Benito Mussolini tenía extrema debilidad por los Alfa Romeo. Eran su gran pasión: pedía que se los mostraran personalmente antes que salieran de la fábrica, opinaba e intercambiaba su parecer con los propios ingenieros de la casa Lombarda. Por supuesto fue propietario de varios modelos de los más exclusivos. Pero lo que más lo movilizaban eras las competencias de entonces.
Su predilección por las carreras de la época hizo que se alzara con uno de los deportivos más espectaculares de aquellos tiempos, un llamativo Alfa Romeo 6C 1750 SS, un pura sangre que en 1929 no sólo triunfó en la tradicional competencia Mille Miglia, sino que de las 13 unidades que disputaron la prueba siete terminaron entre las diez primeras. Para Il Duce, las victorias de la Anónima Lombarda Fabbrica Automobili (denominación original de Alfa Romeo) pasaron a ser una cuestión de Estado, a tal punto que en 1935 prohibió a cualquier otra marca italiana competir contra Alfa Romeo.
Desde entonces, las relaciones entre el dictador italiano y un joven Enzo Ferrari, que más allá de ser el titular del departamento de carreras de Alfa Romeo buscaba consolidar una fábrica propia de deportivos, se volvieron más que tirantes. Aquella restricción caprichosa y absoluta jaqueaba sensiblemente los primeros pasos de lo que luego sería el Cavallino Rampante. Ferrari no sólo transitó aquellos años a la sombra de Alfa, sino que también debió colaborar con el régimen Duce en la fabricación de piezas de motores para aviones con una empresa denominada Auto Avio Costruzioni Ferrari.
Aquel emblemático Alfa Romeo 6C 1750 SS llegó a las manos del Duce el 13 de enero de 1930 por 60.000 liras, un precio muy acomodado para el mandatario. Enseguida el Jefe de Estado italiano pidió hacerle una carrocería especial, que fue desarrollada por el Stabilimenti Farina. De aquella configuración requerida por Mussolini, hoy quedan originales tanto el chasis (su número es 6C0312898), como el motor y la caja de cambios. Con los años fueron variando numerosas partes de la carrocería, principalmente su parrilla frontal.
Más allá de que no se conoce su propietario actual, el famoso restaurador británico Thornley Kelham recibió el encargo de restaurarlo tal como lucía en sus años de esplendor. En el caudaloso currículum de Kelham figuran varias restauraciones de ejemplares exclusivos de altísimo valor, como un Amilcar C6 Voiturette de 1928, un Lancia Lambda 7th Series Torpedo de 1927 y un Talbot Lago de 1939, entre muchos otros.
Alfa Romeo comenzó a utilizar la denominación 6C en sus autos de carreras de mediados de los años 20, en alusión al motor de seis cilindros que equipaba a aquellos modelos. El 6C 1500 se presentó en el Salón del Automóvil de Milán, y se basó en el P2, un auto de competición que usaba un impulsor de 1.487 cm3 y 44 caballos de fuerza. La versión 1750 del 6C se lanzó en 1929: llegaba a 85 caballos y alcanzaba una velocidad máxima de 153 km/h. Además, tuvo una versión denominada SS (Super Sport), cuyo motor equipaba doble árbol de levas en cabeza. El primer propietario de aquella exclusiva variante fue precisamente Benito Amilcare Andrea Mussolini.
Existen fotografías de la época en donde se ve al Duce conduciendo su Alfa Romeo en un tramo de la carretera entre Roma y Ostia, allá por abril de 1931.
El 21 de marzo de 1937 aquel Alfa fue vendido a Renato Tigillo, y en agosto de ese mismo año fue enviado a Asmara, por entonces una colonia italiana en África. Allí habría recibido nuevas adaptaciones para participar competencias como la Coppa di Natale o la Coppa Governatore.
Es una incógnita qué fue luego del modelo, entre el fin de la Segunda Guerra y estos días. Durante los últimos años estuvo en los Estados Unidos, y ahora regresa a Europa para ser restaurado por el inglés Thornley Kelham. La industria automotriz recupera así otro emblemático ejemplar de aquellos años fundacionales, cargados de historia.
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