Flaklypa Gram Prix, una película de animación sueca de los años 70, narraba cómo un humilde constructor de bicicletas, ayudado por sus amigos animales, creaba un vehículo que derrotaba a un campeón de Fórmula 1.
Muchas historias están predestinadas a cambiarle la vida a la gente. Y ocurrió cuando un pequeño de cinco años decidió adoptar aquel cuento de aventuras y éxito y convertirlo en su propio sueño. Y ese sueño fresco e inocente se cruzó, para bien de la salud del mundo de los autos, con la tenacidad y la perseverancia de un tal Christian Von Koenigsegg, un audaz joven sueco que fue capaz de guionar su vida a partir de aquella historieta y de hacer realidad ese sueño de velocidad.
Sólo 17 años tardó Koenigsegg en cristalizar su deseo de construir sus propios vehículos. Poco después de cumplir los 22, en 1994, su apellido dejó de ser su apellido y se convirtió en el nombre propio de unos deportivos rabiosos que desde Ängelholm, una fría y pequeña ciudad sueca de sólo 28.000 habitantes, empezaron a mojarle la oreja a los gigantes de la velocidad. Antes de aquella fundación, había hecho sus primeras armas en el mundo motor reconstruyendo motocicletas y vendiéndolas con mayores prestaciones con las que venían de fábrica.
El primer prototipo de Koenigsegg, denominado CC, llegó sólo dos años después de la apertura de su fábrica. “Fue un exceso de ambición”, reconocería más tarde el propio dueño. Es que aquel CC, un superdeportivo con motor central, techo desmontable y construido con materiales ligeros, apenas era eso, un prototipo, que apenas podía llevarse a cabo por falta de presupuesto.
Los primeros inversores llegaron seis años después, el tiempo que le demandó a Koenigsegg poner en producción y en la calle el CCS8, derivado del prototipo CC. Ese hijo pródigo debía mostrarse al mundo en el Salón de Ginebra de 2003, la primera avant premiere que viviría la marca sueca. Pero como toda historia, ésta también tuvo su momento crítico y de incertidumbre. Días antes de aquella presentación la fábrica de Koenigsegg sufrió un incendio que la destruyó por completo: sólo se salvó el auto que debía exponerse en Ginebra. De allí en más, el guión de Koenigsegg sólo deparó buenas noticias, señales inequívocas que al final de la trama sólo vendría el final feliz.
Aquel CCS8 no sólo se presentó en la muestra internacional, sino que también fue señalado por el Libro Guinness como el auto de producción más potente de la historia (hasta entonces), gracias a sus 655 caballos de fuerza, y destronó al primero de los grandes: el McLaren F1. Luego seguirían varios más…
El CCS8 dio paso a una saga de pura sangre sobre la cual Koenigsegg edificó su tremendo prestigio como marca de deportivos exclusivos y velocidad extrema: siguieron los CCR, CCGT, CCXR, CCXR Trevita, CCXR Special Edition, entre otros. El CCR, de hecho, tardó sólo un año en subir la vara del Libro Guinness: en 2004, con sus 806 caballos, este Koenigsegg volvió a ser elegido como el auto más potente del planeta.
Un año más tarde, aquel CCR volvió a poner en ridículo a McLaren, que con su F1 ostentaba desde 1998 el récord de velocidad de un auto de serie: 386,4 km/h. El deportivo de la marca sueca lo batió al alcanzar los 387,86 km/h.
En 2010 llegó la hora de un nuevo hypercar, el Agera, que como todos los debuts de la firma sueca ocurrió bajo las luces de los stands de la muestra de Ginebra. La versión más radical de este modelo, el Agera R, sirvió para mostrar cómo evolucionaba la compañía año tras año. Y lo apuntó con otra marca: sólo 21,19 segundos en llegar de 0 a 300 km/h y volver 0.
¿Qué podía seguir luego? Nada que no fuera extremo y bestial. Y el modelo One: 1 lo es. Llegó en 2014 y según la marca fue uno de los programas de producción de automóviles exclusivos jamás realizados en la industria automotriz. El nombre revela su logro: 1.360 caballos para 1.360 kilos de peso. Por eso es primer “megacar” producido en serie del mundo, aunque sus unidades, tasadas en millones de euros, no serían más de seis.
En 2015 la firma sueca anuncia un nuevo “megacar”, el Regera, que además de velocidad extrema está pensado para ofrecer mayor lujo que los Koenigseggs tradicionales. El Regera porta una tecnología innovadora que combina una velocidad escandalosa con una comodidad suprema. Y este año ya anotó un nuevo récord: hizo los 0-400 km/h-0 en sólo 31,49 segundos. Demencial.
Las últimas creaciones de la casa nórdica son el Agera RS y, desde este año, el Jesko, su sucesor, un hiperdeportivo con una potencia máxima de 1.600 CV cuyo nombre es un homenaje a Jesko Von Koenigsegg, el padre del fundador de la firma. Del Jesko por ahora sólo se fabricarán 125 ejemplares y ya estarían todos vendidos. No es poco lo que se espera de este hiperdeportivo, que tal vez deba ir en busca de la revancha sueca contra Bugatti por el récord de velocidad del planeta.
Desde 2017, el deportivo más rápido de la tierra era el Koenigsegg Agera RS, que había llegado a 447 km/h, pulverizando récords de la Bugatti Veyron y el Hennessey Venom GT. Este año, Bugatti con su modelo Chiron llegó a los 490,484 km/h y desbancó a la marca sueca, cuyo modelo más radical para ir por el desquite es el furioso y bellísimo Jesko.
Aunque este deportivo aún no marcó marca alguna, es el heredero y el resultado de una tradición construida con récords. Y un producto genuino del fundador sueco, capaz de transformar sueños en realidad si de velocidad se trata. Como en aquella historia que lo cautivó de chico.
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