Zurich, listos para abordar un avión con destino a Dubai. Fue en ese hangar donde los 13 hypercars presuntamente de Teodorín desaparecieron del radar del diario suizo. Pero no por mucho tiempo: el 22 de febrero de 2020, el Koenigsegg One:1 volvió a hacer una aparición pública, en las redes sociales, en la ciudad de Malabo en Guinea Ecuatorial, con un sonriente Obiang al volante.
La conclusión a la que llega el diario, sin hacer mucho alarde de perspicacia, es la sospecha de que el joven alemán especializado en la comercialización de autos de lujo que compró los autos era un presunto testaferro del africano. En la subasta se lo identificó como el comprador número 40. Le Temps indicó que el día de la subasta se lo vio discutiendo con otro comerciante de los Emiratos Árabes Unidos. Si efectivamente usó un presta nombre, Teodorín habrá reincidido. De hecho, se cree que el Bugatti Veyron azul que le incautó la Justicia suiza (y se cree que recuperó a cambio de 1,3 millón de dólares) es el mismo que le había secuestrado la Justicia de Francia años atrás.
¿Tiene un costado positivo esta maniobra? En apariencia, sí. Los cerca de 23.5 millones de dólares en los que se vendieron los autos de Teodorín serán destinados a programas sociales en Guinea Ecuatorial. Por supuesto que el dinero irá a manos organismos internacionales que trabajan en dicho país, y no en poder del propio gobierno local.
Sucede que el Cantón de Ginebra manifestó tener problemas para cobrar el dinero de la venta. Según informa Le Temps, llegó un primer pago correspondiente al 5% de la venta, pero de una cuenta de Montenegro y no del comprador. Fue por ello que el Estado anuló la transferencia, por la procedencia, no se supo más nada del dinero ni hay certezas sobre si lo podrá tener en algún momento.
Mientras tanto, Teodorín Obiang recibió a principios de este año otro revés en un tribunal: la Justicia de Francia ratificó una condena de primera instancia (databa de 2017) a tres años de prisión en suspenso (que debería cumplir en caso de reincidencia) pero lo conminó al pago de 30 millones de euros de multa por otro caso de blanqueo de capitales.
La familia Obiang llevó a Francia ante el tribunal de La Haya, al tiempo que el bon vivant de la familia se pasea por Malabo en sus súper autos.
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