En la lista de críticas que tiene Elon Musk en su prontuario, se acaba de sumar una que no le debe caer muy en gracia al magnate sudafricano: la de tener una visión “anticuada del futuro”. Lo asegura una curadora del Victoria & Abert Museum de Londres, llamada Elizabeth Bisley, quien observa en el fundador de Tesla una inspiración algo cavernícola, para los tiempos que corren, en su última creación, la pick up Cybertruck. “Ya la presentación estuvo alimentada por la testosterona. Y en lugar de ofrecer una alternativa a diseños existentes, Musk introduce lleva estas ideas a cotas aún más deshumanizadas”, afirma la especialista.
Después de conocer cómo Musk soñó con su súper camioneta, en qué vehículo la visualizó y la rocambolesca forma en que llegó a sus manos, probablemente muchos habrán acreditado la teoría de Bisley. Y muchos otros se habrán cautivado con la romántica historia de la película que vincula al niño que vivía en Pretoria con al exitoso empresario multimillonario que se instaló como un grano molesto en la industria automotriz, por su elevado perfil y por llevar sus desafíos a límites que los conservadores no se animan a explorar. Por ahora…
¿Qué tiene esta historia? Un deportivo anfibio que fue conducido por el espía más famoso de la historia del cine, un hallazgo fortuito en un guardamuebles, un negocio que dio 100.000 por ciento de ganancia, un comprador secreto en una subasta y, como resultado de ese cóctel, Musk llamado al grotesco al presentar su pick up que presuntamente tenía los vidrios irrompibles, pero que terminaron astillados después de que un colaborador suyo los golpeara con una pesa, a pedido del propio CEO de Tesla.
El auto
Al indagar en la prehistoria de Tesla, se encuentra que Lotus es parte del inventario. El Roadster, primer auto de la marca que se comercializó entre 2008 y 2012, fue diseñado con la colaboración de la marca británica de deportivos. Su matriz fue el Elise, y en efecto es casi una copia, aunque con motor eléctrico. El nuevo Roadster, cuyo lanzamiento está previsto para 2020, ya tiene vuelo propio, un diseño avasallante y promesa de romper estándares de potencia, velocidad y de nombres propios vinculados con la velocidad extrema sobre el asfalto.
Musk tenía seis años recién cumplidos (nació el 28 de junio de 1971) cuando fue el estreno mundial del décimo episodio de la saga de James Bond, El espía que me amó, el 7 de julio de 1977. Era fanático de los comics y la ciencia ficción ya formaba parte de su universo. El agente 007 era (es) protagonista de una historia construida desde dos aristas fundamentales: la tecnología al servicio del espía más encumbrado del servicio de inteligencia británico, el MI6, y los encendidos romances que tenía (tiene) con las decenas de mujeres que se le cruzaban en su camino. Una construcción machista, rayana con la misoginia, pero altamente efectiva.
Más enfocado en la innovación que en las relaciones carnales, el pequeño Musk se cautivó con uno de los tantos súper autos que condujo Bond, en aquel caso protagonizado por Roger Moore: el Lotus Esprit que fue inmortalizado al sumergirse en el mar cuando 007 llevaba como acompañante a su partenaire femenina de la película, la actriz Barbara Bach. “¿Podés nadar?”, le preguntó el agente a la mujer segundos antes de que el vehículo se convirtiera en un pequeño submarino, en una transformación de todos modos extraña porque se hacía ya con el auto debajo del agua y en el proceso no entró una gota de líquido al habitáculo. La magia del cine.
En el Salón de Turín de 1972 se presentó al mundo el Esprit, un diseño del carrocero Giorgetto Giugiaro, y se puso a la venta en 1975. Al año siguiente, cuenta la leyenda, que un gerente de Lotus estacionó su auto en la entrada de los Pinewood Studios, donde se estaba empezando a rodar la décima película de James Bond, y que de esa forma, con un marketing rudimentario pero muy efectivo, el vehículo llamó la atención de los productores. Y se metió en el rodaje.
Lo bautizaron Wet Nellie, y fue el único que se transformó completamente en un submarino. El vehículo fue enviado a Perry Oceanographic, una empresa de Florida, donde fue modernizado con tanques de lastre, cuatro hélices, baterías herméticas y, por supuesto, sus famosas aletas (no tiene ruedas y por tanto no puede circular como cualquier otro auto). Las modificaciones costaron unos 100 mil dólares de aquellos años, que son unos 450 mil de la actualidad.
El agente 007 tenía en Wet Nellie un arsenal de equipamiento, con cortina de humo, lanzadores de misiles frontales y una escotilla en el techo. ¿Cómo lograron que el auto navegara debajo del agua? Se hizo con un modelo a escala. En esas escenas, que fueron filmadas en Bahamas, un Navy Seal de la Marina de los Estados Unidos, ya retirado de servicio y vestido con un equipo completo de buceo, tuvo la tarea de conducir al que llamaron “submarino mojado”. Para crear las burbujas que iba dejando a su paso, se usaron cientos de tabletas de Alka-seltzer.
De esa magia, pero sobre todo de las formas del deportivo, se impregnó Musk, quien años más tarde se encontró con ese mismo auto, en otro episodio de esta singular historia.
El hallazgo
Wet Nellie fue uno de los tres Esprit fueron utilizados en la película, el anfibio y otros dos convencionales, pero también hubo a disposición siete carcasas de fibra de vidrio; una de ellas fue cortada a la mitad para que se pudieran hacer algunas de las escenas que compartían Roger Moore y Barbara Bach.
En 1989, una pareja de Long Island, dueña de un negocio de alquiler de herramientas, pagó 100 dólares por un lote cerrado, del que no tenían conocimiento de su integración, en una subasta realizada en un guardamueble. Se encontraron con un auto sin las ruedas, castigado por el paso del tiempo, que sin embargo causó un efecto hipnótico en su camino a casa, cuando lo llevaban en la parte trasera de su remolque: quienes lo cruzaban lo observaban atónitos, sin poder creer lo que veían.
Los compradores no tenían la más remota idea de lo que transportaban pero sí escucharon a muchos decirles que llevaban un auto de James Bond en mensajes que les enviaban por radio. A fines de los 80, Internet era una herramienta a la que muy pocos tenían acceso y no existían YouTube u otras plataformas de video. Entonces la pareja fue a un videoclub, alquiló el VHS de El espía que me amó, juntos vieron por primera vez una película de James Bond (personaje que apenas conocían) y entendieron que esos cien dólares podían transformarse en una gran inversión. El Esprit, al que pensaban retocarle las abolladuras en el techo, ponerle ruedas y revisar las averías del motor sólo para disfrutarlo de forma personal, iba en camino a ser algo más grande. Por eso invirtieron en una lenta pero concreta restauración.
La existencia de este matrimonio y de su particular tesoro fue conocida por uno de los creadores de la Fundación Ian Fleming, que le rinde tributo al periodista, escritor y agente de inteligencia que le dio vida al personaje de James Bond. Así, Doug Redenius se puso en contacto con esta pareja, cuya identidad nunca se reveló, para darles real dimensión de lo que atesoraban. Y los alentó para incluir el auto en una subasta.
"En primer lugar, pasarán a la historia como el tipo que encontró el coche de James Bond. Pero, además, si se vende por lo que esperamos, ese dinero te dará la oportunidad de vivir cómodamente por el resto de tu vida", les dijo Redenius. El siguiente paso que en Perry Oceanographic confirmaran que el Esprit era el que ellos habían transformado en 1976 para la película. Una vez superado ese chequeo, lo presentaron en RM Sotheby’s, una de las empresas de subastas más prestigiosas del mundo.
La inspiración
Sotheby’s promocionó a Wet Nellie como una de las estrellas del remate que se iba a realizar en Londres, entre el 8 y el 9 de septiembre de 2013. Los ignotos comerciantes de Long Island llevaban 24 años con el auto en su poder. Fue el lote 243, que se vendió por 997 mil dólares. Es decir, un 100.000 por ciento más que el precio que se había pagado por la chatarra que se arruinaba en un guardamuebles de las afueras de Nueva York. El comprador no estaba en el salón, sino que había hecho una oferta telefónica. No se supo sino hasta el 17 de octubre de ese mismo año, más de mes después, que el oferente oculto era Elon Musk, quien de esa forma llegaba al auto que había visto en su niñez sudafricana. El propio empresario, tras revelarse periodísticamente la compra, emitió un comunicado.
"Fue increíble cuando era un niño pequeño en Sudáfrica ver a James Bond en El espía que me amó conducir su Lotus Esprit desde un muelle, presionar un botón y transformarlo en un submarino bajo el agua", dijo Musk en el documento oficial. "Me decepcionó saber que en realidad no puede transformarse. Lo que voy a hacer es actualizarlo con un tren motriz eléctrico Tesla e intentar hacer que se transforme de verdad", anticipó por entonces. Y cumplió.
Pasaron 2264 días desde que Musk compró a Wet Nellie, el 9 de septiembre de 2013, hasta que el 21 de noviembre de 2019 presentó la Cybertruck en el centro de diseño de Hawthorne, en Los Ángeles, un espacio que Tesla comparte con SpaceX, su empresa de desarrollos espaciales. Antes del lanzamiento, el propio magnate había realizado posteado algunos teasers en sus redes, vinculando lo que se avecinaba con la película de ciencia ficción Blade Runner. Y el propio Musk, también a través de su cuenta de Twitter, relacionaba luego la pick up con el Lotus Esprit que condujo Roger Moore.
El parecido entre los dos vehículos es evidente. La Cybertruck es mucho más grande, al tratarse de una pick up eléctrica, más asemejada a un tanque que a un deportivo, que tendrá un precio inicial de 39.900 dólares (las versiones más avanzadas llegan a casi 70 mil), que puede ser reservada por sólo 100 dólares (según Musk, llegaron a las 250 mil órdenes) y que estará a disposición de sus compradores en 2021. Provista con motorización eléctrica, Tesla la anticipa como un vehículo que tendrá mayor capacidad de remolque que la Ford F-150 y una aceleración similar a la de un Porsche 911.
Aunque nacida de una menta futurista chapada a la antigua, es una pick up extravagante. Tanto como lo fue la carambola de historias paralelas que hubo detrás, y que se terminaron cruzando porque a Elon Musk le gustaban las películas de James Bond.
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