Allá por el inicio de los años 50, cuentan los historiadores más finos del mundo Ferrari, repentinamente empezaron a llegar pedidos a la fábrica de Maranello por un nuevo modelo de motocicleta que acababa de aparecer. Celoso al extremo de la imagen de su marca y de su nombre, esto no hizo más que desatar el carácter sanguíneo de Don Enzo.
Allí nunca habían proyectado una moto siquiera, pero sí existía una nueva motocicleta de la compañía italiana Meccanica italiana Fratelli Ferrari, con sede en Milán, cuyo logo sobre el modelo llevaba solamente “Ferrari”. La historia termina en los tribunales, donde años después Don Enzo obligó a “los otros” Ferrari a cambiar su marca por “Fratelli Ferrari”.
La anécdota no hace más que elevar exponencialmente el valor de una obra que décadas más tarde iba a encarar un tal David Kay, responsable de diseño de la prestigiosa casa italiana de motos de lujo, MV Agusta, durante los años 90. El hombre, fanático y gurú tanto del mundo de las dos ruedas como de la casa de Maranello, decidió fabricar su propia moto en homenaje a Don Enzo. Inesperadamente, su solicitud para usar el logo oficial a la marca italiana en la nueva creación tuvo como devolución un permiso escrito de puño y letra del mismo Piero Ferrari, hijo de Enzo. ¿Qué hubiera dicho Don Enzo? Es posible imaginarlo…
Kay arrancó entonces con la tarea artesanal de construir una moto desde cero para que lleve el logo oficial de Ferrari, lo que le llevó unas 3.000 horas de trabajo hasta que la finalizó en 1995. Le colocó un motor tetracilíndrico con distribución DOHC de 900 centímetros cúbicos y 105 CV a 8.800 rpm, también realizado de manera artesanal. Esta Ferrari 900 puede alcanzar los 265 km/h de velocidad máxima y su peso en seco es de 172 kg.
Como única moto oficial del Cavallino Rampante, el diseñador utilizó los mejores materiales y la tecnología de punta de aquella época. La moto Ferrari está equipada entonces con horquilla invertida Forcelle Italia, discos Brembo, doble amortiguación trasera firmada por WPS, ruedas Astrallite de 17 pulgadas, chasis tubular de acero, carenado de aluminio, doble salida de escape fabricado de forma artesanal por Terry Hall y hasta un panel de instrumentos digital.
La Ferrari 900 tiene cierto aspecto a las Cafe Racer, con notorios detalles extraídos de algunos modelos del Cavallino, entre los más destacados, ciertas líneas de la Testarrossa en su carenado. En su chasis, además, lleva el código SF-01M, el único punto en el que cuenta con algo oficial de la marca de Maranello.
Como Ferrari nunca comunicó la producción de moto alguna, esta joya única pasó inadvertida durante años. Estaba en manos de un coleccionista privado de Gran Bretaña, quien intentó subastarla varias veces, la primera en 2008 a través de la reconocida casa Bonhams, con un precio de partida de entre 260.000 y 290.000 euros, pero no la consiguió vender. Y lo mismo ocurrió luego vía eBay, con el mismo valor de referencia.
En una tercera oportunidad, en 2012, se la llevó un nuevo dueño, pero por mucho menos de su valor inicial: 100.000 euros.
Cuentan también, los máximos sabios y conocedores de la historia de Don Enzo, que il commendatore inició su pasión por los motores sobre dos ruedas, nada menos que sobre una Scott de dos tiempos de principios de siglo. La magnífica tradición que Ferrari construyó luego por supuesto arrasó con esta pequeña porción de historia. Lo que realza el hallazgo de esta joya de dos ruedas. Una pieza que también empieza a transformarse en mito.
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