Cuando sólo acreditaba cinco años de edad, Christian von Koenigsegg ya tenía en claro que su destino, lejos de estar escrito, lo iba a forjar él mismo a puro caballo de fuerza. “Cuando sea mayor voy a construir un auto”, le dijo a su padre, en 1977, después de que juntos salieran del cine en el que vieron la película Flåklypa Grand Prix, que narraba el camino recorrido por un fabricante de automóviles de competición. Lo que no le contó a su papá por aquel entonces, porque todavía no lo tenía en claro, es que su apellido iba a estar vinculado con los máximos referentes de la velocidad del siglo 21. Como tampoco que el nombre de su progenitor iba a ser el elegido para intentar quebrar la frontera mágica de los 500 kilómetros por hora: así lo va a intentar Koenigsegg con el Jesko Absolut.
Esa cifra es el elevadísimo listón que en septiembre de 2019 puso el Bugatti Chiron Super Sport 300+, cuando en el circuito de la ciudad alemana de Ehra-Lessien llegó a los 490,48 kilómetros por hora. De ese modo, la marca francesa, que en el siglo 21 pasó a ser parte del Grupo Volkswagen, fue el claro dominador de los récords de velocidad del tercer milenio. Tres de las seis plusmarcas quedaron en manos de sus modelos, dos con el Veyron y el ya citado con el Chiron, la última joya que porta el motor W16 de 16 cilindros y 1600 caballos.
Justamente el Chiron llegó para mojarle la oreja a Koenigsegg, que desde noviembre de 2017 veía en el libro Guinness de los récords su apellido convertido en marca como el propietario del auto más rápido del mundo: el Agera RS, que había establecido una marca de 457,50 kilómetros por hora. El auto que de francés tiene sólo la marca, porque es alemán en sus entrañas, pulverizó dicho registro con la diferencia más grande establecida entre un vehículo plusmarquista con su antecesor: el salto fue de 32,98 km/h.
Para entender esa marca: basta con imaginarse que un velocista quiebra el récord mundial de los 100 metros llanos por un segundo, cuando habitualmente las marcas se bajan por centésimas o milésimas.
Es cierto que Koenigsegg había presentado el Jesko en el Salón de Ginebra del año pasado, por lo que su afán de mantener la tradición de contar con los autos más rápidos del mundo estaba en los planes del constructor sueco aun antes de que Bugatti destrozara lo hecho por el Agera; pero esto vino, claro, a ponerle un poco más de pimienta a la contienda porque, y vaya si hay morbo, a Don Christian lo desafiaron.
Por eso es que apareció la nueva versión más radical del Jesko en el marco del virtual Salón de Ginebra 2020; virtual porque el coronavirus obligó a la suspensión del encuentro que se realiza en Suiza desde 1905 y las presentaciones previstas para la Expo se concretaron a través de las plataformas online de las distintas marcas, respetando la fecha que tenían previstas en la primera gran muestra anual que se lleva a cabo en Europa.
El nuevo Koenigsegg Jesko, su aparición en las pistas y en las calles, es sin duda uno de los hiper deportivos más esperados del momento. En la versión Absolut se presentó en sociedad junto con el impactante Gemera, el deportivo de cuatro plazas. Y en boca del dueño de la marca, el Jesko Absolut es una versión cuyo gran objetivo, primordial y probablemente único, es convertirse en el coche de calle más rápido de todos los tiempos.
Cuando la marca presentó el Jesko hace unos meses, lo hizo en una configuración “estándar”, con un paquete aerodinámico destinado a generar una gran carga, enfocando su uso a una conducción exigente en circuito. Con el Jesko Absolut, la marca sueca presenta una configuración ligeramente diferente. Aunque comparten mecánica, plataforma e interior, la carrocería de la nueva versión presenta una menor resistencia al viento. En palabras de Christian von Koenigsegg, es un coche con el que se deberían superar los 500 kilómetros por hora.
Es la forma en que Koenigsegg recoge el testigo de Bugatti, que hace apenas unos meses batió el récord de velocidad punta en un coche de calle, con los 490 km/h alcanzados por un Bugatti Chiron con un kit aerodinámico especial. Aquel prototipo que consiguió la hazaña es el único Chiron “Long Tail” del mundo. Medía 25 centímetros más que el modelo de serie y estaba equipado con un kit aerodinámico especial, con tomas de aire más grandes. Atrás, contaba con un imponente difusor que cubre las cuatro salidas de escape. La suspensión, por su parte, disponía de una altura regulable en tiempo real que mide la distancia al suelo con láser.
Todo legal, pero a Koenigsegg no le gustó la movida de Bugatti, porque además el Chiron terminaba con el reinado del Agera RS, que había superado los 457 km/h en una ruta cerrada en el desierto de Nevada.
Los cambios en el Jesko Absolut con respecto al Jesko “a secas” son patentes a simple vista. En el frente tiene menos labios aerodinámicos. En el perfil lateral lo más destacado es la cubierta aerodinámica de las ruedas traseras, que recuerda al tren trasero del McLaren Speedtail. En la parte posterior se pierde el enorme spoiler trasero del Jesko, pero se retienen los estabilizadores verticales. El paragolpes trasero tiene un carenado más agresivo. Su suspensión delantera es levemente más blanda y sus llantas traseras de 21 pulgadas tienen neumáticos ligeramente más estrechos, de 325 mm de sección.
Mantiene el motor 5.0 V8 biturbo de 1.600 caballos de potencia, asociado a una revolucionaria caja de cambios LST de nueve marchas relaciones y siete embragues. Con todo, su carga aerodinámica no es en absoluto despreciable: puede generar un máximo de 1.400 kg, con 800 kg a 250 km/h y 1.000 kg a 275 km/h. Su velocidad máxima final es el gran reto por definir. Por el momento no anunciaron ni el precio ni las unidades a fabricar del Absolut, pero será ciertamente más exclusivo que el Jesko original, del que se montaron 125 unidades a 3,35 millones de dólares cada una.
La evolución de los récords
En 1998, Volkswagen adquirió Bugatti, que llegaba varios años de letargo industria, y en 2002 presentó el Veyron EB 16.4, el primer auto con motor W16. Tres años más tarde, este modelo superó la barrera de los 400 kilómetros por hora para un auto de calle: llegó a 407,66 km/h.
En 2007, el Ultimate Aero de Shelby Super Cars, fabricante estadounidense que con el mítico constructor Carroll Shelby comparte el apellido y la pasión por la velocidad pero ningún lazo de sangre, alcanzó los 411,76 km/h. Bugatti se sintió tocado y con una versión Super Sport del Veyron, en 2010, dio un enorme salto, el segundo más grande del siglo: 19,31 kilómetros más que el SSC para llegar a los 431,07 km/h y establecer el récord que más tiempo iba a permanecer en el Guinness: cuatro años.
El fabricante texano Hennessey, con el Venom GT, tocó en 2014 a los 435,31 km/h. Y en 2017, en Nevada, Koenigsegg inscribió su nombre en el Guinness con el Agera RS. Ahora, el sueco que ya de chico sabía que iba a construir autos, buscará volver a por sus fueros.
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