El misterio de la Ferrari que desapareció tras ser el gran fiasco de una subasta

Es el prototipo de la F50 Berlinetta, la primera de las 349 unidades producidas, que manejó Niki Lauda, entre otras leyendas. De la confusión en el remate en que salió a la venta a su desaparición

Esta unidad de la F50 fue exhibida en su lanzamiento mundial, en el Salón de Ginebra de 1995.

Toda Ferrari es un ejemplar único. Pero hay algunas que están revestidas con una pátina de exclusividad aún más brillante. Ser el propietario del primer modelo salido de la línea de producción es como el piloto de una serie de televisión o el número cero de una nueva publicación, diario o revista. Irrepetible, pero sobre todo portador de historias que difícilmente puedan encontrarse en otros. Con ese sello se promocionó la F50 Berlinetta Prototipo de 1995, la primera de las 349 unidades fabricadas, que fue por ejemplo la que el mundo vio 25 años atrás, en el Salón de Ginebra de 1995, cuando se la presentó. Era ésta F50 y no una de las 348 restantes. Y la misma que probaron glorias de la Scudería como Niki Lauda, Gerhard Berger o Jean Alesi. Una maravilla mecánica como las otras, pero distinta. Muy distinta.

Worldwide Auctioneers, empresa estadounidense dedicada a las subastas, la promocionó con todos esos atributos ya desde mediados del año pasado. Esta F50 estaba destinada a ser la estrella del remate previsto para el 15 de enero de 2020 en Scottsdale, Arizona, ciudad que durante más de una semana recibió distintos eventos de ventas premium en el rubro autos. La subasta de Worldwide Auctioneers se realizó. La Ferrari F50 estuvo en exhibición y salió a remate. Pero cuando estaba por venderse, entró en la dimensión desconocida. La empresa no reportó novedad alguna, no hubo noticias alrededor del auto y su destino pasó a ser un misterio.

Se puso un precio base de 4 millones de dólares; se le estuvo por bajar el martillo en 2,5 millones.

Era el lote 49 de la subasta. Los rematadores la presentaron como el modelo más excitante de todos los que iban a estar a la venta ese día. “Es el auto que se ve en los posters”, profundizaron. Parece que no hubo mucho interés de tener el poster en tamaño real entre los potenciales compradores. Arrancaron con un precio base de cuatro millones de dólares; de inmediato lo bajaron a tres millones al ver que nadie levantaba la mano y seguidamente lo degradaron a dos millones. De ahí no se iban a mover.

Un hombre que caminaba cerca del escenario ofreció 2,2 millones. El vendedor hacia esfuerzos denodados por describir el auto con nada menos que la realidad, porque se trataba de una Ferrari de excelencia. “Todos pueden ofertar”, buscó convencer; 50 segundos después llegó una propuesta de 2,4 millones por teléfono. “Sin dudas, quien se la lleva hará la compra del siglo”, endulzaba el rematador. Pasaron otros 50 segundos y llegó una de 2,5 millones desde el fondo de la sala. “Se tendría que estar vendiendo en cuatro millones, amigos”, desafiaba al público presente.

Si no se estuviera hablando de cifras tan inalcanzables, casi que daba pena verlo luchar en soledad frente al desinterés reinante. Y ya entró en el terreno de la exageración. “Todas las leyendas de la Fórmula Uno la manejaron”, describía con humo sobre el relato. “Están viendo el nacimiento de uno de los súper autos más icónicos del mundo”, aportaba. A los seis minutos de exhibirlo en el estrado, tres colaboradores de la empresa sacaron el auto empujándolo.

Así se intentó vender la Ferrari F50 en la subasta de Arizona.

Pero el subastador seguía… En realidad el martillo se bajó pero la venta no se cerró, ante el estupor del rematador. “Estamos al teléfono con el dueño. ¿Lo quiere vender?”, se preguntó. Hubo una deliberación con otro empleado que estaba en contacto con el propietario del auto. Parece que la cifra no lo convencía para bajar el martillo. “Nunca nos ha pasado algo así. ¿Cómo lo llamamos? ¿Todavía en proceso de venta?”, inquirió, ya molesto. “Podemos contar chistes”, dijo quien lo secundaba. “Pasemos a vender el próximo auto”, cortó el vendedor en seco un ambiente enrarecido. Entró lote 50, un Pontiac 603 sedan de 1934, y de la F50 Berlinetta nunca más se volvió a hablar.

En las plataformas de Worldwide Auctioneers, la Ferrari figura entre los lotes a vender en una subasta ya realizada. Pero no se la encuentra en los registros de los autos vendidos, como tampoco se la ve en el resumen de los vehículos rematados que se subió a YouTube. Estaba destinada a ser la joya del evento. Finalmente, la mejor venta fue un descapotable, pero 59 años más antiguo: fue un Auburn 852 SC Boattail Speedster de 1936, que lo compraron en 880.000 dólares.

El interior, como sucedía con los deportivos de aquellos años, con los elementos justos y necesarios.

Incluso circuló una versión equívoca de que la F50 se había vendido, pero no fue el Prototipo, sino otra que se remató dos días después, el 17 de enero, también en Scottsdale pero en un evento organizado por la casa Gooding & Company. Era el chasis ZFFTG46A5S0103922, una de las 55 unidades de esta Ferrari homologadas para su venta en los Estados Unidos que había tenido dos dueños y 8300 kilómetros de rodaje. Se pagaron 3.222.500 dólares, 722.500 más que el precio que se iba a abonar por un modelo mucho más emblemático.

El Prototipo, a las escondidas

La F50 Berlinetta original que promocionó Worldwide Autioneers tenía el chasis número ZFFTA46B000099999. Se la reconoce en verdad con el #99999 y como el último deportivo de Maranello en tener un chasis con cinco dígitos de la historia. Su carrocería tiene la pintura original, acabada en Rosso Corsa.

El alerón trasero, otro de los elementos distintivos de la F50.

Semejante joya tiene una historia que daría para escribir un libro, porque fue la unidad que Ferrari dejó conducir a diferentes periodistas de todo el mundo, además de que fue piloteado por el trazado de Fiorano. También tuvo el privilegio de ser el ejemplar expuesto en el Salón de Ginebra de 1995, además de que fue la unidad que se llevó a los “Ferrari Days” en el circuito de Spa en 1995, a “Tutti la Ferrari en Pista” en el trazado de Mugello en 1995, además de haber aparecido en el Salón de Tokio de ese año.

Era un auto de flota. Cuando dejó de servir a la empresa, Ferrari decidió reconstruirlo y venderlo a un cliente en Bélgica, quien lo tuvo hasta 2006, cuando fue vendido al coleccionista David Walters, residente en California. Desde entonces pasó por otros tres propietarios, recibió el certificado Ferrari Classiche y apenas recorrió 2.250 kilómetros desde que fuera reconstruido en Maranello.

El resumen de la subasta, con la Ferrari ausente.

Luca di Montezemolo, entonces presidente de Ferrari, la presentó en el Salón de Ginebra de 1995, el 6 de marzo, como “el producto de ‘cincuenta años de carreras, cincuenta años de victorias, cincuenta años de trabajo duro’”, ya que se toma 1945 como el inicio de la producción de autos de la marca. Ferrari necesitaba revivir el mito de cara a los 50 años de la marca. Entonces se consideró la F50 como un Fórmula Uno apto para la calle. Chasis monocasco y diseño de Pininfarina en un auto que no era ni el más potente ni el más rápido, pero si posiblemente el más puro.

A este misma F50, y no a otra, la condujeron pilotos como Dario Benuzzi -mítico jefe de probadores en Ferrari-, Jean Alesi, Gerhard Berger y… Niki Lauda. Fueron de los primeros en sentir la potencia del motor V12 de 4,7 litros con 48 válvulas, inyección de combustible Bosch Motronic, 520 caballos a 7.000 RPM, combinada con una caja de cambios manual de seis velocidades en la transmisión trasera, suspensión independiente en las cuatro ruedas con resortes helicoidales y horquillas de longitud desigual, y cuatro frenos de disco hidráulicos. Alcanza una velocidad máxima de 325 kilómetros por hora y una aceleración de 0 a 100 km/h en 3,7 segundos. Poco que envidiarle a un F-1 de aquellos años.

El corazón de la F50: el motor V12 de 520 caballos de potencia.

Al estilo típico de Ferrari, sólo 349 automóviles se construirían en dos años, uno menos de lo que el mercado demandaba. Las primeras diez unidades fueron a Europa, mientras que las entregas a los Estados Unidos comenzaron en julio de 1995. Cada propietario recibió un documento firmado por Luca di Montezemolo que acreditaba la autenticidad del automóvil, y todos los propietarios fueron invitados de regreso a Módena después del último F50. fue producido, para celebrar la evolución del automóvil.

Esta F50 Berlinetta Prototipo empezó en verdad a rodar a principios de 1994, como parte de las pruebas de Lauda, Berger, Benuzzi y Alesi. Como lo dijo el subastador en la venta frustrada, fue el modelo de los posters con fotos retratadas por el famoso fotógrafo Rainer Schlegelmilch. Y fue la base para modelos a escala producidos por distintas marcas, como Burago, Maisto, Tamiya o Revell. Todo ese bagaje tiene en su legajo esta Ferrari. Y tal vez por eso el dueño, cuya identidad no se conoce, se puede haber negado a venderla a 2,5 millones de dólares, un precio que era 1,5 millón inferior al que se había estimado como base.

Por el momento, su destino tras el evento en Scottsdale se mantiene incierto.

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