El entramado global del mundo automotor es tan grande y complejo que muchas veces se pierde noción de sociedades alumbradas en la búsqueda de potenciar un negocio o desarrollar una tecnología incipiente. Entonces, mientras no se jale de ciertas cuerdas para sacarlas a superficie, emergen con resultados tangibles después de meses, y hasta años, de no saber nada de ellas. En ese contexto reapareció Cruise, la empresa de vehículos autónomos que integra el universo de General Motors, con la presentación de un producto sin volante ni pedales y pensado para el transporte colectivo, llamado Origin, un proyecto del que también participa Honda con una fortísima inversión.
El avance que marca este vehículo respecto de otros de similares características es que, en este caso, porta un sistema de conducción autónoma probado en calles de distintas ciudades de Estados Unidos, entre ellas San Francisco y Seattle, porque el desarrollo de Cruise en autos sin conductor lleva varios años en marcha, con modelos convencionales de GM desprovistos de controles analógicos para darle un marco de automatización plena.
Por las formas, Origin es un vehículo del tipo shuttle bus, un transporte colectivo pensado para los tiempos que se aproximan en la industria, que piensa más en autos para compartir que para comprar. Porque la movilidad sustentable no sólo apunta a la búsqueda de alternativas de motorización que vayan eliminando progresivamente los impulsores que utilizan combustibles derivados del petróleo; se avanza hacia la optimización de tiempo y espacio, y que viajar genere más soluciones que las de moverse de un punto hacia otro.
Por ello, el vehículo fue presentado, para una etapa inicial, como una alternativa colectiva: puede albergar en su interior hasta cuatro pasajeros con su correspondiente equipaje y está pensado para facilitar la movilidad urbana mediante un servicio de viajes compartidos asociados a una aplicación para celulares y a un software que gestiona las rutas.
La sociedad entre General Motors y Honda, derivada en el potenciamiento de Cruise como solución de movilidad autónoma, dio a luz su primer producto genuino aunque no era el mojón inicial en el que estaban trabajando, sino todo lo contrario. Antes de la aparición de Origin, la compañía afincada en San Francisco comenzó desarrollando el Cruise AV, un vehículo autónomo derivado del Chevrolet Bolt sin volante ni pedales, pensado para operar como un servicio de robotaxis.
En apariencia, el Origin es una especie de “caja” con sus extremos ligeramente curvados que, a simple vista, resulta totalmente simétrico. En ese sentido, las formas de este tipo de vehículos exhiben una matriz similar; ver el Origin es casi como observar el e-Palette que Toyota ya presentó como prototipo. Así, la forma de diferenciar el frente de la parte posterior del vehículo es el color de las luces, blancas adelante y rojas atrás. En la parte superior se observan algunos de los sensores, radares y cámaras que necesita para poder conducir de forma totalmente autónoma.
El acceso a la cabina es central, a través de dos grandes puertas deslizantes en cada uno de los lados del vehículo, que se abren hacia los costados en sentido opuesto. Cuando se accionan, el sonido se asemeja al que emitían los móviles de la saga Star Wars. El interior, al igual que otros prototipos autónomos, se sitúan dos filas de dos asientos cada, situadas una frente a la otra. De ese modo, en el medio del habitáculo queda un gran espacio vacío que da sensación de amplitud. Detrás de cada uno de estos asientos se generan compartimentos para colocar en ellos el equipaje de los ocupantes.
Cruise no ofreció muchos datos del vehículo. No se tiene certeza de materiales con los que se construyó, aunque en las imágenes se observan muchas superficies plásticas que permitirán una sencilla limpieza, ya que está pensado como una opción de movilidad a demanda, como un taxi. Tampoco hay detalles de prestaciones de la motorización eléctrica, entre ellas potencia, velocidad o autonomía, aunque al tratarse de un futuro transporte urbano, a los fabricantes les bastó con difundir un dato para ponerlo en foco: tendrá una vida útil estimada de un millón de millas, o 1,6 millón de kilómetros.
De ese modo, este vehículo se sitúa muy por encima de la duración que pueden ofrecer los equipados con motores de combustión interna. Según datos de la compañía española de seguros Mapfre, el ciclo de funcionamiento de un motor naftero oscila entre los 250.000 y los 500.000 kilómetros, dependiendo del uso y del cuidado que se tenga en su utilización. Y que un impulsor Diésel, siempre con una buena utilización y mantenimiento adecuado, puede rondar el millón de kilómetros de vida útil.
Esta ventaja no es exclusiva del Origin sino que es inherente a los motores eléctricos por una cuestión de principio de funcionamiento: al no tener una matriz mecánica en la generación de la energía, sus piezas sufren menos desgaste. En los nafteros y Diésel, en tanto, las autopartes de exponen a la fricción permanente, desde el momento en que la energía se genera con el movimiento de pistones, bielas, cigüeñal, válvulas y levas que están en acción mecánica permanente. Lo que hizo Cruise es cifrar la estimación de un horizonte de utilización del vehículo a partir del desgaste que podría sufrir con el transporte diario.
Para hacer uso de este vehículo será imprescindible el uso de una aplicación móvil a través de la cual se podrá solicitar el servicio, de forma que el sistema calculará que vehículo es el más adecuado para recoger al pasajero y llevarlo al destino deseado. Cruise garantiza la disponibilidad de sus vehículos a cualquier hora del día, su seguridad de funcionamiento y la limpieza e higiene interior.
Según Cruise, cuando el servicio se ponga en marcha en la ciudad de San Francisco, sus usuarios podrían ahorrar hasta 5.000 dólares cada año al evitar tener que disponer de un automóvil en propiedad. Por ahora, la empresa no anunció cuándo estará disponible su flota, el número de vehículos que tiene previsto disponer y el precio de los viajes.
Una gran apuesta de dos grandes
Cruise nació en 2013 como una pequeña empresa desarrolladora de vehículos autónomos, instalada en San Francisco. Hizo sus primeros ensayos con unidades del Nissan Leaf, hasta que en 2016, advertida de que el futuro iba a demandar de este tipo de tecnología, General Motors la sumó a su cartera de negocios, manteniendo al mando de la misma a sus dos socios fundadores, Kyle Vogt y Dan Kan. Se estima que, por entonces, GM pagó alrededor de mil millones de dólares por una empresa de sólo 40 empleados; el valor estaba en el conocimiento de Vogt y Kan sobre la automatización de los autos.
En 2018 se sumó Honda al proyecto, con 750 millones de dólares iniciales de inversión, como parte de un total de apuesta financiera de dos mil millones de dólares hasta 2030. En la actualidad, Cruise tiene como CEO a Dan Ammann, ex presidente de General Motors, lo que confirma la importancia que tiene esta unidad de negocios para el gigante estadounidense.
Así se le dio primero impulso al Cruise AV, un vehículo derivado del Chevrolet Bolt, un familiar de cinco puertas que, por dimensiones y formas, es ideal para el transporte rentado. Y las pruebas dieron resultados auspiciosos, tanto que circulan videos de AV equipados con los más altos niveles de automatización (4 ó 5) en los que se observa la precisión de la movilidad del auto y el respeto tanto a las normas de tránsito como la reacción frente a episodios imprevistos.
Desde la aparición de Tesla y con las pruebas de robotaxis que se están haciendo en distintas ciudades, Estados Unidos se puso a la vanguardia del desarrollo de conducción autónoma. Aun así, la mitad de los estadounidenses desconfía de los autos se mueven sin conductor, según lo indica una encuesta reciente realizada por Ipsos y Reuters. Esa mitad escéptica deberá convencerse rápidamente porque el avance de este tipo de movilidad acelera cada vez más fuerte.
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